Por favor, habilita JavaScript para ver los comentarios de Disqus.
El negocio de Gaza: ubicación, recursos e inversiones propias que se añaden al interés político de Trump

El negocio de Gaza: ubicación, recursos e inversiones propias que se añaden al interés político de Trump

El plan del presidente de EEUU de sacar a los 2,3 millones de gazatíes de la franja y convertirla en una "Riviera" en el Mediterráneo tiene tentáculos más allá del viejo conflicto entre israelíes y palestinos. 

Benjamin Netanyahu y Donald Trump, juntos y sonrientes en el Despacho Oval, el 4 de febrero de 2025.SHAWN THEW / EPA / EFE / Pool

Donald Trump ha instalado una nueva realidad en Oriente Medio. Salga o no delante su plan para Gaza, por el que planea sacar de su tierra a 2,3 millones de palestinos para realojarlos en Egipto o Jordania, violando el derecho internacional y acometiendo una limpieza étnica, ha reventado las dinámicas de décadas, los procesos negociadores a la vieja usanza, las aspiraciones asentadas como la solución de dos estados o el espejismo de que Estados Unidos puede ser un mediador honrado. 

El presidente norteamericano no acaba de dar detalles concretos para lo que se avecina, porque está instalado en el juego de afinar y desmentir y luego volver a repetir la idea original. De estos vaivenes nos queda, hasta nueva orden, que quiere "tomar el control" de la franja, "limpiarla" y convertirla en la "Riviera de Medio Oriente". Ha hablado directamente de "comprarla y poseerla", para hacer de ella una especie de maxiresort en el extremo oriental del Mediterráneo, al que pueda ir gente de todo el mundo pero no palestinos, o apenas unos pocos. Ellos deben irse a otros estados árabes y disfrutar de "casas nuevas". ¿Con derecho al retorno? No

No queda claro si habrá presencia militar de EEUU para completar todo este proceso, lo que supondría además la ocupación por otra potencia de un territorio reconocido por Naciones Unidas y sus múltiples resoluciones como palestino, parte del Estado que se aspira formar junto al este de Jerusalén y Cisjordania, reconocido ya por tres cuartas partes de los países de la Organización.

Mucho se ha hablado estos días de los propósitos del republicano al dar este puñetazo en el tablero, especialmente sobre si sirve para contentar al primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y a sus aliados de ultraderecha, que quieren volver a ocupar Gaza, como antes de dejar sus colonias, en 2005. Pero es que la franja tiene, además, mucho encanto económico y eso hace brillar los ojos de codicia a Trump y su familia. Una ubicación privilegiada en un mar cálido, playas de dunas, buena temperatura, tierras fértiles alrededor, pared con pared del socio israelí y, además, en aguas donde se han localizado importantes reservas de gas. Todo a la vez. 

Un caramelo que, ay, puebla un pueblo que no sabe sacarle rendimiento, como ha dicho el propio Trump. Como si no hubiera habido nunca guerra con Israel ni ocupación egipcia, como si no hubieran existido los colonos ni las bases militares, como si no llevase 18 años sometida a un cerco por tierra, mar y aire. 

De la tierra... 

Gaza, ese "gran sitio inmobiliario" como lo llama Trump, es un trozo de tierra de 360 kilómetros cuadrados, de 41 kilómetros de largo por entre seis y 12 de ancho, que comparte 51 kilómetros de frontera con Israel (norte y oeste) y 11 más con Egipto (sur). Todo lo que tiene de largo, al este, lo tiene de costa, con arenas doradas, dunas suaves y sin accidentes que compliquen ni el baño ni las infraestructuras costeras, de puertos a muelles. Es lo que la ha hecho históricamente haya sido un puerto comercial y marítimo de primer orden. Cananeos, filisteos, asirios y babilonios, Alejandro Magno y el romano Pompeyo ya le vieron el potencial antes que Trump. 

