¿Ya cabe la muerte en los estadios de fútbol?
Da vergüenza, asco y rabia -según titulaba acertadamente El Huffington Post- que sin cobertura policial se puedan suscitar episodios tan lamentables como el que ha costado la vida en Madrid a un seguidor del Deportivo. Esto es, que las respectivas manadas de borregos asilvestrados se citen a primera hora de la mañana cabe el Manzanares para poder darse de palos.
Es manifiesto que el país está en un estado de irritabilidad que contrasta con la aparente indiferencia del jefe del Gobierno. Con todo, sabemos por experiencia que la irritabilidad de los más furibundos forofos futboleros ha llevado a las autoridades a blindar a esas pandas de ultras con la correspondiente cobertura policial. Abochorna que un espectáculo deportivo despierte ese tipo de expectativas entre un sector minoritario de sus aficionados o lo que sea: que para acudir a un estadio se les lleve en formación como a una manada de borregos.
Pero da más vergüenza, asco y rabia -según titulaba acertadamente El Huffington Post- que sin esa cobertura policial se puedan suscitar episodios tan lamentables como el que ha costado la vida en Madrid a un seguidor del Deportivo de La Coruña. Esto es, que las respectivas manadas de borregos asilvestrados se citen a primera hora de la mañana cabe el Manzanares para poder darse de palos y realzar así con la más vil de las acciones -la de la muerte- el seso y la catadura de su cavernícola personalidad.
Con todo, al trágico suceso con el que se saldó la jornada futbolística en las inmediaciones del estadio del Atlético de Madrid hay que sumarle algo que deja a la Federación Española de Fútbol a un nivel de gestión auténticamente denigrante: el partido de fútbol a celebrar en el Vicente Calderón no se suspendió, como hubiera sido de justicia, porque según un comunicado de la Liga de Fútbol Profesional -y lo cito textualmente- "esta entidad trató de contactar pero no pudo con la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), único organismo competente para la suspensión de un encuentro".
Esa imposibilidad de diálogo entre dos organismos tan próximos es como para extrañar o dejar en la más absoluta de las perplejidades, por lo que cabe preguntarse si el negocio de los partidos televisados puede promoverla. O si no, que alguien me lo explique, a menos que la muerte de un aficionado antes de un partido pueda dejar correr el balón y el júbilo de los vencedores sin más ni más. ¿Adónde vamos a parar?
Lee la primera parte de este retrato de la televisión pública de Castilla-La Mancha