Assad, sin guardia: por qué el ejército sirio no salió en su auxilio frente a los rebeldes
El avance rebelde hasta Damasco cuajó por méritos propios pero, también, por el desgaste brutal de unas Fuerzas Armadas que acumulaban años de mandos débiles y adelgazamiento. La certeza de que ningún aliado exterior ayudaría fue clave.
El mundo sabía de la debilidad del régimen de Bachar al Assad. El dictador sirio aguantaba pertrechado en su trono, confiado en el apoyo exterior menguante que aún le proporcionaban Rusia, Irán y Hizbulá, y en el enquistamiento de la situación de los rebeldes, que no parecían avanzar. Si no lo tocaban, no se caía.
Pero lo tocaron. Los grupos del sur, del noroeste y los kurdos se pusieron de acuerdo y acabaron en 11 días con una guerra de 13 años. Dicen que llevaban un año planeando el ataque y que el desgaste de los amigos foráneos de Assad los animó a dar el paso. Todo eso ya lo están explicando en entrevistas a la prensa internacional, contando a la vez sus planes para la nueva Siria. Pero no ganaron solos. Se impusieron, organización y táctica aparte, porque el Ejército Árabe Sirio, el oficial, dejó de sostener al régimen.
Hasta los observadores más cercanos del conflicto en Siria están sorprendidos. Assad pasó de amenazar a los disidentes con "aplastarlos" por "terroristas" a verse solo, sin su guardia. Sus soldados sólo presentaron cierta resistencia en los primeros días del levantamiento, apoyados por los bombardeos rusos -clave en mantener las cosas como estaban desde 2015-. Pero una vez que Moscú aflojó y los rebeldes avanzaban, nadie se mantuvo en sus puestos. Ni protegieron al presidente ni tomaron el poder para mantener las estructuras de los últimos 50 años largos. Bajaron los brazos. La pregunta es por qué.
Un poco de contexto
¿Hablamos acaso de un ejército menor? No es el caso. Siria ocupa el sexto lugar en el mundo árabe y 60 a nivel internacional en términos de fuerza militar, si tenemos en cuenta su número de efectivos, su equipamiento y factores logísticos, según recoge el Índice Global de Potencia de Fuego de 2024, que revisa a 145 países.
El ejército sirio ha estado formado hasta ahora por un gran número de soldados apoyados por fuerzas paramilitares y milicias, y en su arsenal hay una mezcla de equipo soviético en ruinas y otro más moderno procedente de aliados como Rusia. Tiene más de 1.500 tanques y 3.000 vehículos blindados, así como artillería y sistemas de misiles, según el citado estudio.
En términos de poder aéreo, Siria dispone de cazas, helicópteros y aviones de entrenamiento, y cuenta con una modesta flota naval, así como varios aeropuertos y puertos vitales como Latakia y Tartus.
Según datos de 2011, Siria tenía como personal activo 304.000 hombres, más 450.500 en la reserva. Disponibles para servicio militar eran 9.939.661 sirios, sobre más de 23 millones. No obstante, ya al inicio de la guerra civil, se calcula que perdió 300.000 efectivos (militares regulares y milicianos que los ayudaban) en los primeros años, cifra que los grupos opositores elevaban a la mitad de sus miembros actualmente, entre los combatientes muertos o heridos, los que se pasaron a la disidencia y los que escaparon de Siria.
Los agujeros
Yezid Sayigh, investigador principal del Malcolm H. Kerr Carnegie Middle East Center, explica que los factores de esa separación entre líder y ejército son múltiples, con un mismo resultado: la "degradación de la cohesión y la preparación militar" en los últimos años. Su enumeración es larga: se ha trasladado a decenas de miles de oficiales y soldados a la reserva, se ha reducido notablemente el nivel de vida tanto del personal activo como de los reservistas, la corrupción generalizada ha acabado hasta en "malversación de salarios" y un "suministro de alimentos deprimente" en las bases y cuarteles, todo lo cual a llevado a los uniformados, alauitas en su mayoría como el propio Assad, a defraudarse.
