Elecciones en Eslovaquia: el ascenso de un nuevo Orbán amenaza la ayuda a Ucrania
El exprimer ministro Robert Fico, socialdemócrata de origen pero ahora nacionalista extremo y con vetas ultras, lidera las encuestas en una cita muy reñida en la que el progresista y proeuropeo Michal Simecka también tiene posibilidades de sumar.
Eslovaquia decide este sábado su futuro: si involuciona a posiciones ultras, prorrusas y antieuropeas, o si opta por un país progresista, al lado de Ucrania y de Bruselas. La disyuntiva de estas elecciones tiene muchos matices, porque no hay ningún partido con posibilidades de gobernar en solitario y las alianzas definirán quién será el nuevo primer ministro, sus cesiones y su flexibilidad programática, pero eso es a grandes rasgos lo que está en juego: o Robert Fico o Michal Simecka.
Los sondeos, en las horas previas a la cita electoral, dibujan un escenario muy reñido, con una libera ventaja del SMER, el partido de Fico. La media de las encuestas le da un 21% de los votos, frente al 16% de Eslovaquia Progresista (PS), de Simecka. Sin embargo, hay consultas que dan la vuelta a esos datos, augurando un 18% de sufragios para el PS y un 17,7 para SMER. En un pañuelo. Sí hay más coincidencia en los siguientes puestos: HLAS (La Voz), una escisión del SMER, sería tercero, con un 14-15% de los votos, mientras que OLaNO, la derecha hasta ahora en el poder, no pasaría del 10-12%, castigada por los electores.
De los 25 partidos que se presentan, hay alguno más con ciertas posibilidades de lograr grupo parlamentario (un 5% al menos de los votos). En campaña se dicen muchas cosas que luego se borran cuando toca negociar un trozo de Gobierno, pero por ahora el KDH (Movimiento Demócrata Cristiano) ya ha dicho que con Fico no va ni a la vuelta de la esquina. El exmandatario podría contar con el nacionalista NSN (Partido Nacional de Eslovaquia), cercano. La duda es HLAS, el que más peso tiene y que libera un viejo adversario de Fico, Peter Pellegrini. ¿Volverá con su excompañero? ¿Se inclinará a la izquierda? Habrá que hacer muchas cuentas en la noche electoral.
De dónde viene la crisis
El país afronta elecciones adelantadas tras acumular cuatro Ejecutivos en tres años y medio. El partido de centroderecha Pueblo Ordinario y Personalidades Independientes (OLaNO) fue el último en ganar. Parecía un soplo de aire fresco, liderado por el carismático Igor Matovič terminaron decepcionando a muchos de sus votantes. Matovič, un empresario muy rico de esos hechos a sí mismos, ganó on una sólida plataforma anticorrupción y prometió "limpiar" Eslovaquia.
Sin embargo, tras tanto hablar de limpieza y transparencia, pronto se vio obligado a admitir haber plagiado su tesis doctoral y se vio mandando un Gobierno plagado de luchas internas y de puñaladas en la oscuridad. Tuvo que dimitir poco más de un año después de que su decisión unilateral de comprar vacunas contra el covid-19 a Rusia provocara una rebelión en su Gobierno de coalición.
Matovič cambió de lugar con su ministro de Finanzas, Eduard Heger, pero el caos no cesó. Mientras el país luchaba con las consecuencias de la pandemia y la invasión rusa de Ucrania, más luchas internas y conflictos personales llevaron al colapso de la coalición gobernante en diciembre pasado, con moción de censura por medio. Heger continuó como primer ministro interino, pero él también acabó dimitiendo en mayo y fue sustituido por un tecnócrata, Ludovit Odor. En esas llega ahora la nueva llamada a las urnas.
