El conflicto empuja a decenas de miles de personas a una crisis invisible en Kivu Sur
Más de 80.000 personas han llegado huyendo del conflicto en la provincia vecina de Kivu Norte en el convulso este de la República Democrática del Congo.
Cuando amanece, Rehema moviliza a los niños. No hay tiempo que perder. Les lleva hasta cinco horas caminar desde Numbi hasta Kalungu, una localidad que conecta las tierras bajas del litoral del lago Kivu con la zona montañosa de los Hauts Plateaux.
Uno de los niños carga al bebé Innocent, mientras que Rehema y los otros dos adolescentes acarrean las mercancías, generalmente sacos de carbón. Dejan Numbi y avanzan a través de las colinas por caminos embarrados a causa de las fuertes lluvias. Atraviesan pastos verdes con ganado y se cruzan con grupos de mujeres que transportan pesadas cajas de cerveza a la espalda sostenidas por cuerdas atadas alrededor de sus frentes.
La localidad comercial de Kalungu se encuentra en un importante cruce de caminos en la región, mientras que Numbi se halla en el corazón de una región aislada donde incluso los motociclistas experimentados tienen dificultades. Aunque Numbi es un lugar remoto y sus habitantes son pobres, la región es rica en coltán, un mineral esencial para la fabricación de productos electrónicos.
El viaje de ida y vuelta de Numbi a Kalungu dura diez horas y, al final, Rehema, de 35 años, está exhausta. "Es agotador porque hay muchas colinas empinadas", dice. Rehema que gana solo 3.000 francos congoleños al día (1,20 euros) por este trabajo. Con ello cubre el alquiler de la pequeña habitación de adobe en Numbi donde se refugia la familia. Por el techo, cubierto con láminas de plástico, palos y vegetación, se cuela el agua cuando llueve. "Con el dinero que me sobra, compro maíz", añade Rehema. “Si aún me queda algo más, compro jabón. Me vuelvo loca pensando que mis hijos pueden pasarse toda la noche sin haber comido”.
Escalada del conflicto
Rehema llegó a Numbi tras huir de la intensificación del conflicto en la vecina provincia de Kivu Norte, que ha obligado a alrededor de un millón de personas a abandonar sus hogares durante el último año. La mayoría se ha refugiado en otras áreas de la provincia, particularmente en las afueras de la capital, Goma, pero desde principios de 2023 unas 80.000 personas también han llegado a Kivu Sur según las autoridades locales. Alrededor de un tercio de ellas, como Rehema y su familia, se han refugiado en la zona de los altiplanos conocida como Hauts Plateaux.
"Habíamos oído que había combates, pero no pensábamos que llegarían a [nuestra localidad de] Rubaya", dice Rehema. "Un día de febrero vi a militares bajar por la colina y hubo disparos. No quise esperar a que llegara la violencia. Cientos de personas nos marchamos. No pude llevar nada conmigo, solo a mis cuatro hijos".
Las personas desplazadas que se refugian en Numbi son, en gran medida, invisibles para el observador externo, en parte debido a la falta de atención que se presta a esta crisis, pero también porque en su mayoría viven con familias locales o alquilan habitaciones pequeñas, en lugar de vivir en campos informales. Pero a pesar de su falta de visibilidad, sus necesidades son importantes, mientras que la asistencia humanitaria que se les ha proporcionado hasta ahora ha sido insignificante.
“Las personas desplazadas viven en condiciones extremadamente precarias, agravadas por la falta de espacio, una higiene inadecuada y un acceso insuficiente a alimentos”, afirma Ulrich Crépin Namfeibona, coordinador de emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Kivu Sur. “Estos factores en su conjunto les hacen muy vulnerables a las enfermedades”. MSF ha lanzado una respuesta de emergencia con foco en áreas donde la asistencia humanitaria es inexistente.
Camas de hospital atestadas
El hospital de Numbi, que ahora recibe apoyo de MSF, está saturado de pacientes después de que en las últimas semanas se produjera una explosión de casos de sarampión en la zona de salud de Minova. Hay tres o incluso cuatro niños por cama en la mayoría de las habitaciones del hospital, pese a que recientemente se aumentó la capacidad. Además de los pacientes con sarampión, los equipos de MSF están viendo un gran número de coinfecciones y un aumento significativo de casos de desnutrición.
"Mi hijo menor está enfermo de sarampión y fue ingresado en el hospital de Numbi hace tres días", dice Maniriho, de 20 años, quien fue derivada aquí por el centro de salud de Lumbishi, un pueblo a pocos kilómetros de distancia. "Es el tercero de mis hijos en contraer esta enfermedad. Vine porque el servicio es gratuito. Busqué una moto, pero fue imposible encontrar un conductor ya que la carretera está en muy mal estado debido a las fuertes lluvias. Tardé un día en llegar al hospital".
Maniriho proviene de Masisi en Kivu Norte y llegó a los Hauts Plateaux en marzo, poco después de que mataran a sus padres. Ahora se aloja en una pequeña habitación en el pueblo, junto con su esposo y sus cuatro hijos. "No recibimos ningún tipo de asistencia, aparte de la que proporciona la iglesia", asegura. "Creo que será muy complicado regresar a casa pronto debido a la inseguridad".
Cerca se encuentra Josephine, de 32 años, una viuda con siete hijos de Walikale, en la provincia del norte. Su hijo más pequeño, Valentin, fue diagnosticado con malaria y sarampión, pero después de seis días en el hospital, está mejorando y comienza a comer nuevamente. "Al principio pensé que era una malaria simple y yo misma le di algunos medicamentos", explica, "pero no mejoraba, así que vine al hospital".
Josephine y los niños tardaron alrededor de un mes en llegar a pie a Numbi después de huir de la violencia en Kivu Norte. "Los niños sufrieron mucho, sus piernas estaban hinchadas", relata. "Por el camino un grupo armado nos lo quitó todo. Ahora todo lo que tengo es lo que llevo puesto. Aquí, MSF proporciona a los pacientes comida y jabón, pero después de que nos den de alta, no tendremos apoyo", dice en voz baja, entrecortada por las lágrimas.
Un ciclo constante de violencia y desplazamiento
El reciente conflicto en Kivu Norte ha agravado un ciclo de violencia y desplazamiento que ha sido casi constante durante las últimas tres décadas en la franja oriental de la República Democrática del Congo (RDC), donde decenas de grupos armados con diferentes intereses y afiliaciones políticas luchan entre sí, contra o al lado de las fuerzas armadas congoleñas, con alianzas que cambian con el tiempo.
Birandala y Riziki, una pareja en la cincuentena, lo saben muy bien. Durante los últimos 25 años han tenido que huir de su hogar cinco veces, cada vez comenzando desde cero en algún lugar nuevo.
“Cada vez que huimos, siempre hemos tenido que empezar desde cero”, dice el marido, Birandala. “Cuando dejas todo atrás, lo más importante es tener buena salud, alimentación y un lugar donde dormir. A veces hemos pasado varios días sin comida ni agua, hasta tal punto que pensé que me volvería loco. Lo que nos da fuerza es el amor que tenemos el uno por el otro y por nuestros hijos. Si pudiera enviar un mensaje al mundo, sería que necesitamos paz".