Dos años sin paz: la cruda realidad de millones de niños ucranianos que lo dejaron todo para huir de la guerra
Cerca de 630.000 menores de edad han regresado a Ucrania. Lo hacen enfrentándose a "necesidades extremas", como volver a una casa que ahora está "destruida". Una gota más dentro de la factura psicológica que tienen muchos de ellos.
Dos años de dureza, de imágenes crueles, de momentos que pensábamos que no se iban a volver a ver. Más de 730 días en los que los sueños de millones de niños ucranianos se han tenido que volver a reconstruir lejos de los que algún día fueron sus hogares.
Este sábado se celebra el segundo aniversario desde que Rusia decidió adoptar una decisión que lo cambió todo. Su mandatario, Vladimir Putin anunció una "operación militar especial" en Ucrania, con todo lo que ello conllevaba.
Semanas después, las imágenes de los más pequeños abarrotando las estaciones de tren y autobuses junto a sus hermanas, madres y abuelas, porque los varones en edad de servicio tenían prohibido salir del país y debían prestar servicio militar obligatorio, dejaron sin respiración a casi todo el mundo.
Pero dos años después, pese a que el conflicto sigue vigente, la situación ha cambiado para muchos de ellos. Frente a las imágenes de gente abandonando el país, el apoyo militar de las principales fuerzas de la OTAN al Gobierno de Volodimir Zelenski, ha hecho que algunas familias regresen a las que un día fueron sus casas, con más confianza que cuando las dejaron, pero afrontando unas situaciones que podría tacharse de inhumana.
Más de 600.000 niños y niñas ante "necesidades extremas"
Los datos que ha dado a conocer Save the Children son alarmantes. Tras dos años de conflicto bélico, cerca de 630.000 niños, más de 1 de cada 12 miembros de la población infantil que había antes de 2022, sí han podido regresar a casa.
Pero esa vuelta no está siendo ni mucho menos fácil. Todos ellos lo hacen enfrentándose a "necesidades extremas" con las que, cada día, ponen su vida en peligro.
En el análisis hecho público hace unos días por Save the Children, el retorno de estos pequeños les obliga a hacer frente a los medios de subsistencia de sus familias, así como su salud y la preocupante inseguridad a las que están sometidos.
Vicente Raimundo, director de Cooperación Internacional y Acción Humanitaria de Save the Children, reconoce que lo que ocurrió fue algo extraordinario para el mundo y, en concreto, para Europa. "Cruzaron por mares, pasos fronterizos nevados y fueron registrados. La UE activó una normativa que tenía guardada en un cajón. Una Europa que fue efectivamente solidaria", señala.
Recuerda que hay gente "desplazada" que "lo ha perdido todo" y ha optado por "quedarse a las fronteras de Ucrania". "Hay 630.000 niños y niñas que se han enfrentado al desafío de vivir dos años fuera. Primero, un trauma de separación con algunos familiares y, segundo, ahora regresan al lugar donde comenzó la guerra", explica.
Sufriendo cambios "muy importantes"
Vicente Raimundo hace hincapié en la cuestión de si se trata de una decisión segura. "Están enfrentándose a cambios muy importantes. Han decidido regresar y lo que vemos es que, comparado con los niños que se quedaron, lo hacen con más ansiedades y necesidades menos cubiertas", relata.
Este retorno, confiesa, que es "positivo" siempre que sea voluntario, pero no es algo "gratis". "Dejas atrás a tus compañeros en el país en el que estabas, te desinstalas de ese lugar y vuelves a tu país en un momento peor", apunta.
Con todo, reconoce que las personas que optan por volver a Ucrania lo están haciendo tras haber hablado con familiares que seguían en el país y, en algunos casos, iniciando una nueva vida en zonas menos peligrosas.
Vuelta a una casa "destruida"
En el regreso a las que un día fueron sus casas en Ucrania, muchos de los menores ven que sus escuelas están cerradas y estos desplazamientos pueden provocar una importante factura psicológica.
Maryna (nombre ficticio), de 39 años y natural de Kherson, relata a Save The Children cómo huyó con su familia a un pueblo cercano a Mykolaiv en septiembre de 2022. En su vuelta a casa, vio que las ventas estaban destruidas y que su marido se había quedado sin medio de transporte por culpa de las minas terrestres.