Muhsen al-Mustafa, investigador del Centro Omran de Estudios Estratégicos, ha elaborado un detallado informe en el que calcula que el régimen dio de baja a casi 25.000 soldados del servicio de reserva entre 2023 y mayo de 2024, mientras que a otros 3.000 oficiales también se les permitió terminar su servicio activo. Este proceso ha dado como resultado un ejército más pequeño, con menos remanente al que recurrir en caso de emergencia y, además, con muchos de sus oficiales más veteranos fuera de cuadro. Con el cese de todas las operaciones importantes en 2020, muchas brigadas del régimen fueron trasladadas gradualmente de nuevo a sus bases y sus soldados se incorporaron parcialmente a la vida civil.
"Igualmente importantes han sido, sin duda, los factores que han socavado aún más la moral: el cambio doctrinal hacia oficiales no combatientes que comandan desde la retaguardia y la conmoción de saber que el tipo de asistencia militar de Rusia, Irán y Hizbolá que fue clave para la supervivencia del régimen anterior no llegaría esta vez", añade el investigador palestino.
Numerosos informes han indicado que los salarios de los soldados del ejército de Al Assad era bajos y que equivalían a entre 15 y 17 dólares, una cantidad muy pequeña que "no alcanza ni para tres días", dice la BBC. Las sanciones internacionales han afectado gravemente a toda la población y también, sensiblemente, a los militares, por lo que hasta su estado psicológico era difícil. Pero todo eso a Sayigh le parece aún poco. Hay algo más en este abandono masivo. No se quedaron más que lo llevaron a escapar al aeropuerto, para luego desaparecer.
Le encuentra una razón y se va al pasado reciente para exponerla. "La preocupación por la amenaza de levantamientos populares no abrió una brecha entre Assad y el ejército en 2011-2012, pero su disposición a abandonar a su suerte a prácticamente todos los sectores sociopolíticos del régimen parece haber erosionado uno de los principales legados del gobierno de su padre Hafez en 1970-2000".
Esto incluía, dice, "una gran clase campesina diezmada por el desplazamiento en tiempos de guerra y la pérdida del crédito estatal, y un sector empresarial sujeto a reiteradas extorsiones y adquisiciones predatorias". Assad, fundamentalmente, "parece haber roto un pacto implícito con una comunidad alauita que perdió decenas de miles de hombres en su defensa, al no aliviar el constante empeoramiento de los niveles de vida y la depreciación de los ingresos en el sector público (incluidos el ejército y las agencias de seguridad) debido a ciclos interminables de devaluación de la moneda nacional e inflación", defiende el analista.
Rota esa confianza ya desde hace tiempo, el "punto de inflexión" que ha terminado por cambiar las cosas para el alto mando del ejército puede haber sido "la sensación de que el presidente ya no podía conseguir apoyo militar o financiero extranjero en un momento crítico, incluso si las causas inmediatas de esto (la guerra de Rusia en Ucrania, la degradación de la disuasión estratégica de Irán y las pérdidas militares de Hezbolá en el Líbano) estaban completamente fuera de su control". Esa enorme ayuda militar extranjera que recibió el Gobierno de Al Assad lo hizo dependiente y descuidó a su ejército. Su entrenamiento se deterioró significativamente y el desempeño de liderazgo de sus oficiales se volvió mediocre.
El analista norteamericano Gregory Waters, en su reconocido blog Syria Revisited, explica cómo fue la degradación de esa muleta externa y su efecto en las Fuerzas Armadas. "El cambio más simple y uno de los más importantes es la ausencia casi total de los patrocinadores extranjeros de Damasco", dice de partida. Irán y Hizbulá se han visto "profundamente debilitados" por su guerra con Israel desde el 7 de octubre de 2023. "Los ataques aéreos israelíes en Siria y Líbano han matado a casi todos los principales comandantes de Hizbulá, así como a muchos altos oficiales iraníes que trabajaban en Siria. Las dos organizaciones han retirado algunas fuerzas de Siria al Líbano y también es probable que hayan pasado a la clandestinidad en Siria para evitar los ataques aéreos israelíes", indica.