En tierra, Gaza ha sido siempre famosa por su agricultura: lejos de ser una tierra seca, pasada la costa empiezan de inmediato los campos llanos y fértiles. Incluso con las sucesivas ofensivas de Israel (2008, 2014, 2021...), la agricultura siempre ha sido el principal sustento económico de la población, con casi tres cuartas partes de la superficie cultivadas. En la franja se ha producido principalmente -cuando los campos no estaban quemados y agujereados por las bombas- cítricos, trigo y aceitunas.

Trump ve los campos renacidos y, sobre todo, ve promociones inmobiliarias en primera línea de playa, de esas que los colonos judíos ya se estaban rifando antes de que él mismo propusiera el plan. Porque habla con el sombrero del promotor que siempre ha sido, no de presidente. Dice que no tiene sentido que los gazatíes esperen entre escombros a que su tierra sea reconstruida, no les da ni la opción de estar en campamentos dignos. Todos fuera, que Gaza sea más que Mónaco, una Antalya turca, un Corfú en Grecia, hasta un nuevo Beirut sin bombas.

Un preso palestino recién liberado, Atia Abu Fouad, nada en la piscina del hotel Al Mashtal de Gaza en 2011.Lynsey Addario / Getty Images Reportage

"Desarrollar tierras devastadas por la guerra como si fueran un campo de golf de Trump no es un plan de paz, es un insulto", le ha recordado a Trump el congresista demócrata Troy Carter de Luisiana. "Los líderes serios buscan soluciones reales, no negocios inmobiliarios". Por ahora, como el que oye llover. 

Antes, en todo caso, hay que "limpiar". El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) y el Centro de Satélites de las Naciones Unidas (UNOSAT) calcularon en diciembre, antes del alto el fuego en Gaza, que hay unas 50,8 millones de toneladas de escombros hoy en la franja, causados por los ataques de Tel Aviv, que tardarían 15 años en eliminarse según a previsión más optimista (Israel), 21 en la templada (la ONU), 30 en la peor (varias ONG locales). Hay también 30.000 proyectiles sin detonar, según Steve Witkoff, el inversor judío al que el presidente de EEUU le ha dado el cargo de enviado especial para Oriente Medio.

Gaza sigue siendo, geográficamente, una encrucijada estratégica, un puente entre África, Asia, Europa y la Península Arábiga. También en lo defensivo. Nada desdeñable cuando EEUU tiene cinco destructores y un buque de combate en el Mar Rojo; ocho escuadrones, un portaaviones y un destructor misilístico en el Golfo de Omán; tres destructores, otros tantos buques de desembarco, un grupo anfibio con marineros e infantes de marina y una unidad expedicionaria de marines en el Mediterráneo Oriental, todo ello completado por una amplia gama de aviones de combate, movilidad aérea, de inteligencia, mando y control, y de apoyo desplegados en el centro de operaciones de la Fuerza Aérea Central, más Sistemas Patriot e HIMARS y hasta 15.000 soldados en total en Oriente Medio. Son datos recopilados por la CNN

... y del mar

Y luego están los recursos naturales. El gas, por ser concretos. Analistas económicos de medios como BloombergThe Asia Times han recordado estos días que existen importantes reservas de gas natural en el yacimiento marino de Gaza y este detalle mayúsculo puede estar también detrás del interés de Trump en controlar la zona. El segundo de estos medios es tan categórico que sostiene que el plan de Trump "tiene que ver exclusivamente con el gas natural", de hecho. 

Gaza tiene derecho sobre una franja de territorio submarino con reservas de gas natural de alrededor de un billón de pies cúbicos de gas natural, lo que es suficiente para abastecer a los territorios palestinos y, aún, tener un potencial adicional para exportar. Lo ha confirmado la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés), que en 2019 publicó el primer gran informe al respecto en el que afirmaba que esas bolsas, a 20 millas náuticas de las costa y localizados en 2000, "podrían generar cientos de miles de millones de dólares para el desarrollo" para los palestinos. 

