5 años de 15M, 5 años de cambio
Hoy, 5 años después, ya estamos en condiciones de afirmar que el 15M ha tenido una influencia fundamental en la configuración de la realidad política, económica y social de nuestro país, generando una bola de nieve que incluso se irá multiplicando aún más y más de cara al futuro, a medida en que los cambios ya iniciados sigan dando pie a otros nuevos.
Parece que fue ayer, pero ya han pasado cinco años desde el que para muchos fue el evento más relevante de la historia política reciente en España. Hace cinco años, el trabajo de un puñado de idealistas en la plataforma "Democracia Real Ya" logró sacar a la calle a miles y miles de personas en más de 60 ciudades y pueblos de toda España, encendiendo la chispa de un ciclo de movilizaciones ciudadanas que ocuparía las principales plazas del país durante meses y que ha tenido muchas más consecuencias de las que algunos quisieron ver en un primer momento.
Los focos de los medios de comunicación nacionales y extranjeros se centraron sin descanso en la Puerta del Sol durante el tiempo que duró la acampada. Pero cuándo esta se levantó, el interés de la prensa comenzó a desaparecer. Para muchos, eso supuso también la muerte del propio 15M, que desde su inoperancia no había logrado cambiar un solo aspecto de la realidad de nuestro país. Pero otros, aquellos que tratábamos de mirar más allá de la óptica cortoplacista que suelen tener los análisis en nuestro país, sabíamos que el 15M había cambiado y cambiaría mucho más de lo que podría parecer a simple vista en aquel momento.
Hoy, 5 años después, ya estamos en condiciones de afirmar que el 15M ha tenido una influencia fundamental en la configuración de la realidad política, económica y social de nuestro país, generando una bola de nieve que incluso se irá multiplicando aún más y más de cara al futuro, a medida en que los cambios ya iniciados sigan dando pie a otros nuevos.
Pero, ¿cómo es posible que sigamos hablando de las consecuencias del 15M años después del levantamiento del campamento de Sol? Básicamente, por un hecho que muchos aún no tienen claro: el 15M fue mucho más que una acampada, una protesta, un movimiento ciudadano o una organización política. Fue un estallido social que supuso, nada más y nada menos, el despertar político de toda una generación y una sacudida a las conciencias del conjunto de una sociedad adormecida desde la transición, además de la creación de un nuevo paradigma social, basado en la apertura, colaboración, la participación y la defensa de lo común. Esa explosión de indignación ciudadana, en un principio aparentemente inocua y para muchos no diferente a otras protestas, puso la semilla para reactivar y repolitizar nuestra sociedad, sirviendo de caldo de cultivo para multitud de iniciativas, plataformas, organizaciones políticas y constructos teóricos e ideológicos que siguen cambiando en profundidad nuestra realidad a día de hoy.
Y es que aunque las cosas no cambian tan rápido como nos gustaría, sí cambian más rápido de lo que creemos. Es bien sabido que los ciclos de cambios que comienzan en las capas basales de la sociedad poco a poco, pero de forma inevitable, se van transmitiendo a los espacios más refractarios al cambio (véanse, por ejemplo, las instituciones). El proceso puede tardar, pero al final el cambio se expande como un virus incurable.
Así ha sido desde el nacimiento del 15M: en un primer momento se generaron iniciativas con fines más urgentes de protesta y asistencia social: mareas en defensa de nuestros servicios públicos, redes solidarias en los barrios, potenciación de organizaciones como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, la creación la Oficina Precaria... Esa fue la primera hornada de los hijos del 15M, que poco a poco fue seguida por otras iniciativas con implicaciones más profundas en la economía y en la sociedad: se ha dado nuevo impulso a la economía colaborativa y al cooperativismo, se han impulsado nuevas formas de entender la propiedad y la creación intelectual, e incluso se han puesto en marcha nuevos medios de comunicación digitales participados por los ciudadanos capaces de plantar frente a una prensa tradicional cada vez más dependiente y manipulada.
Y el cambio llegó a la política
La política, por supuesto, no se ha escapado a este proceso. Por un lado, el 15M configuró desde un primer momento una sociedad civil más crítica, movilizada y vigilante, con tolerancia cero frente a prácticas de corrupción y con la voluntad de no limitar su participación a votar cada cuatro años. Esta ciudadanía vigilante, además de protestar en las calles empezó a utilizar instrumentos para controlar a nuestros representantes: desde iniciativas como Qué hacen los diputados y Graba tu pleno, que daban cuentas de su actividad en nuestras instituciones, hasta acciones como 15MpaRato, que buscaban llevar a cabo acciones judiciales contra uno de los principales representantes en nuestro país de la estrecha relación entre la corrupción política y la crisis económica.
Finalmente, en el último estadio, esa repolitización de la sociedad ha provocado un terremoto en el tablero político de nuestro país, con un bipartidismo en caída libre y el surgimiento de nuevas opciones políticas de cambio, que van desde la fuerza aplastante de Podemos (quizás últimamente demasiado tendente a caer en vicios de la "vieja política") a la conformación de mareas ciudadanas que ya están ejerciendo el poder municipal en las principales ciudades del país, pasando por el nacimiento de iniciativas socialdemócratas participativas y 2.0 como Decide en Común, llamadas a superar el enquistamiento de un partido como el PSOE.
Este paso era evidente que llegaría tarde o temprano. Aunque algunos intentamos acelerarlo con la creación de una organización democrática estable a partir de la plataforma Democracia Real Ya que no contó con los apoyos suficientes en su momento, hoy se ha confirmado que la toma de las instituciones era parte inevitable del proceso de cambio que se inició en las plazas.
Un proceso que, como el propio 15M, es poliédrico y diverso, y que debe seguir contando con acciones e iniciativas a todos los niveles (economía, sociedad, protesta en las calles, acción judicial e institucional...) para seguir avanzando. Y es que teniendo en cuenta que el partido de la corrupción sigue en el poder, que la desigualdad y la miseria han seguido creciendo y que las exigencias planteadas tanto por Democracia Real Ya como por las asambleas de las acampadas siguen sin verse cumplidas en su mayoría, no podemos olvidar que queda mucho, mucho por hacer.