Las milicias chiítas locales respaldadas por estas fuerzas participaron en la defensa del oeste de Alepo, sufriendo al menos 22 muertes en todas las partes de la línea del frente durante los primeros días de combates. Estas unidades sirias, apoyadas por los comandantes iraníes y libaneses, armas y, en ocasiones, combatientes sobre el terreno, "habían desempeñado un papel clave en la captura en 2019 y 2020 de la campiña occidental de Alepo", que ahora , sin embargo, "cayó en manos de la oposición en dos días". "El repliegue parcial y el atrincheramiento de los comandantes de Hizbulá y de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica probablemente dejaron a estos representantes locales sin timón y mucho menos efectivos que en años anteriores.
Mientras tanto, "Rusia ha torpedeado a su propio ejército en Ucrania durante los últimos dos años", y ahora "depende de miles de soldados norcoreanos junto con una serie de mercenarios extranjeros para lograr avances marginales en el este de Ucrania, todo ello mientras continúa sufriendo pérdidas materiales y humanas en su fuerza aérea". Esto ha dejado a su destacamento sirio con una "cantidad reducida" de aviones y helicópteros, municiones y pilotos menos experimentados. El Ministerio de Defensa ruso también ha estado transfiriendo a comandantes que fueron despedidos de sus puestos en Ucrania a puestos en Siria.
A pesar de estos desafíos, Rusia ha seguido demostrando su capacidad y voluntad de llevar a cabo intensas campañas de bombardeo contra el noroeste cada año. Más recientemente, su fuerza aérea llevó a cabo decenas de ataques aéreos contra objetivos civiles y militantes en Idlib durante cuatro días en octubre. Si bien ha llevado a cabo algunos ataques aéreos desde el 27 de noviembre, todos ellos han tenido como objetivo "infraestructuras civiles y médicas" y" no han alcanzado el ritmo observado en octubre, y mucho menos durante la ofensiva de 2019". "La falta general de participación rusa probablemente ha exacerbado los problemas de mando y control dentro de las fuerzas del régimen", dice el analista.
Además, informa Waters de que los oficiales rusos se habían ya retirado por completo del frente noroeste y regresaron a sus bases en Damasco y la costa de Latakia, de donde tienen que salir, como les han reclamado los rebeldes; no son bienvenidos. Esto ha dejado a las unidades sirias, que durante años habían recibido un estrecho apoyo cinético y de mando ruso, obligadas de repente a llevar a cabo un serio esfuerzo defensivo completamente por su cuenta", constata.
Su papel en el país
Siria es diferente a otros países donde el ejército ha ocupado un papel central en las revoluciones, guerras y elecciones de hombres fuertes posteriores. Por un lado, a pesar de la militarización de la sociedad y la política y del "papel inequívoco del ejército como pilar del régimen durante décadas", los uniformados "carecían de la autonomía política de sus homólogos árabes". "El entrelazamiento de sus estructuras de mando formales con las redes de control informales de Assad (...) significó que éste hizo tanto por preservar su cohesión y asegurar su supervivencia durante la guerra civil como por preservar su poder", desarrolla Sayigh.
Más recientemente, su "descuido" de esta función, en medio de su distracción por exprimir los ingresos de una economía cada vez más encogida en el país, ha llevado a aumentar la autonomía política de las fuerzas armadas sirias.
Por otra parte, el ejército sirio también carecía de "autonomía social". El propio afán de apuntalar la supervivencia del régimen recurriendo "en su inmensa mayoría al reclutamiento de alauitas" acabó "exponiendo" a la institución a las tendencias que afectaban a la comunidad de la que se nutría en gran medida. La minoría en el poder, pese que representan aproximadamente el 10% de los 23 millones de habitantes de Siria.
