Israel y su ofensiva terrestre: tiempos, problemas y presiones de un paso que parece inevitable
Las negociaciones para liberar rehenes en manos de Hamás, el miedo a abrir más frentes en la región, la presión internacional para que entre la ayuda humanitaria y la necesidad de Tel Aviv de no equivocarse en su ataque explican los retrasos.
La ofensiva terrestre de Israel sobre Gaza no acaba de llegar. La que se plantea en Tel Aviv casi como la inevitable respuesta contra Hamás si quiere aniquilarlo por completo tiene en vilo a la comunidad internacional. El Ejército afirma que está preparado para dar el paso en cuanto tenga la orden, pero el primer ministro, Benjamin Netanyahu, no la da. Surge el debate, saltan chispas. Hay lecturas de prudencia y de cobardía. Son muchos detalles en los que reparar, muchas peleas internas que apaciguar y muchas presiones de fuera que atender.
Desde el ataque de Hamás del 7 de octubre, los líderes militares israelíes han puesto en alerta a sus tropas de tierra, mar y aire y ha ido reuniendo a más de 360.000 reservistas de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y no han descartado enviarlos al combate para tomar represalias contra Hamás y rescatar a los 222 israelíes que fueron tomados como rehenes por la milicia. Sin embargo, no hay plazos ni pistas sobre esa operación terrestre, más allá de las declaraciones del ministro de Defensa, Yoav Gallant, que avisa de que lo por venir será largo, al menos, de "meses". Nadie, ni socios preferentes como Estados Unidos, pueden dar certezas absolutas, porque no las tiene ni Tel Aviv, analizando al milímetro las consecuencias de lo que quiere hacer.
Hay quien quería, en el seno del ejército, una operación veloz, inmediata, que supusiera una lección para Hamás ante el que es el mayor ataque en la historia de Israel, creado en 1948. Por eso hay voces que hablan de retraso pero, en realidad, "hay que entender que Israel está haciendo todo lo que puede para prepararse para tal operación y sufrir y hacer el menor daño posible, el cuanto a víctimas colaterales, a desgaste político y a consecuencias a largo plazo", indica el teniente coronel español José García, ya retirado. "Hay mucho en juego e Israel tiene que planearlo todo lo mejor posible", insiste.
Habla de una "misión sin precedentes" para la que primero es necesario formar a esos reservistas, porque "no es lo mismo darles formación de rutina una vez al año que enrolarlos en una guerra abierta, con lo que conlleva", en un contexto, además, en el que las Fuerzas Armadas israelíes han tratado de aferrarse más a sus profesionales y recurrir menos a los reservistas. Y si tiempo necesitan los que llegan de sus casas y puestos de trabajo civiles, tiempo necesitan sus mandos para "diseñar su estrategia militar".
"Estamos en un punto en el que las dudas sobre la Inteligencia y los cuerpos de seguridad y el Ejército han cundido por la facilidad con que Hamás penetró en suelo israelí. No se debe emprender una ofensiva total, como la llama el Gobierno, sea como sea que se ejecute al final, sin que sea meticulosa y precisa al máximo. Un segundo fallo operativo que afecte a los rehenes, a muchos civiles palestinos o a muchos soldados israelíes sería un error no entendible", indica. Hay que "diseñar, medir fuerzas, tiempos y medios", concluye.
Israel ya ha anunciado un plan de tres fases para acabar con Hamás y sigue bombardeando diariamente la franja de Gaza, triplicando en las últimas horas sus ataques, según Naciones Unidas, que ha llegado a contar 400 muertos civiles al día; Hamás los eleva, ayer mismo, a 700. Por ahora, su réplica ha dejado más de 5.200 muertos en la franja, la inmensa mayoría civiles, mientras que más de 1.400 personas murieron de lado israelí, la mayoría civiles también, por el terror de los milicianos.
Sus tareas se están centrando en lograr de inicio una ventaja operativa, ya que están eliminando los bastiones, las armas y los líderes de Hamás, allanando el camino a sus soldados por si la operación terrestre se ordena, con menos hombres a los que enfrentarse y menos posiciones de disparo a las que atender.
También se han producido los primeros enfrentamientos directos entre tropas de Israel y miembros de Hamás en suelo gazatí, en un intento de Tel Aviv de tener información sobre los secuestrados y, de paso, matar milicianos. Se han dado pocos detalles desde el lado israelí, mientras que Hamás se vanagloria de haber neutralizado material de su adversario.
La franja sigue cercada, salvo el hilillo de camiones que entra por Rafah sigue sin dejarse entrar agua, alimentos, luz o combustible, y la situación humanitaria es crítica. Cuanto más tiempo pasa sin ofensiva, más calan en el mundo las imágenes de los palestinos que sufren sus ataques, más lejanas quedan las de los israelíes masacrados aquel sábado negro, más complicado se le hará ir a por todas, sin mirar las consecuencias, dicen los que meten más prisa.
