Buenas palabras, fotos, sospechas y un acuerdo... sin fecha: cómo ha cambiado el discurso OTAN-Ucrania hasta la Cumbre de Vilna

Buenas palabras, fotos, sospechas y un acuerdo... sin fecha: cómo ha cambiado el discurso OTAN-Ucrania hasta la Cumbre de Vilna

Durante años, pero especialmente en los últimos 500 días, se han sucedido las declaraciones sobre la posible entrada de Ucrania en la alianza. Ahora se pasa de las palabras a los hechos (a medio consumar).

Volodimir Zelenski guiña un ojo a la prensa tras su comparecencia junto a Jens Stoltenberg en la Cumbre de la OTAN en VilnaArtur Widak vía Getty Images

"El futuro de Ucrania está en la OTAN". Pero no hoy ni pronto. La declaración literal de Jens Stoltenberg en la Cumbre de Vilna resuena tan fuerte como su posterior matización. Hay acuerdo, un pacto embrionario que abre la ansiada puerta de la alianza atlántica a Volodimir Zelenski, lo que no hay es fecha, para desesperación de este.

Cambia todo, aunque en la práctica no cambia nada. Porque con la firma del acuerdo entre todos los miembros de la OTAN se empieza a cerrar un camino de décadas, con la fecha central de 2008, en la Cumbre de Bucarest que quedó en nada. Entonces la OTAN no respondió a la peticion de iniciar un plan de acción para la adhesión, el MAP por sus siglas en ingles del que ahora se ha vuelto a hablar en versión actualizada. 

Antes de que se lleve a la práctica, Ucrania debe cumplir unas "condiciones" que abarcan reformas democráticas, económicas y de seguridad, empezando por la primera y más urgente: "Ganar la guerra". Mientras dure la guerra no habrá admisión, ha dejado claro el secretario general.

La (sí pero no) relación entre partes, iniciada lustros atrás quedó abandonada en un cajón entre crisis internas hasta que, en 2014, Rusia se anexionó ilegalmente Crimea. Kiev reactivó la cuestión, iniciando un proceso de cambios legales para un acercamiento que se hizo evidente con la llegada de Volodimir Zelenski al gobierno en 2019. 

Y con la guerra iniciada el 24 e febrero de 2022, el objetivo se volvió recurrente e indispensable para Ucrania, en paralelo al objetivo de entrar en la Unión Europea. 500 días después, y en una guerra sin solución cercana, hasta un 89% de los ucranianos apoyan el ingreso en la OTAN, según una encuesta del Instituto Internacional de Sociología de Kiev (KIIS) del pasado 30 de junio. El porcentaje se mueve entre el 79% en el este, zona del Donbás, hasta el 93% en el oeste. La otra cara de la moneda es Rusia, que insiste en recurrir a la 'coartada' del acercamiento ucraniano a la OTAN como casus belli para amparar su ilegal invasión. 

Tres actores y tres discursos enfrentados que fueron evidentes desde el primer momento. La OTAN no iba a dar ese paso y Ucrania sintió el golpe de realidad en cuestión de semanas.

Inmerso en las primeras negociaciones de paz con Rusia, Zelenski tuvo que pedirle a su pueblo que asumiese que "Ucrania no es miembro de la OTAN". "Lo entendemos. Somos gente comprensiva. Durante años hemos escuchado que las puertas estaban supuestamente abiertas, pero ya hemos visto que no podemos entrar”, unas palabras lanzadas el 15 de marzo.

Cuestión de prioridades

El apoyo de la Organización del Tratado Atlántico Norte iba a ser otro. Por un lado, como suministrador de recursos militares (armamento, vehículos y tecnología avanzada, nunca soldados) y como constante altavoz de mensajes de apoyo. "Estamos con vosotros" fue una frase recurrente en aquellas semanas, aunque no fuera del todo cierta. Contraste directo con la política de "puertas abiertas" evidenciada en cuanto Finlandia y Suecia pidieron sitio dentro del selecto club de aliados.

Las dos 'velocidades' se hicieron aún más evidentes en la histórica Cumbre de Madrid, en la que la OTAN firmó un nuevo Concepto Estratégico de Seguridad, un documento clave en el funcionamiento de la alianza. 30 líderes mundiales dando la bienvenida a los nuevos 'amigos' nórdicos y expresando su "apoyo" a Ucrania pero dejando de lado su posible membresía.

"Toda democracia en Europa tiene derecho a solicitar ser miembro de la OTAN y nuestras puertas siguen abiertas [...] pero la posibilidad de entrar es algo que se tiene que tomar en consenso", reconocía el mandatario noruego en septiembre de 2022. Por entonces, el "enfoque principal" en el cuartel general atlántico era "ofrecer ayuda inmediata a defenderse de la brutal agresión rusa". No era el momento de hablar de miras más altas en otra dirección.

Pasaba el tiempo y la postura oficialista no salía de ese "no es el momento". Ni siquiera en comparecencias conjuntas, telemáticas o presenciales, como ocurrió en abril de 2023, cuando por primera vez en más de un año de guerra y de forma sorpresiva Stoltenberg pisó Kiev. Desde la capital aseguró que "la OTAN está con Ucrania". "Estuvimos a vuestro lado tras la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia en 2014 y estamos a vuestro lado hoy, en vuestra heroica lucha contra los invasores rusos y en defensa de vuestro país", apuntó.

Las puertas seguían sin abrirse.

Cambio de paradigma

A esas alturas el conflicto había entrado en una fase estancada, en previsión de los frutos que pudiera deparar una contraofensiva nacional que aún no ha surtido un gran efecto. En paralelo, la diplomacia devolvía el foco otra vez a la posible membresía, con una nueva oleada de declaraciones y presencias de Volodimir Zelenski en numerosos foros internacionales. Y, en el lapso de unas semanas, las puertas atlánticas comenzaron a abrirse de verdad. Un cambio de opinión que Stoltenberg justifica ahora por la situación "extremadamente difícil" del país aspirante.

El último y gran encuentro ha llegado este miércoles en Vilna. Allí se presentó Zelenski con un discurso muy crítico contra lo "absurdo" de los planes OTAN y de allí sale vendiendo el "éxito" de la cumbre. Hasta tres conquistas que celebrar de cara a su pueblo: más apoyo militar a medio y largo plazo, un "paraguas de seguridad" del G7 (conformado por seis miembros de la alianza más Japón) y una promesa que, ya sí, existe 'negro sobre blanco'. 

"Hoy nos reunimos como iguales, anhelo el día que sea como aliados", reconocía satisfecho Jens Stoltenberg desde la capital lituana. Ese día ha comenzado a tomar forma muchos años después.

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Miguel Fernández Molina (Sabiote, Jaén, 1987) es periodista licenciado por la UCM. Trabajó ocho años en el medio digital 'Mundotoro' antes de llegar a 'El HuffPost', donde ejerce de responsable de cierre y escribe sobre deporte, internacional y política, entre otros campos. Puedes contactar con él en miguel.fernandez@huffpost.es