Mariano meets Frank
"Bueno, bueno, tampoco hay tanta prisa", el gallego parece haber recobrado súbitamente la calma. Enciende de nuevo el puro que se había apagado. Saborea la calada. "Ahora viene el verano, julio, agosto, tendré tiempo para pensarlo todo. Seguro que dando paseos por los bosques de Ribadumia se me ocurre alguna solución sensata".
Después de años de arduas negociaciones, el Gobierno español consigue que, finalmente, Mariano Rajoy sea recibido en La Casa Blanca por el presidente de los Estados Unidos, Frank Underwood. Muchas fotos, apretones de manos, loas a la gran amistad de nuestras grandes naciones, posado frente a la chimenea del despacho oval. Cuando la prensa termina su trabajo, el ministro García Margallo y el secretario de Estado se disponen a unirse a los presidentes para una reunión bilateral al más alto nivel. Sin embargo, y para sorpresa de todos, Mariano les pide a ambos que también se retiren para dejarles unos minutos de privacidad a los dos mandatarios. Margallo intenta resistirse, pero el presidente le hace un gesto que no admite respuesta. Cuando se quedan a solas, el español intenta iniciar una conversación en un inglés esforzado, voluntarioso y algo chancletero. Frank sonríe mucho, frunce las cejas, claramente no se está enterando de nada. Finalmente interrumpe:
"Mariano, veo que estás haciendo muchos progresos con nuestro idioma, pero quizás te sientas más cómodo hablando en español. Cuando era joven estuve un verano sirviendo copas en Torremolinos, ¿sabes? Una época muy wild. Un levísimo instante de nostalgia en los ojos del president. "Ahora estoy tomando clases para las elecciones del año que viene, ya sabes que el voto hispano es vital en muchos swing states. Mariano respira aliviado. "Sé que te gustan los puros, ¿te apetece uno? Son cubanos, me los manda ese viejo zorro de Raúl Castro para hacerme la pelota", dice Frank con un guiño.
"¿Se puede fumar aquí, en La Casa Blanca?", dice Mariano mirándole con una sorpresa casi infantil. El presidente americano ríe con ganas:
"¡Ya habrás oído que me gusta transgredir las normas! Además, nadie se enterará. Ven, vamos a sentarnos aquí junto a la ventana para que no piten los dichosos detectores de humo".
Encienden los puros y durante un instante se deleitan en el aroma de los cigarros.
"Bien, Mariano, ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Hablamos de las bases? ¿De la inversión de empresas americanas?"
"Verás, Frank...", el presidente español parece algo cohibido. "Ya sé que te puede parece raro, pero quería pedirte consejo. No te lo tomes a mal, pero...tú tienes fama de gran estadista, de político de raza, de maestro de la estrategia..."
"¿De maquiavélico?, ¿de marrullero?". El americano parece satisfecho con su propia definición.
"Algo así, algo así", responde el español entre dientes. "El caso es que tengo elecciones este año, y estoy realmente preocupado. Como sabes, hemos pasado por una crisis terrible, y he tenido que tomar decisiones impopulares. Ahora, a pesar de que la economía va mejor, mi popularidad está en mínimos, han surgido nuevos partidos que no paran de dar la lata, hemos perdido muchos votos en las municipales y autonómicas y temo no salir reelegido".
"También he oído que hay algunos pequeños asuntos de corrupción, ¿no es así?", sonríe sarcástico Frank mientras Mariano se encoje de hombros como un niño pillado en una falta. "No te preocupes, yo también he pasado por momentos difíciles. Sin caer en el spoiler, solo te diré que en la tercera temporada estoy a punto de perder el cargo. En cuanto a esos asuntos del dinero, ya sé como son las cosas: cuando entra en la caja nunca nos preguntamos de dónde viene, pero eso no debería ser problema. A la larga, los nuevos caerán en lo mismo, todos tienen un precio. Solo tienes que encargarte de que surja la oportunidad, y de que se sepa cuando suceda. Pero de entrada, olvídate de la oposición, déjales que ladren. Lo primero que tienes que hacer es encargarte de tu propio partido, ese es el mayor problema. Has perdido votos, eres impopular. En estos casos, los peores enemigos son siempre tus compañeros, los que antes huelen la sangre. ¿Has hecho cambios después de las elecciones?"
"He puesto algunas caras nuevas en el partido, gente joven, muy valiosa, con nuevas ideas".
"Esos cachorros serán los que acabarán devorando la mano que les alimenta, tu mano, Mariano ¿Y en el Gobierno?".
