Cómo afecta a Hizbulá la explosión masiva de sus 'busca' y cómo puede responder
El partido-milicia libanés ha sufrido un golpe devastador del que acusa a Israel, por más que Tel Aviv no lo reivindique. Además de perder a miles de miembros, sus debilidades han quedado al descubierto. Promete una "represalia adecuada".
Chutzpah es una palabra hebrea de difícil traducción. Es audacia, pero mezclada con cierto descaro o, directamente, cara dura. Implica coraje, pero también picardía y una formidable confianza en uno mismo. Es un término que se repite en estas horas en redes israelíes al hablar de la operación contra el partido-milicia Hizbulá, ayer, en Líbano, cuando 5.000 buscapersonas estallaron al unísono, causando al menos 12 muertos y unos 3.000 heridos, 200 de ellos críticos. Una andanada que este miércoles ha tenido una segunda tanda, esta vez sobre los walkie-talkies del grupo, que por ahora deja otros 14 muertos y más de 450 heridos.
Para algunos es una proeza, un logro sin igual del Mossad, el servicio de inteligencia de Israel, al que señalan medios internacionales como la CNN, alalimón con las Fuerzas Armadas del país, por más que no haya reivindicación oficial. Para otros, un atentado en toda regla en el que, además de milicianos, han muerto civiles: que se sepa, al menos dos niños y un sanitario.
La situación es única. Pocas veces se está ante un golpe tan calculado y fino y, sobre todo, que genere tanto miedo y tanta confusión en unos segundos. Las escenas son impactantes: decenas de personas llegando a la vez a los hospitales con heridas en la cabeza, los ojos, los brazos, las caderas... sobre todo en las ciudades de Beirut, Tiro y Hermel, aunque se han contabilizado también 14 heridos en Siria, donde el Partido de Dios, musulmán chií, apoya a la dictadura de Bashar el Assad.
Hace ya un año que el líder de Hizbulá, Hasan Nasrallah, pidió a su gente que fuera especialmente cuidadosa con sus teléfonos móviles para evitar la geolocalización por parte de sus enemigos, Tel Aviv el primero, pero su empleo ya era testimonial. Los mensáfonos y walkie-talkies eran, realmente, su verdadera arteria de comunicación y la han perdido. Su fragilidad ha quedado expuesta, se le han visto las vergüenzas y se ha dejado en el camino a miles de miembros, desde mensajeros a personal de nivel medio y alto, según la prensa local. Incluso aunque sus lesiones no sean mortales, son catastróficas: muchas amputaciones y mucho daño cerebral, porque antes de estallar, los busca sonaron o zumbaron, con la intención de que sus dueños los cogieran y se los llevaran a la oreja. Sin contar los daños en los genitales de quienes llevaban los aparatos en los bolsillos y que son la chanza favorita en los grupos de mensajería israelíes.
El ministro de Salud Pública de Líbano, Firass Abiad, ha confirmado a la BBC que "la gran mayoría" de los heridos atendido tenían ropa civil, por lo que "es muy difícil discernir si pertenecen a una unidad determinada de Hizbulá". Constata que entre las víctimas que pudo ver por sí mismo había "no pocos" ancianos y menores de edad.
Hizbulá pierde así su red privada para dar órdenes, pierde fuerza de trabajo y pierde, fundamental, confianza. El golpe aparentemente obra de Israel es un mazazo moral considerable. Han sido alcanzados en todos lados, en sus oficinas y en sus motocicletas y en sus hogares, en distintos puntos del país y cruzando la frontera, incluso han sido atacados dos días seguidos, en dispositivos distintos, y a saber qué más vendrá, y eso preocupa más que todas las hipótesis del estallido y que, desde luego, dan para una novela de espías.
Por ahora, parece descartado el sobrecalentamiento buscado de los aparatos y cobra fuerza la idea de que se manipularon en algún punto de la cadena de suministro, con paciencia, poniendo la carga explosiva y dejándola latente. La empresa taiwanesa Gold Apollo ha informado que autorizó su marca en los beepers, pero que los fabricó otra empresa con sede en Budapest.
Israel habría estado esperando el momento ideal para atacar, con la carga explosiva durmiente, de mano en mano, de bolsillo en bolsillo, de oreja en oreja. Silenciosas bombas de relojería. El momento que, pese a los hechos, no era este, sostienen Axios y Al Monitor, que citando fuentes de inteligencia indican que Israel tenía preparado este ataque como primera fase de uno mayor, que posiblemente fuera encadenado con otros más, para más adelante. "Un golpe sorpresa inicial en una guerra total para tratar de paralizar a Hizbulá", indica el primero de los digitales. Si ayer pulsó el botón rojo fue porque varios altos funcionarios temían en los últimos días que los libaneses descubrieran el plan. "Era el momento de usarlo o perderlo", resumen.
