Bastan tres palabras para definir el buque insignia de Rusia
El portaaviones Almirante Kuznetsov, buque insignia de la armada rusa, encarna los desafíos que enfrenta su poder naval. Un gigante del acero, símbolo de las ambiciones marítimas rusas, pero con problemas, puesto bajo la lupa de expertos.
La revista especializada Armées, de referencia en el sector, ha elaborado un informe sobre el portaaviones Almirante Kuznetsov, buque insignia de la armada rusa, que constata el poderío de esta obra de ingeniería y desvela una historia de fracasos y triunfos muy especial.
Diseñado en los últimos años de la Unión Soviética, debía encarnar el poder naval ruso en los océanos. Y sin embargo, al entrar en servicio, el barco reveló graves deficiencias técnicas, recuerdan sus expertos. Su construcción, marcada por las prisas y la falta de recursos, generó multitud de problemas crónicos: "sistemas de propulsión poco fiables, electrónica obsoleta, condiciones de vida "deplorables para la tripulación o capacidad de aire limitada", son algunos de ellos.
Estos defectos de diseño "rápidamente convirtieron al almirante Kuznetsov en el hazmerreír de las armadas occidentales", sostiene el informe, firmado por Laurène Meghe. "Lejos de ser la punta de lanza esperada, el portaaviones se ha convertido en una costosa carga para la marina rusa. Su uso de petróleo como combustible, una tecnología obsoleta, hace que sea fácilmente detectable en el mar gracias al espeso humo negro que desprende", expone.
A pesar de estos problemas, Rusia "se aferra" a su único portaaviones, símbolo de su condición de potencia naval que lucha por mantener. Esta "obstinación" recuerda los desafíos que enfrentan otras naciones, como Francia, "que a veces tiene que gestionar retornos de emergencia de sus submarinos nucleares".
Armées explica que el episodio "más revelador" de las limitaciones del buque tuvo lugar durante su despliegue en el Mediterráneo durante la guerra civil siria. Esta misión, que debía demostrar la capacidad de proyección de poder de Rusia, se convirtió en un "auténtico fiasco", también dan las razones de su afirmación: hubo averías mecánicas recurrentes, que llevaron a tener una menor velocidad de crucero; lanzaba un humo negro que se veía a muchos kilómetros, desvelando fácilmente su posición, y también perdió dos aviones de combate, comprometiendo la eficiencia de la operación.
El "colmo de la humillación" se alcanzó cuando la VI Flota estadounidense recibió la orden de seguir al portaaviones ruso, no por miedo a sus capacidades militares, sino para rescatarlo en caso de que se hundiera. "Esta grotesca situación ilustra cómo el portaaviones Almirante Kuznetsov se puede resumir en tres palabras: obsoleto, problemático y caro", zanja el medio.
Su papel, hoy
Hoy, el Almirante Kuznetsov está inmovilizado en dique seco y su tripulación ha sido trasladada al frente ucraniano. Su futuro sigue siendo incierto, entre una costosa modernización y un desguace permanente. Esta situación plantea dudas sobre el futuro de la armada rusa y su capacidad para competir con las flotas occidentales.
Paradójicamente, mientras Rusia lucha por mantener su único portaaviones, otras naciones están invirtiendo masivamente en sus capacidades navales. Por ejemplo, Naval Group acaba de firmar un contrato para cuatro submarinos con los Países Bajos , lo que ilustra el dinamismo del sector naval en algunos países europeos.
La historia del almirante Kuznetsov refleja los desafíos más amplios que enfrenta Rusia en su búsqueda del estatus de superpotencia. Entre ambiciones excesivas y realidades económicas restrictivas, el país de Vladimir Putin debe repensar su estrategia naval para esperar mantenerse en la carrera contra armadas occidentales tecnológicamente más avanzadas.