Ese gas podría ir a Europa y evitar que los Veintisiete busquen más suministro de Rusia, en plena fase de reducción de la dependencia por la guerra de Ucrania. Esto es: Palestina podría tener una fuente de ingresos, podría vender y convertirse, además, en un aliado energético importante de un Occidente necesitado de nuevos socios. Justo una de las críticas que Trump le hace a este pueblo es su dependencia de la ayuda humanitaria por no tener grandes posibilidades de ingresos y la violencia constante. "Los palestinos nunca aprovecharon su mejor ubicación en Oriente Medio", ha dicho. También hay petróleo en Cisjordania, por cierto, imposible de explotar por el legítimo Gobierno palestino por culpa de la ocupación. 

Los derechos y las licencias de perforación han causado en estos años debates y retrasos. El control de Hamás sobre Gaza, sumado a los límites marítimos impuestos por Israel -que impedían hasta a los pescadores ir más allá de un puñado de millas- ha hecho casi imposible los avances. Poco antes de los atentados del partido-milicia en Israel y el inicio de la ofensiva en Gaza, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y Egipto tuvieron conversaciones sobre cómo abordar una exploración conjunta en el futuro. No se progresó. 

En cambio, en junio de 2023, Netanyahu otorgó la aprobación preliminar para el desarrollo de yacimientos de gas en Gaza Marine y en octubre del mismo año el entonces ministro de Exteriores israelí, Yisrael Katz, anunció la adjudicación de nuevas licencias de exploración gasística en la zona a seis petroleras. Entre ellas, la inglesa BP (British Petroleum) y la italiana ENI. 

Estas concesiones se ubican al este del Mediterráneo, en la zona de dos enormes yacimientos llamados Leviatán y Tamar, "que satisfacen las necesidades energéticas de Israel y, gracias a las exportaciones, le suponen una gran fuente de financiación y de influencia económica y política sobre otros Estados", como denuncia Ecologistas en Acción. "Ahora, Trump quiere adelantarse y tomar posesión de Gaza, pero las ganancias no irían a los palestinos, que serían expulsados a Jordania -cuyo rey se ve esta tarde con Donald Trump en Washington- y/o Egipto. Su intento es echar leña al fuego para una guerra regional más amplia", avisa Oilprice, una destacada web especializada en energía. 

Los intereses en la zona de la familia Trump

Israel aparte, los planes de Trump pueden tener un beneficiario extra: su propia familia Trump. El yerno del presidente estadounidense, Jared Kushner, el marido de Ivanka, tiene importantes inversiones en empresas israelíes que se benefician de la expansión de los asentamientos ilegales en el territorio palestino ocupado y que, sin duda, volverían a llenarse los bolsillos con la limpieza y reconstrucción de Gaza si la controlan Tel Aviv y Washington. Es más: la idea de tomar la franja vino de él, antes que del mandatario. 

Fue enn febrero de 2024 cuando, en una entrevista en la Universidad de Harvard, el yernísimo se deshacía en elogios sobre "la propiedad costera de Gaza". "Las propiedades costeras de Gaza podrían ser muy valiosas si la gente se concentrara en mejorar sus medios de vida", dijo. También propuso abiertamente que Israel debería realizar una limpieza étnica de los palestinos, sacándolos del territorio. "Creo que, desde la perspectiva de Israel, haría todo lo posible para sacar a la gente y luego limpiarlo", enfatizó Kushner.

No es sólo un yerno, hablamos de un hombre que fue como principal de Trump en su primer mandato, supervisando la política exterior de EEUU en Asia Occidental (incluyendo Medio Oriente), especialmente con respecto a Israel. Fue el principal impulsor de los llamados Acuerdos de Abraham, por los que países árabes empezaron a recomponer relaciones con Israel. Por ahora los han firmado Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos. Arabia Saudí era el siguiente paso, pero el 7-O lo paró todo. Riad es el premio gordo, porque son muchos los lazos con ellos y la actual Casa Blanca. 