"De momento, solo he dispensado a un ministro que quería irse de viaje de novios, tengo un buen equipo. Y no quiero parecer débil, que la gente piense que me arrepiento de mi política hasta ahora. Además, yo soy más de quitarme de en medio a las personas que me molestan con tiempo y paciencia: Aznar, Gallardón, Esperanza".
"Ay, Mariano, Mariano", dice Frank poniendo la mano sobre el hombro del español. "Me parece que no entiendes la situación. Estas rodeado de lobos hambrientos, de votantes cabreados que quieren tu cuello. Tienes que matar, matar sin piedad y arrojarles carne fresca, no tienes tiempo para esperar a ver pasar el cadáver de tu enemigo".
Mariano no puede evitar un escalofrío.
"Mis ministros son gente fiel, lo han demostrado; además, muchos son amigos personales".
"La fidelidad está, ¿cómo se dice? overrated, sobrevalorada, y la amistad más aún. Necesitas gente nueva, que te lo deba todo, pero que comprenda que su carrera política también está en juego, gente desesperada y dispuesta a todo por poder". Frank subraya esta última frase con varios enérgicos golpes con su anillo en el cristal blindado de la ventana.
"¿Y la oposición? ¿No debería de preocuparme también de ellos?"
"Como un buen francotirador, debes concentrarte en una víctima antes de pasar a la otra.
Cuando ese problema interno esté resuelto, dos o tres meses antes de las elecciones, debes empezar a actuar contra los otros partidos. A los que estén más próximos a ti, debes ofrecerle la mano derecha. Guardando siempre una piedra en la otra, claro. A los más alejados de ti ideológicamente, a taparlos de mierda".
" Los socialistas tienen problemas con los EREs de Andalucía y los otros son amigos de Maduro y les financia Venezuela, pero hay mucha gente a la que ni siquiera eso no les importa"
"¿Really? ¡Qué país tan curioso!", dice Frank tomando notas en un cuaderno. Mariano intenta leer discretamente, teme que aquello sea algún tipo de lista negra. "¿Algo más?¿ Algo de sexo, alguna perversión?"
"No sé, no sé, en España tampoco interesa demasiado la vida sexual de los políticos. A lo mejor alguna declaración de Hacienda, algún tuit..."
"¡For Christ sake, Mariano!", dice el americano sacudiendo a su colega por los hombros. "¡Déjate de minucias! ¡Tienes que entender que ya no tienes tiempo para el error, que cuanto más alta es la cima, más tortuoso es el camino para alcanzarla! Tienes que combatir el caos con el caos. Además, por lo que tengo entendido, esa gente son fanáticos de Juego de Tronos, una disgusting serie donde solo enseñan a cortar cabezas a la gente. Y ahora buscan la tuya. No debes tener piedad ni pensar en los remordimientos. A lo mejor podemos pensar en uno o dos accidentes, algo discreto. Si quieres, puedo pedirles a los chicos de la CIA que te ayuden. Extraoficialmente, claro. Es tu legado el que está en juego, Mariano, un presidente de un único mandato es casi peor que no haber llegado nunca al poder".
"Bueno, bueno, tampoco hay tanta prisa", el gallego parece haber recobrado súbitamente la calma. Enciende de nuevo el puro que se había apagado. Saborea la calada. "Ahora viene el verano, julio, agosto, tendré tiempo para pensarlo todo. Seguro que dando paseos por los bosques de Ribadumia se me ocurre alguna solución sensata".
"¡¿Vacaciones?! ¿¡Ahora!?¡ ¿Con la que tienes encima?" Frank resopla y mira al techo con desaliento. Luego al reloj. "Perdona, Mariano, se me olvidaba que tengo una reunión importantísima con la asociación de viudas de Wisconsin. Ha sido realmente un placer conocerte. Le diré a Raúl que te mande algunos de estos deliciosos puros. Y te enviaré algunos folletos de condominios para jubilados en Florida, seguro que te encantarán". En un visto y no visto, Frank abandona el despacho oval llamando a gritos a su secretaria.
Mariano acaba el puro, ventila la habitación y sale al encuentro de su séquito.
"¿Qué tal la reunión?", pregunta Margallo con el resquemor pintado en el rostro.
"Un tipo interesante este Underwood...Me ha recordado una anécdota que sucedió cuando estaba en la diputación de Pontevedra...". Sin dejar de hablar, el ministro y el presidente se dirigen a la salida donde les espera el coche oficial. Mientras, el sol se pone lentamente sobre los jardines de La Casa Blanca.