La única reacción hasta ahora de Israel es un comunicado en el que el Ejército israelí dice estar evaluando la situación tras la explosión. "En este punto no hay cambios en las directrices del Comando del Frente Interior. Se debe mantener la vigilancia, y cualquier cambio en la política se anunciará de inmediato", se lee en la castrense, que no menciona directamente Líbano ni al grupo chií ni expresa condena o lamento alguno. El mismo martes, el Gobierno de EEUU aseguró que "no estuvo involucrado" en la explosión de cientos de aparatos buscapersonas y que tampoco tenía conocimiento previo del incidente; también evitó señalar a Israel, su gran aliado, como responsable.
Hizbulá necesita ahora reconstruir su sistema de comunicaciones, lo que no le llevará horas, sino muchos días, y sabe que cualquier movimiento por una vía no habitual está expuesto a riesgos. No obstante, analistas como Nicholas Blanford, del Atlantic Council, han explicado en medios como la BBC que "es posible que oficiales de rango mayor no se hayan visto afectados porque simplemente no llevaban dispositivos de comunicación, ya que dependen de mensajeros". Sobre todo, prima el desconcierto por el número de heridos, la variedad de empleados que se pierden y la interrupción de unos contactos esenciales cuando se vive una crisis constante con Israel desde octubre del pasado año, 11 meses de violencia que no tenía parangón desde 2006.
¿Qué va a pasar ahora?
¿Qué va a pasar ahora? Hizbulá ha señalado directamente a Israel, como lo ha hecho el Gobierno de Beirut, y ha prometido responder a la "masacre". Garantiza que dará una réplica "específica" y "apropiada" y anuncia que proseguirá sus "operaciones para apoyar a Gaza, su gente y su resistencia", pero obviamente no indica ni el tiempo ni la forma de sus nuevos planes. No puede no responder o parecerá perdido. Los ataques lo han ridiculizado, además de dejar al descubierto a muchos miembros de su organización, a múltiples niveles. Si hasta el embajador de Irán en Beirut ha pedido un ojo. Mucho destapado, mucho por explicar.
Naciones Unidas o Estados Unidos han pedido ya que no haya una escalada de tensión en la zona, porque siempre se corre el riesgo de convertirla en un conflicto abierto regional, dadas las alianzas de unos (Hizbulá es amigo de Irán, de Hamás o de los hutíes de Yemen) y las enemistades de otros (Israel pelea contra todos los demás). La coordinadora especial de la ONU en Líbano, Jeanine Hennis-Plasschaert, no ha podido ser más clara: "la escalada es preocupante en un contexto ya de por sí inaceptablemente volátil".
Hizbulá comenzó a atacar a Israel después de que éste lanzase su ofensiva sobre Gaza el pasado 7 de octubre, horas después de que Hamás cometiese la mayor matanza de la historia en su territorio. Desde entonces, las idas y venidas de ataques a los dos lados de la frontera han sido constantes. Se calcula que más de 570 personas han muerto en Líbano en estos meses de choques, de los que al menos 150 serían civiles, no milicianos. En el lado israelí, hay 26 civiles muertos, más 23 soldados. Se calcula que hay casi 150.000 personas que a los dos lados de la frontera han tenido que dejar sus casas por los ataques (unas 90.000 en Líbano y unas 60.000 en Israel).
El partido-milicia está bien equipado, en buena parte vía Teherán, por lo que una represalia suya podría no ser menor. Sostiene el washingtoniano Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés) que es "una de las fuerzas militares no estatales más fuertemente armadas del mundo". Su trayectoria en Líbano y la ayuda exterior, perenne, le ha llevado a tener 100.000 combatientes, según cifras de Nasrallah que Estados Unidos reduce a la mitad. El CSIS, con sus investigaciones independientes, entiende que tiene actualmente 30.000 milicianos en activo y 20.000 en la reserva, todos ellos bien formados y al día.
El informe de situación, firmado por Seth Jones, exalto funcionario del Departamento de Defensa de Estados Unidos, destaca que Hizbulá tiene entre 120.000 y 200.000 cohetes y misiles. Un arsenal incomparable con cualquier otra milicia y muy fácilmente recuperable gracias a la ayuda de Teherán. La mayor parte de su arsenal se compone de pequeños cohetes de artillería tierra-tierra no guiados, pero también aspira a tener tener misiles antiaéreos y antibuques, así como guiados capaces de atacar profundamente dentro de Israel. "Con fuerzas asociadas y proxy iraníes activas en Líbano, Siria, Irak y otros países de la región, la amenaza de Nasrallah podría empeorar con el tiempo, en lugar de mejorar", avisa.
El líder de la milicia, Nasrallah, comparecerá mañana en televisión -nadie sabe dónde se encuentra y físicamente lleva tiempo sin mostrarse- y se espera extraer algunas pistas de sus palabras sobre lo que puede venir. Hasta ahora, en estos meses tensos, las réplicas del grupo han sido limitadas, mesuradas, calculadas, en un intento de evitar el descontrol de un choque mayor con Israel. No ha dejado nada sin replicar, por lo que ha sido un tiempo de tensión constante, pero la dinámica violenta se ha ido encajando en la rutina de las dos sociedades. Ahora, sin embargo, "no hay certezas de que actúe de la misma manera, porque ha quedado expuesto y humillado", como escribe el especialista en seguridad y defensa Amos Harel en el diario israelí Haaretz.