Se ha convertido con los años en un foco creciente de atención no sólo para para Kushner, sino para The Trump Organization, el conglomerado inmobiliario y hotelero actualmente dirigido por los hijos de Trump, Eric y Donald Junior. Recientemente, ha llegado a varios acuerdos con la compañía inmobiliaria saudí Dar Global, el brazo internacional de la Dar Al Arkan Real Estate Development Company de Arabia. Por ejemplo, un proyecto de la Torre Trump. en Jeddah

Eric Trump, Jared Kushner, Ivanka Trump y Donald Trump Jr., en la segunda toma de posesión de su padre y suegro, el 20 de enero de 2025, en Washington.Chip Somodevilla / Pool via REUTERS

Un hotel de lujo y resort de golf de la marca Trump se encuentran ya también  en desarrollo en Omán, mientras que se plantea otra torre en Dubai, en Emiratos Árabes Unidos. En octubre de 2005 se anunció la construcción de una Torre Trump para Dubai, que incluiría un hotel y apartamentos. Sin embargo, el proyecto se canceló en 2011 debido a la crisis financiera mundial. Las amistades vienen de lejos. 

Trump ya posee un club de golf en Dubai, inaugurado en 2017. Se construyó en colaboración con DAMAC Properties, dirigida por Hussain Sajwani. En enero de 2025, Sajwani apareció junto a Trump en una conferencia de prensa en la que se anunció que DAMAC invertiría "al menos" 20.000 millones de dólares (19.390 millones de euros) para construir nuevos centros de datos en todo EEUU.

Los nuevos acuerdos en Omán, Emiratos y Arabia permitirán a la Organización Trump diseñar, gestionar y poner la marca de las torres y del complejo turístico de lujo. Tienen que ver principalmente con la marca, más que con la propiedad, y la familia ganará millones a cambio de utilizar su nombre.

En el caso de Arabia, los Trump también han colaborado estrechamente con LIV Golf, una de las inversiones deportivas más elogiadas y controvertidas del reino. LIV le ha pagado para albergar varios torneos en sus numerosas instalaciones en EEUU. 

Mientras tanto, la propia firma de capital privado de Kushner, Affinity Partners, que es separada de la Organización Trump, ha entablado estrechos vínculos con Arabia y su fondo soberano de riqueza, conocido como el Fondo de Inversión Pública (PIF). Este PIF, presidido por el príncipe heredero saudí y gobernante de facto, Mohammed bin Salman -cerebro del asesinato del periodista Jamal Khashoggi, entre otras violaciones de los derechos humanos-, ha invertido 2.000 millones de dólares en Affinity. 

Otros inversores importantes del Golfo también han puesto dinero en el proyecto de Kushner, entre ellos la Autoridad de Inversiones de Qatar y la gestora de activos Lunate, con sede en Abu Dabi. Kushner también tiene inversiones sustanciales en Israel, particularmente en la compañía de seguros Phoenix Holdings y el Grupo Shlomo. Todo ello justifica que Eric Trump dijera al periódico financiero británico Financial Times: "Sin duda, llevaremos a cabo otros proyectos en esta región. Esta región tiene un crecimiento explosivo y no se detendrá en el corto plazo". 

Donald Trump renunció a todos los roles en sus empresas cuando fue elegido presidente por primera vez en 2016.

Campamento levantado en Khan Younis, Gaza, en una imagen del 19 de octubre de 2023.Ashraf Amra / AP

Todo lo que está mal

La verdad es que ni en los sueños más salvajes de los proisraelíes podría estar que un presidente de Estados Unidos pensase que resolver el conflicto entre Israel y Palestina podría implicar apoderarse de una porción de territorio palestino y desalojar a su población, que es lo que se plantea en Gaza desde la Administración Trump. Hacerlo por la fuerza sería una grave violación del derecho internacional, por lo que se habla de salida "voluntaria" y hasta se exponen razones humanitarias, cuando se le está robando a una población el derecho a permanecer en la tierra reconocida como propia para transformarla por completo. 

Algunos palestinos probablemente optarían por abandonar Gaza y reconstruir sus vidas en otro lugar, hay margen. Desde octubre de 2023, ya lo han hecho hasta 150.000. Pero otros no pueden o no quieren hacerlo, ya sea porque carecen de los medios financieros para ello o porque su apego a Gaza –parte de la tierra que llaman Palestina– es simplemente demasiado fuerte.

