Los jóvenes británicos frustrados deberían volver a votar; esta vez, con los pies
La sensación de pertenencia y de identidad de los jóvenes es cada vez más tribal. No les importa mucho de dónde vienes, el color de la piel ni la religión. Les importa mucho más a dónde vas, si eres racista, cuáles son tus motivaciones, si finges que el cambio climático es un mito, si te mueve el individualismo o la igualdad y la justicia social, el odio o el amor y la integración.
Antes, eso de moverse por trabajo estaba reservado únicamente a las élites europeas. Pero ya no. Hace poco me topé en el Eurostar con un joven francés de los suburbios que no conseguía trabajo en París y que ahora se dedicaba a conducir autobuses públicos en Londres.
Hace cuatro años fundé con dos franceses de ascendencia norteafricana el movimiento Barrez-vous! (que significa, literalmente, "¡Fuera!") para animar a los jóvenes de Francia, el país donde nací, a hacer las maletas e irse. La clase política francesa ha tolerado que la tasa de empleo juvenil ronde el 25% durante más de 35 años. Lo que nosotros defendíamos era la idea de que una gerontocracia excesivamente centralizada dirigida por élites altamente endógamas no merecía a su juventud, así que había llegado el momento de que votaran con los pies y se fueran. Los miembros de la clase dirigente del país no tardaron en acusarnos de enaltecer sentimientos antifranceses y de animar a los jóvenes a perder la fe en su propio país. Por aquel entonces no se le ocurrió pensar a nadie, ni siquiera a nosotros, que esto no era solo un fenómeno francés idiosincrásico que estaba desarrollándose entonces y que en realidad la lealtad de la juventud del mundo entero podía estar cambiando.
Unos años después fundé Europeans Now [Europeos Ahora], un movimiento transnacional que pretendía animar a los jóvenes de Europa a votar más como europeos que como ciudadanos de un país u otro. Ha llegado el momento de que los jóvenes británicos sean los dueños de su propio destino. Aunque los más mayores acaben de decidir que quieren abandonar la UE -una decisión de cuyas consecuencias muchos no son conscientes- los jóvenes de Reino Unido votaron para permanecer en la UE. Ahora pueden votar con los pies. Pueden ir, por ejemplo, a Berlín, la capital más guay, más moderna y más acogedora para los jóvenes de Europa.
El Brexit no es más que el último de una serie de atascos intergeneracionales -pensemos en la decisión unilateral que tomó hace unos años la generación del baby boom de coger un montón de deuda privada acumulada por los propios integrantes de la generación del baby boom y convertirla en deuda pública- de un mundo dirigido por personas mayores y nacidas después de la Segunda Guerra Mundial cuyos puntos de vista obsoletos de la nación-estado como un todo que acaba con los modernos modelos de gobierno se interponen en el camino de la prosperidad de las generaciones más jóvenes. Y aunque es cierto que la participación de los jóvenes en este referéndum no ha sido muy alta, tiene mucho que ver con la incapacidad de los políticos nacionales (en este caso, de Reino Unido) para aceptar verdaderamente las aspiraciones transnacionales más cercanas a la juventud a nivel mundial.
La sensación de pertenencia y de identidad de los jóvenes es cada vez más tribal. No les importa mucho de dónde vienes, el color de la piel ni la religión. Les importa mucho más a dónde vas, si eres racista, cuáles son tus motivaciones, si finges que el cambio climático es un mito, si te mueve el individualismo o la igualdad y la justicia social, el odio o el amor y la integración.