"La tierra estaba más o menos bien, pero la casa estaba destruida. Cuando volvimos aquí, no había ningún trabajo porque todo alrededor estaba minado. Al llegar el verano empezaron a reparar la maquinaria que (quedaba), así que a él (mi marido) le pagaban un poco por hora. Ahora, en invierno, no tiene trabajo y nadie sabe si lo habrá en primavera porque las tierras de cultivo no han sido desminadas", ha explicado.
Su hija, Anna (nombre ficticio), de 12 años, ha confesado a la organización sus ganas de volver a casa. "La gente dice: este u oeste, el hogar es lo mejor. (El pueblo donde fuimos) era un lugar mucho mejor y más cuidado. Habrán visto que aquí no tenemos nada. Pero en casa se está mucho mejor", ha señalado.
El peligro de ir a la escuela
Los pequeños que tratan de rehacer su vida lo intentan como si nada pasara, pero, además de la situación del conflicto, la situación en algunas de estas ciudades es devastadora.
Tal y como recoge UNICEF, los enfrentamientos entre tropas rusas y ucranianas han dañado muchas infraestructuras que son fundamentales para los niños y niñas de Ucrania. Hay muchos colegios que no son seguros y dificultan que puedan seguir con su etapa educativa.
Hay cientos de miles de personas sin acceso a agua potable, crece el riesgo a la aparición de enfermedades y cada vez es más complejo acceder a alimentos y medicinas.
Pero los problemas educativos no sólo ocurren en sus países de origen. Sara Collantes, Especialista en Migraciones en UNICEF España, advierte de que en aquellos lugares en los que se han instalado, la mitad de los niños se encuentran "fuera del sistema educativo".
"Hay diferentes razones. Una de ellas es el colapso de los propios sistemas de servicios básicos. Esto no solo pasa con la educación. Estamos viendo que hay problemas de acceso al sistema sanitario y de protección social", explica.
Esa presión asistencial se puede ver producida por la "histórica" cantidad de personas que salieron de Ucrania en cuestión de días. "Los sistemas propios de servicios básicos no estaban preparados para este reto y estamos teniendo que apoyar a muchos países para reforzarlos", señala.
También resalta los inconvenientes a la hora de afrontar problemas de salud mental tanto fuera como dentro de Ucrania: "Cada vez que hay una crisis parecida, sale el mismo titular de generaciones perdidas".
La capacidad de "resiliencia"
Entre tanto cambio, la actitud de los niños y niñas ucranianos refleja una actitud de "resiliencia" que pocos son capaces de imitar. Lilia Mykolayiv, de la Asociación ConUcrania, cuenta que son los que "mejor se adaptan a las diferentes culturas". "Ya tenían una conciencia de todo lo que estaba pasando", ha señalado.
Algunos menores han tenido que dejar su país atrás, han salido "con su familia casi completa", pero también "sin sus padres". "Hemos tenido casos en los que no se adaptaban para nada", justifica.
Respecto a aquellos que se han quedado en Ucrania, destaca que las personas no vuelven a las zonas en las que hay conflicto y que "se van a dónde hay más estabilidad".
"El problema está en que en cualquier momento puede pasar algo. La vida es tan fuerte y resiliente que se han acostumbrado a ese peligro. Un chico nos dijo que cayó una bomba en un restaurante por la mañana y, si puede seguir funcionando, siguen trabajando, como si nada", expone.
Olga, ciudadana de Zaporiyia y vicepresidenta de la asociación Unimos Corazones, reconoce que "la situación es muy dura". "Nos damos cuenta que, ofreciendo ayuda a sus padres para sobrevivir en la guerra, ayudamos a los pequeños", señala.
"La situación es muy dura, porque la guerra continúa. Es feroz, cruel y se mueren cada vez más personas porque hay cada vez más armamento por parte del lado agresor", añade, mientras hace hincapié en la necesidad de seguir aportando ayuda militar a Ucrania para poder defenderse.
"La mayoría de los niños ucranianos tienen aprendizaje online, pero no porque lo quieran, sino por fuerza mayor. Los niños no van a la escuela desde hace meses, porque las sirenas suenan siete horas al día", justifica.
Olga resalta que, en las condiciones que se encuentra, en las que las infraestructuras están cada vez peor por los bombardeos, "cuando se trata de supervivencia, hablar de calidad de la educación es muy complicado".
Todos estos niños luchan cada día por sobrevivir en medio de la barbarie. Una guerra en Ucrania que cumple su segundo aniversario y que, por desgracia para los millones de afectados, no hay visos de que su final esté cerca. Mientras tanto, la población más vulnerable sigue peleando en un día a día cada vez más complejo.