Fico, la transformación reaccionaria
A priori, este sábado el favorito es Fico, que ya fue primer ministro entre 1998 y 2006 y, más tarde, de 2010 a 2012. Su partido, SMER, es socialdemócrata de origen pero con los años se ha vuelto ultranacionalista, populista, con vetas de ultraderechismo, contrario a los derechos de los homosexuales, cerrado a la llegada de migrantes y, también, opuesto a que se siga ayudando militarmente a Ucrania en su invasión por parte de Rusia, que lleva ya 19 meses. El espejo en el que se mira el exmandatario es el del húngaro Viktor Orban, por el que profesa devoción. Su iliberalismo atrae.
De 59 años, tiene una carrera política de casi tres décadas, desde que se inició en el Partido Comunista, luego se hizo reformisma y se pasó a Izquierda Democrática y, al fin, en 1999, fundó SMER. La derecha liberal estaba hundida y supo auparse sobre ella, con un discurso reformista y contra la corrupción. Sus mandatos fueron importantes, por ejemplo, porque bajo su mando Eslovaquia entró en la zona euro. Se le considera un buen tecnócrata -es doctor en Derecho-, prágmático y racional, pero muy visceral en asuntos de familia o inmigración, lo que lo acerca a planteamientos de extrema derecha, cada vez más acentuados.
Por ejemplo, promete que si gana no aceptará las cuotas para refugiados que está negociando la UE -hasta ahora, su país se había abstenido, pero no opuesto, al Pacto de Migración y Asilo-, con referencias a "invasiones" o supuestas vinculaciones de los musulmanes con el "terrorismo". También se niega a aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo, porque "sólo es entre hombre y mujer", afirma que la homosexualidad es una "perversión" y la ideología de género, "inaceptable". "No son personas iguales", ha llegado a afirmar. Si a eso se le suman sus posturas negacionista durante la pandemia de covid, la difusión de bulos sobre vacunas o sus acusaciones al multimillonario estadounidense George Soros de intentar desestabilizar su país -un must de los paranoicos mundiales-, el dibujo queda completo.
Si hay una posición que preocupa fuera de Eslovaquia es su negativa a seguir ayudando a Ucrania en su guerra de agresión con Rusia. Afirma Fico que dejará de enviar armas a Kiev si es primer ministro de nuevo y, más aún, que intentará reforzar sus lazos con Rusia en todos los flancos. Defiende esta postura porque entiende que su propio ejército no está bien equipado y no se puede permitir dar a otros lo que no tiene y necesita y que es "ingenuo" pensar que Vladimir Putin se va a ir de Crimea o de cualquier otro territorio ahora ocupado "por muchas armas" que se le den a los de Volodimir Zelenski.
¿Cuál es la solución que plantea, entonces? Que Estados Unidos, Europa y las demás potencias occidentales obliguen a las dos partes a sentarse en una mesa de negociaciones. Por descontado, para ello no debe hablarse de la entrada inmediata de Ucrania ni en la UE ni en la OTAN, porque "eso desencadenaría una Tercera Guerra Mundial". En 2014, cuando Rusia se quedó con Crimea y alentó a los rebeldes del Donbás, el aspirante presidencial reconoció que no le gustaba Ucrania, porque estaba llena de "fascistas", empezando por su Gobierno.
El giro puede ser mayúsculo, si gana este radical, porque Eslovaquia ha sido precisamente uno de los países que más han ayudado a Ucrania hasta ahora, junto a Polonia, la República Checa o los bálticos: Estonia, Letonia y Lituania. "Bajo el Ejecutivo de centro derecha que gobernó en Bratislava entre 2020 y finales de 2022, cuando cayó en una moción de censura, Eslovaquia cedió a Ucrania su flota de cazas Mig-29 y sistemas de defensa antimisiles S-300, ambos de tecnología soviética", informa EFE. Con ello, dejó la protección de su espacio aéreo a República Checa y Polonia.
También ha entregado a Ucrania el sistema de defensa antimisiles KUB, posible porque está protegida de un posible ataque con misiles por la fuerza internacional de la OTAN, estacionada en el este de Eslovaquia, con participación española y que cuenta con sistemas Patriot.