Muchos habitantes de Gaza son descendientes de personas que huyeron o fueron expulsadas de sus hogares en 1948 durante la creación del Estado de Israel, un período que los palestinos llaman la Nakba, la palabra árabe que significa catástrofe. La idea de otra más es demasiado dolorosa para muchos y por eso, en estos días, los gazatíes se aferrarán a sus vidas, reducidas a lo poco que queda, con una determinación feroz.

Para los palestinos que sueñan con un Estado propio, junto a Israel, la pérdida de parte de él será como una amputación. Gaza ha estado físicamente separada de Cisjordania desde 1948. Las rondas de negociaciones anteriores, así como la "Visión para la Paz" de Trump de 2020, incluyeron planes para túneles o ferrocarriles que podrían unir ambas.

Ahora Trump básicamente está diciéndoles a los palestinos que renuncien a Gaza de una vez por todas, alentando a los palestinos a irse. No se les dejará moverse dentro, mientras todo se arregla -quién ponga el dinero es otra gran pregunta-. Funcionarios palestinos ya han acusado a Israel en medios locales de bloquear el suministro de decenas de miles de caravanas que podrían ayudar a los habitantes de Gaza a quedarse en las partes menos dañadas del territorio mientras se lleva a cabo la reconstrucción en otras partes. Si la idea es ayudar, se puede empezar por ahí. 

Los países árabes que, según Trump, deberían aceptar hasta 1,8 millones de refugiados de Gaza, principalmente Egipto y Jordania, han expresado su indignación. Ambos tienen suficientes problemas propios sin esta carga añadida. Se espera que el rey Abdalá se lo deje claro a Trump hoy en EEUU, pero el republicano insiste: "Lo harán (...). Les daremos miles y miles de millones de dólares al año, ya sabes", dijo ayer a un periodista. 

Se han discutido varios planes para la gobernanza de Gaza después de la guerra que nada tienen que ver con su planteamiento. En diciembre, las dos principales facciones palestinas, Hamás y Fatah, acordaron formar un comité conjunto para supervisar su administración, un acuerdo que hasta ahora no ha prosperado. Pasó de puntillas en la prensa internacional pero es la primera vez que el partido-milicia accedía a ceder un poder que logró en las urnas, en las elecciones de 2006. 

En otras ocasiones, las discusiones se han centrado en la creación de una fuerza internacional de mantenimiento de la paz, posiblemente integrada por tropas de países árabes. Hay quien piensa aún que Trump, con su plan, lo que está haciendo es justo presionar a los países árabes pudientes para que se impliquen de una vez y pongan dinero y medios en Gaza. Nadie lo sabe, nunca, con Trump. 

El mes pasado, Reuters informó que los Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos e Israel habían discutido la formación de una administración temporal en Gaza hasta que una Autoridad Palestinareformada, que ya tiene control en partes de Cisjordania, estuviera lista para asumir el control. Tel Aviv siempre se ha negado porque compara a la ANP con los terroristas.

EEUU no ha aclarado si se plantea una presencia militar o no en la franja. Ha habido comentarios contradictorios entre Trump y sus portavoces. Aún así, hay que resaltar que ya hay norteamericanos uniformados sobre el terreno porque, como explica la BBC, una empresa de seguridad ha empleado a unos 100 exmiembros de las fuerzas especiales estadounidenses para vigilar un puesto de control vital al sur de la ciudad de Gaza y examinar los vehículos de los palestinos que regresan al norte en busca de armas. También se ha visto personal de seguridad egipcio en el mismo puesto de control. Estas podrían ser las primeras señales tentativas de una presencia internacional ampliada -y posiblemente liderada por Washington- en Gaza.

Algo así requeriría una intervención militar a gran escala en Medio Oriente, que es justo el tipo de cosas que Trump ha dicho desde hace tiempo a los votantes que quiere evitar. Fue uno de sus ejes de campaña, no meterse en más guerras para ahorrar dólares y vidas. Muy cerca está el infierno de Irak, desde 2003. 

Muchas preguntas cuyas respuestas dependen de un presidente volátil, hábil negociador y al que le encanta esconder sus cartas. Nadie sabe hoy realmente lo que le pasa por la cabeza y, si le pasa, cuán serio es. 

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.