Sostiene que, pese al oscurantismo de estas horas, hay confirmación de que hay unidades operativas del partido-milicia que han sido "completamente penetradas" y "severamente dañadas", según sus fuentes, por lo que ha aumentado la "sensación de inseguridad" dentro de la organización y también se ha "erosionado" su sistema de comando y control, en el futuro inmediato y en el cercano.
Ir a por todas contra Israel no es sencillo porque ahora, dice Harel, Hizbulá tiene que hacer un esfuerzo defensivo, al quedar expuesto. Debe detectar las lagunas de seguridad que dieron lugar a las explosiones y al soplo a Israel de que estaban a punto de dar con el plan, tendrán que identificar a los responsables y hacer una seria investigación interna. Todo eso lleva tiempo y esfuerzo, complicado de compatibilizar con un ataque en caliente. Pero respuesta habrá. Es demasiado sensible el asunto. Puede que no sea inmediato su paso, pero es prácticamente indiscutible que lo dará. Y su arsenal es más amenazante que el de Hamás.
¿Y qué pretende Israel?
La otra pregunta es si Israel buscará una ofensiva mayor tras este golpe. "Uno tiene la impresión de que Israel está esperando la respuesta de Hizbulá", escribe el especialista en seguridad. Y es que nos acercamos al primer aniversario de la guerra en Gaza, incapaz como ha sido el primer ministro, Benjamin Netanyahu, de acabar con Hamás en este tiempo. La presión para que acabe la agresión y los rehenes que quedan en la franja (más de un centenar) regresen a casa se multiplica. Es verdad que las acciones puntuales contra intereses de Hizbulá, Hamás o Irán han subido la popularidad del mandatario, pero las protestas en las calles sigue.
Empezar otra guerra total complica las cosas, más aún cuando justo esta semana ha indicado como una prioridad defensiva regresar a sus casas a los desalojados en el norte del país, diana de los ataques de Hizbulá. Las Fuerzas Armadas de Israel llevan mucho tiempo queriendo retirar a sus milicianos al norte del río Litani, donde el alcance de sus proyectiles sería mucho menos dañino -aunque su arsenal, gracias a Irán, ha mejorado en los últimos años-, pero eso supondría invadir Líbano, llevar fuerzas a la zona de separación que custodia la ONU y donde los israelíes no ponen el pie desde 1982. Es complicado mover a tantos milicianos, tantos arsenales, para tener esa zona de amortiguación, además de que en el proceso de violaría la soberanía de un estado. ¿Una invasión, nadie sabe por cuánto tiempo, comprometiendo más medios y efectivos? No parece muy realista.
En las últimas semanas se habían levantado voces en el Gobierno de Netanyahu apostando por una cosa y la contraria: los militares preferían ser cautos, acabar primero con Gaza y no tener que enfrentar dos fronteras en guerra plena, cuando además hay muchos efectivos desplazados a Cisjordania, un cerco que les está dejando exhaustos en fuerzas. Los grupos nacionalistas, en cambio, reclaman más mano dura contra Hizbulá. El primer ministro, dice la prensa nacional, también era partidario de una "guerra total". Por ahora, ya lleva dos ataques en días consecutivos.
Netanyahu, esta misma semana, dijo ante un alto funcionario de EEUU que haría "lo que fuera necesario" para frenar a su rival del norte. No obstante, no hay señales de que se estén concentrando más uniformados o más medios en la zona, como para continuar con más ataques en cascada, tras el de los busca y los walkie-talkies.
El mandatario, en mitad de todo esto, ha estado además jugando con las fuerzas y contrafuerzas de su Ejecutivo, con negociaciones con Gideon Sa'ar, un exministro suyo hoy líder del partido Nueva Esperanza (liberal) para que él y tres miembros de su formación se sumen a su bloque de emergencia, debilitado por los últimos abandonos. Las negociaciones se suspendieron el martes por un "asunto urgente de seguridad". En cualquier caso, en estas horas sale fortalecido: ha dado un gran golpe a Hizbulá y la oposición se acerca a sus postulados.
Mairav Zonszein, del International Crisis Group, recuerda en Al Jazeera que ganar en todos los frentes es complicado, y que más allá del ataque con los mensáfonos hay una vía aún inexplorada para que no sea necesaria ni una escalada ni más tensión: es que haya un alto el fuego en Gaza. Tanto los libaneses como las otras fuerzas proxy de Irán han dicho que si para la agresión a la franja palestina (donde ya van más de 41.200), ellos cesarían sus agresiones a Tel Aviv. "Sin el alto el fuego, no está claro cómo planea Israel reducir la escalada o si Netanyahu está tratando, de hecho, de provocar una guerra más amplia", indica la experta.
El primer ministro se aferra a la situación de crisis y trata de contentar a sus socios más radicales para que no dejen de apoyar su gabinete. Si cae, dejará de estar protegido ante las investigaciones judiciales en su contra por supuestos delitos de soborno, fraude y abuso de confianza.