"El ejército ha representado durante mucho tiempo un importante sector público en sí mismo, lo que lo hace indispensable como herramienta del poder presidencial, y por eso la incapacidad de Assad para protegerlo del empobrecimiento del resto de la burocracia estatal le pasó factura", indica Yezid Sayigh.
Cuatro días antes de ser derrocado, el dictador decretó un aumento salarial de un 50% para los soldados, según informó la agencia de noticias estatal siria, una medida que aparentemente tenía como objetivo levantar la moral en medio del avance de las fuerzas de la oposición. Llegó tardísimo.
Las docenas de altos comandantes del ejército sirio que permanecieron en Damasco hasta el último día del Gobierno de Assad bien podrían haberle dicho que no lucharían por él y aconsejar dimitiera, como acabó pasando en países como Egipto, pero no han tenido esa disposición política y social como para "abortar la transición política de Siria" que ahora acometen los rebeldes y tomar el poder por sus propias manos.
Nadie sabe si lo habrían conseguido, visto el odio que genera todo lo que viene de la época anterior, pero tampoco hay que olvidar que Mohamed Ghazi al Jalali, el que era primer ministro el día que Assad escapó, está a salvo aún y durante las primeras horas negoció con los vencedores sin incidentes conocidos.
Pero como eso es un escenario ficción, lo que sí se ha visto es la deserción de soldados y oficiales en masa, lo que facilitó el rápido avance de las milicias desde Alepo hasta Damasco, pasando por Hama y Homs, no un paseo militar pero casi. La cadena de mando estaba fracturada. Los soldados abandonaron sus vehículos, su armamento y hasta sus uniformes y se vistieron con ropa civil. No son ellos con los que los rebeldes están contando para armas su nuevas fuerzas en esta transición, que debe acabar en marzo.
Las fuerzas del régimen superaban en gran medida en número a la oposición y habían tratado de reformar su estructura para adaptarse al enemigo, pero ni por esas. Hacía mucho que no habían hecho a una verdadera ofensiva, cinco años, en Alepo. Nada comparable desde entonces. Estaban desentrenados. Frente a ellos, la unificación de las facciones armadas de la oposición bajo un puesto de mando único, así como a su buena preparación para esta batalla y el desarrollo de sus capacidades militares, que los intimidó.
"La realidad es que el mando sirio estuvo ausente del campo de batalla desde el principio y no pudo reunir tropas y mantenerse a salvo de los combates. Sin comandantes de batallón y brigada en las cercanías, cada pelotón y compañía estacionados en el oeste de Alepo se vieron repentinamente obligados a tomar sus propias decisiones", sostiene, por su parte Waters.
"Algunos se quedaron y lucharon, lo que queda claro tanto en los videos que han aparecido como en los informes de bajas de la oposición y del régimen. Los medios del régimen informaron de un gran número de capitanes (normalmente comandantes de pelotón y compañía) muertos, lo que indica que muchos comandantes de unidades más pequeñas estaban presentes e intentaban organizar la defensa o la retirada de su posición específica. Pero sin oficiales superiores que coordinaran las defensas entre múltiples puntos o que las tropas se reunieran detrás, las posiciones cayeron rápidamente", detalla.
El discurso de los rebeldes, especialmente los mensajes tranquilizadores que enviaron a los civiles sobre el respeto de las creencias y las promesas de libertades religiosas, ayudó a lograr rápidos avances sobre las fuerzas de Assad, cada vez menores en número y medios. Así hasta el hundimiento total, porque con las milicias afines no se podía ir ni a la vuelta de la esquina.
Ahora queda por delante el reto de formar una nueva Siria, con un Gobierno democrático elegido por sus ciudadanos y con unas Fuerzas Armadas al servicio de a seguridad de su pueblo, no de un dictador. Con qué mimbres -manos, mandos, armas- se hará es una de las grandes incógnitas de este tiempo de dudas.