Fico, más allá del convencimiento personal, se ha subido a una ola ciudadana cada vez más crítica con la ayuda a Ucrania, que si no es prorrusa, sí que no es antirrusa, que aún ve con buenos ojos o cierta simpatía los tiempos de la era soviética y el impulso industrial que trajo a la zona y que preferiría no estar a malas con Moscú. Una encuesta hecha en Europa central y del este por Globsec, un tanque de pensamiento con sede en Bratislava, indica que sólo el 40% de los eslovacos culpa a Rusia de la guerra, frente a un 34% que culpa a Occidente y un 17% que señala directamente a Ucrania. Un 69% rechaza dar más ayuda militar, porque se provoca de forma innecesaria a Putin, y sus 5,4 millones de habitantes que menos apoyan su pertenencia en la OTAN de todos los consultados, un 58%.
La Unión Europea siempre es prudente y no se pronuncia ante proceso electoral alguno, pero llaman la atención las declaraciones hechas por la vicepresidenta de la Comisión y responsable de Valores y Transparencia, Věra Jourová. La liberal checa ha hablado de estos comicios como una "prueba de fuego" ante las presiones rusas para desestabilizar Europa. Hay que ver si "la propaganda de Rusia es capaz de infectar los cerebros y los corazones de la gente" y alerta del "terreno fértil para el éxito de las narrativas rusas pro-Kremlin y a favor de la guerra".
Robert Fico tiene su base principal entre los jubilados, las personas con menos recursos y el mundo rural, los más desencantados con los gobiernos previos en un contexto de inflación, pérdida de poder adquisitivo y diferencias territoriales importantes. Tampoco hay que perder de vista la ola radical que gana enteros en el continente europeo, donde uno de cada tres votos son ya para fuerzas antisistema.
No obstante, habrá que examinar en las próximas horas si pesa o se ha borrado su pasado, porque el nacionalista se fue del cargo asediado por las protestas en la calle que reclamaban transparencia en el asesinato del periodista Jan Kuciak y de su novia, Martina Kusnirova, en 2018. El informador desveló los vínculos entre el poder y la mafia y fue tiroteado en su casa. Había sospechas de que el primer ministro, su titular de Interior y sus mandos policiales estaban bloqueando las investigaciones del caso.
Simecka, el amigo de Europa
Muy diferente es el perfil de Michal Simecka, el líder de la otra fuerza en concidiones de ganar. Confía en el voto joven, progresista, urbano, para evitar el fantasma de Fico. Sus principales bazas con su plena sintonía con Europa y la defensa de la igualdad y los servicios públicos.
Simecka, que ve cómo sus carteles electorales son vandalizados constantemente por los ultras, es un eurodiputado del Grupo Renew (los liberales) y vicepresidente del Europarlamento, doctor en la Universidad de Oxford en Política y Relaciones Internacionales, muy respetado por sus colegas de los Veintisiete e impulsor, por ejemplo, de iniciativas para limpiar de acoso las instituciones europeas.
En su programa, pone el acento en la necesidad de un Gobierno limpio y en la defensa de los derechos humanos o el colectivo LGTBI. Resolver el problema de la sanidad pública es una de sus apuestas estrella, junto a un plan para evitar que se fuguen del país los jóvenes talentos, ante la falta de oportunidades laborales.
A sus 39 años, entiende que el partidismo ha hecho mucho daño a su país y plantea por eso consensos con soluciones técnicas, siempre manteniendo una buena interlocución con Bruselas para que llegue el flujo de ayudas. Respecto a Ucrania, no hay que dudar: su plan es seguir al lado del país atacado mientras dure la contienda, al igual que el bloque comunitario. "Lo que haga falta, el tiempo que sea necesario".
Tiene a su favor su juventud y el ímpetu de su partido, creado apenas en 2017 al calor del boom centrista europeo. Su colega Zuzana Caputova se convirtió en presidenta dos años más tarde, basando su mensaje en la necesidad de acabar con los corruptos y renovar el país. Una línea que ahora este antiguo periodista del Financial Times quiere replicar.
La respuesta, este sábado, en las urnas y, de seguido, en las alianzas de los despachos.