Pero es que ahora mismo lo que pesa es el llamamiento a la paciencia, dentro y fuera. Desde Estados Unidos, el presidente Joe Biden está pidiendo a su homólogo israelí, Benjamin Netanyahu, que retrase la incursión terrestre en Gaza para dar tiempo a la liberación de más rehenes, ya que se han conseguido cuatro y se está en negociaciones "en curso", según la prensa norteamericana, para que cuajen más. Se habla de un grupo de 50 personas que son extranjeros o israelíes con una segunda nacionalidad, por los que estaría mediando sobre todo Qatar, con presión de países como el propio EEUU, Reino Unido o Francia. Nadie quiere truncar la posibilidad de ir sacando a este primer grupo con vida.
La segunda intención de Washington para retrasar la andanada es permitir que entre más ayuda humanitaria para los civiles en Gaza. Aunque lo que está llegando desde Egipto es ridículo en comparación con lo que se necesita, se está viendo el avance de las negociaciones anteriores y la actitud de Hamás para aumentar o no el número de camiones, siempre con el permiso de Israel. Es un parche pero que reduce la presión internacional, y sobre todo la del mundo árabe, ante el castigo colectivo que se aplica contra los palestinos de la franja.
Y un tercer motivo, también de enorme peso: la necesidad de conocer de antemano qué puede pasar si Israel inicia su ofensiva, las consecuencias de esa acción en toda la región de Oriente Medio, ese polvorín que lo es, por más manoseada que esté la comparación. El Pentágono ya ha confirmado que hay un incremento de ataques contra sus fuerzas desplegadas en la zona (900 efectivos en Siria y 2.500 en Irak) y no sólo teme agresiones directas contra sus bases o embajadas, sino que Irán -que parece claro que le dio a Hamás el visto bueno para su 7-O-, active a su gente.
A saber: que se le multipliquen los frentes con ataques de la milicia chií libanesa de Hezbolá, de los hutíes en Yemen o de grupos paramilitares iraquíes. Sin contar con que haya ataques recrudecidos contra el propio Israel, como el del frente libanés, que ya le ha obligado a desalojar a 20.000 vecinos del norte. "No se dejen cegar por la ira como hicimos en EEUU tras el 11-S", avisó Biden, en un reconocimiento de los errores de esa etapa al que poco valor se le está dando.
Para mandar un mensaje disuasorio, Estados Unidos ha mandado a la zona portaaviones, aviones de combate, buques de guerra, efectivos... y está reforzando su sistema de defensa anti-aérea THAAD y el despliegue de misiles Patriot. "Nuestro consejo: no lo hagan", avisó el secretario de Estado de Defensa, Lloyd Austin, a quien se atreva a golpear a EEUU o a su aliado Israel en este tiempo de fiebre. Aún así, el secretario de Estado, Antony Blinken, dice que se están tomando medidas "para asegurar que se puede defender" a sus nacionales y, "si es necesario, responder con decisión".
En los medios israelíes se lee a numerosos asesores de Netanyahu explicando de forma confidencial que entienden las reticencias de EEUU, que en parte son las suyas propias, pero dejando claro que "una cosa es aconsejar y otra, dictar" qué hacer militarmente. Si hay que comenzar la ofensiva, es Tel Aviv quien da el paso y decide.
"La ofensiva terrestre, si se produce, será en el mejor momento operativo para Israel", ha afirmado en la BBC Peter Lerner, teniente y portavoz para la prensa internacional de las FDI. "Probablemente, tendremos que entrar y hacerlo", apostilla su compañero Jonathan Conricus a la ABC australiana. "El fin de esta guerra es un Hamás desmantelado y que nunca jamás tenga capacidad de amenazar a ningún civil israelí", concluye. Por ahora, se han alcanzado más de 10.000 objetivos relacionados con milicias armadas.
Las incursiones terrestres israelíes en Gaza más recientes son las de 2008-2009 (Operación Plomo Fundido) y 2014 (Operación Margen Protector), que fueron mucho más limitadas en alcance y duración. Las fuerzas israelíes no intentaron tomar la ciudad de Gaza en ninguno de los casos. Esos ataques fueron parte de una estrategia conocida como "cortar el césped", en la que Israel intentó reducir la amenaza de Hamás en lugar de eliminar al grupo. En ambos casos, las FDI degradaron la infraestructura de Hamás y, al mismo tiempo, infligieron daños colaterales sustanciales a los civiles palestinos, pero Hamás emergió más fuerte que nunca, porque mantuvo el pulso y porque el daño civil fue alto.
El costo del ataque terrorista del 7 de octubre -la mayor pérdida de vidas judías en un solo día desde el Holocausto- hace que la estrategia de "cortar el césped" sea insostenible ahora.
Enorme debate interno
Que los avisos de EEUU no se vean como una tutela, sino como una postura común, es importante para no mostrar debilidad ni ante el enemigo ni en casa, en Israel, donde las voces críticas sobre el manejo de esta crisis se multiplican. Porque son muchos los detalles a tener en cuenta y muchas las sensibilidades.