Youthonomics es un nuevo tipo de grupo de reflexión dedicado al empoderamiento de los jóvenes y a hacer listas de países, ciudades, empresas y colegios según más de 100 criterios para establecer en qué lugares necesitan gente joven y dónde pueden prosperar. Nuestro propósito, al producir y hacer que estos datos sean accesibles de forma gratuita para todo el mundo, es permitir que aquellos que se sientan desempoderados se informen para después decidir dónde trabajar, vivir o estudiar y qué idiomas o conocimientos aprender. Lo que pretendemos es darle un giro a ese círculo vicioso que afecta a los jóvenes de manera negativa a escala global y convertirlo en un círculo virtuoso al convertir el mundo en un concurso de belleza de ciudades y empresas, de países y de centros de enseñanza que compitan para atraer a la juventud. De hecho, las élites mundiales y los gerontócratas parecen haber olvidado que sin los jóvenes, ni una sola entidad -ya sea un Gobierno, una empresa o cualquier tipo de organización- puede innovar, crecer o prosperar a largo plazo. La migración, el acto de trasladarse de un punto A a un punto B por la insatisfacción con el funcionamiento de las cosas en el punto A, siempre ha sido un medio de emancipación para la humanidad. Pero esta es la primera generación EasyJet. Con los datos adecuados y unas tarifas aéreas bajas, el mundo es de los jóvenes como nunca antes lo había sido.
Europa ha sido durante mucho tiempo el proyecto político más ambicioso y emocionante del mundo. Cojea en muchos aspectos por culpa de las clases políticas dirigentes a nivel nacional, que están formadas por egoístas gerontócratas y miembros de la generación del baby boom. La mayor parte del público ha aceptado el mito de que los políticos nacionales de Europa se dividen en dos tipos: los euroescépticos y los pro Unión Europea. En realidad, el problema es la inmensa mayoría de políticos nacionales de Europa que no están a favor de algún tipo de federalismo. Está compuesta por dos tipos de euroescépticos: los ontológicos como Johnson y Farage, que, para bien o para mal, están en contra de la UE porque rechazan abiertamente la idea de que las naciones-estados se estén convirtiendo en estructuras arcaicas de gobierno, y otro grupo aún numeroso de euroescépticos encubiertos que dicen que quieren quedarse en la UE pero que se niegan a delegar el poder de sus respectivas Asambleas Nacionales en el Parlamento Europeo. Estos europeos indiferentes cargan con una especie de responsabilidad especial por el estado actual de los asuntos del continente. Se han asegurado de que la Comisión Europea no se convierta en el órgano ejecutivo en el que estaba previsto que se convirtiera tras la Acta Única Europea. Como medio para debilitar el Parlamento Europeo, han mandado, en su mayoría, a incompetentes a Bruselas para luego quejarse de la incompetencia y la corrupción de Bruselas y de Estrasburgo.
Los eurófilos de Bruselas parecen haber invertido más tiempo en construir un sentido de identidad común entre las élites de Bruselas en vez de entre los propios europeos. La manera más eficaz de conseguir una identidad común es animar a los jóvenes europeos a que se desplacen entre los Estados miembros para buscar trabajo con la ayuda de un subsidio que financie la búsqueda de trabajo a escala europea en vez de a escala nacional. Hace unos años, se creó una agencia de empleo europea con el objetivo de facilitar ese enfoque, pero no tuvo éxito por falta de cooperación entre las agencias de empleo nacionales, como siempre. La solución a los problemas de Europa (la falta de crecimiento, el desempleo juvenil masivo, el auge de los nacionalismos y de movimientos soberanos o la falta de solidaridad entre las naciones europeas a la hora de recibir una proporción justa de refugiados) reside en fomentar la migración interna y el corolario profesional en el programa de intercambio Erasmus. Hay que proporcionar a los jóvenes europeos -y a los jóvenes británicos- la oportunidad de buscar un futuro, una vida y una trayectoria profesional en toda Europa con ayuda de subvenciones: así es como construirán Europa... con los pies. Mientras, los jóvenes británicos frustrados deberían hacer las maletas para demostrar a sus padres, a sus abuelos y a la clase política británica que ignorar sus intereses y aspiraciones es algo insostenible a largo plazo.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno e Irene de Andrés.