Para empezar, hay ya protestas de familiares de secuestrados ante las sedes del poder israelí reclamando que se anteponga la vida de los suyos y la negociación a la ofensiva. No la quieren cuando sus allegados están capturados y cuando ven aún un margen de negociar y lograr recuperarlos. A Hamás esto le ha salido bien, porque nunca antes había tenido una baza para negociar con los rehenes, dos centenares de civiles inocentes. Con ellos puede presionar y ganar imagen.
Frente a estos familiares, los militares y políticos que entienden que la espera da tiempo a Hamás, si no para rearmarse (es imposible hacer entrar nada en la franja con el asedio israelí actual) sí de reorganizarse y planificarse. Nadie sabe qué más pueden preparar o cómo se pueden defender, porque no se conoce el arsenal real que guardan. En estos días, el lanzamiento de cohetes sobre Israel ha sido ocasional y según las IDF sí se han interceptado varios drones del grupo armado.
Los objetivos de esta Operación Espadas de Hierro son mucho más ambiciosos si los comparamos con ofensivas anteriores. Llevará meses, obligará a combates casa a casa, con enorme desgaste de personal, con tremendos riesgos para la población civil de Gaza en el espacio con más densidad de población del planeta y donde la gente no tiene dónde escapar, el terreno estará preparado por Hamás con explosivos o emboscadas, además de su red de túneles, se pueden inflamar las calles del mundo árabe y activarse por completo el frente norte, con Hezbolá y sus 15.000 misiles. Supondría mostrar su abrumadora fuerza militar, reforzando la disuasión de otros actores -como Irán y sus satélites- y mostrando lo que puede acarrear meterse con Tel Aviv, pero todo eso tiene consecuencias.
Israel tiene las fuerzas armadas mejor equipadas y mejor entrenadas de Oriente Medio. Además de los 360.000 reservistas tiene 160.000 miembros del servicio activo y a todo su cuerpo blindado (al parecer, más de mil tanques). Es probable que organice un ataque con armas combinadas contra Hamás utilizando todos los elementos del poder militar a su alcance: infantería, blindados, artillería, buques de guerra y aviación (de alas fijas y rotativas, aviones tripulados y no tripulados), todo ello respaldado por un vasto aparato de recopilación de inteligencia (que, sin embargo, no pudo detectar el ataque de Hamás).
Aunque Hamas carece de la mayoría de esas capacidades militares de alto nivel, sí tiene cohetes y drones. Como guerrilleros cualificados, intentarán neutralizar la ventaja de Israel en potencia de fuego mediante el uso de tácticas de ataque y fuga con dispositivos explosivos improvisados, granadas propulsadas por cohetes, morteros, AK-47 y potencialmente misiles antitanques e incluso antiaéreos y antibuque, de los que no han hecho gala en el pasado pero se cree que pueden tener. Israel tendrá una ventaja clave: la franja de Gaza es tan pequeña que podrá cortar a Hamás el reabastecimiento de Irán u otros partidarios externos, pero está claro que Hamás ya ha almacenado una formidable variedad de armamento.
El Ejército dice estar dispuesto y espera dar el paso más temprano que tarde. Los uniformados lo han hecho saber en público, en un mensaje con doble receptor: el pueblo de Israel y su Gobierno. Porque hay una parte importante de las Fuerzas Armadas que no quiere quedar como quien retrasa o aborta el castigo a Hamás. Los nervios de todo el mundo se están destrozando mientras se duda de la propia naturaleza del ataque, de si pueden salir rehenes, de qué hará Irán. Y, ante eso, unos estamentos desunidos que intentan aparentar que lo están.
Gobierno y Ejército han emitido un extraño comunicado común en el que dicen estar todos a una, tratando de acallar la crisis de confianza entre los ciudadanos aún perplejos por lo que Hamás ha logrado hacer. "Todos estamos trabajando juntos en estrecha y completa coordinación (...). Trabajamos con plena confianza mutua", dijeron el primer ministro, su ministro de Defensa y su jefe de Estado Mayor. Un mensaje forzado por la publicación en diarios como Haaretz de que Netanyahu está preparando el terreno para que el Ejército y el Shin Bet (la inteligencia doméstica) carguen con la culpa de lo ocurrido el 7 de octubre. Estaría recopilando pruebas para no asumir responsabilidad política, aunque casi 9 de cada diez ciudadanos quiere su cabeza por no verlas venir, en cuanto acabe la guerra.
Distintas fuentes citadas por la prensa israelí coinciden en que el premier estaría haciendo acopio de boletines, comunicaciones, actas y evaluaciones de inteligencia para armar una causa contra otros. "Se ha olvidado de que él es el responsable", dice uno de ellos.
Públicamente, no ha habido reproches directos al mandatario pero en las comparecencias de estos días los portavoces dejaban claro que estaban siempre siguiendo órdenes y que si no se daban no era su problema. En el aire, la crítica de tibieza o despiste, de falta de liderazgo, en el peor momento de su historia. "Hasta que no haya más Hamás" es hoy una promesa pero no aún una realidad ni hay hoja de ruta clara para lograrlo.