Algunos detalles de la no investidura
Las dos sesiones fallidas para investir a Artur Mas como presidente de la Generalitat pusieron de manifiesto, entre otras cosas, que el uso de la lengua también forma parte de la política en más de un sentido.
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El 10 y 12 de noviembre tuvieron lugar en el Parlament las dos primeras sesiones para investir el candidato Artur Mas, sin -como es sabido- que se llegara a investirlo.
Ambos debates fueron de un nivel desmoralizante. Sólo levantó el vuelo -se esté de acuerdo o no con ella- la intervención de Antonio Baños, cabeza de lista (por imperativo legal) de la CUP, formación que obtuvo los resultados electorales comparativamente mejores; una subida espectacular conseguida (además de con años y años de trabajo callado y sordo) a base de aplicar una receta sencilla: coherencia, decir las cosas por su nombre, no avergonzarse de lo que piensan, ni esconder nunca dónde quieren llegar; o sea, decir la verdad, al menos la suya.
En resumen, no dan asco, y esto ocasiona que incluso gente que no está de acuerdo vote a favor suyo, o que en la anterior legislatura David Fernàndez fuera el parlamentario más valorado (casi alcanzaba un 6) y que ahora lo sean la diputada Anna Gabriel (5,82) y Antonio Baños (5,60).
Como forma y contenido suelen adecuarse, no es baladí decir que cualquier miembro de la CUP estima la lengua y tiene respeto tanto por la gramática como por la sintaxis, aplica con solvencia las reglas de concordancia, se fía de la secuencia sujeto-verbo-predicado y es capaz de hacer oraciones subordinadas sin perder el hilo. Aunque no te dediques a la lengua, se nota y se agradece. De todas formas y aunque la CUP se declara francamente feminista (a pesar de que la proporción es de tres diputadas y siete diputados), Baños, en una intervención repleta de referencias, no citó ni a una intelectual, ni a una pensadora y no será porque la historia no esté llena de revolucionarias y políticas ejemplares.
Claro que Miquel Iceta (PSC-PSOE) le hizo santo. No se le ocurrió algo más atrevido que comparar a Mariano Rajoy y Artur Mas con «dos señoras que se pelean». Mas se lo reprochó o hizo un gesto (seguía el debate por radio y por tanto no lo vi) diciendo que eran dos señores y no dos señoras, y a Iceta no se le ocurrió otra cosa que decir que, para una vez que había querido ser políticamente correcto (quiera decir lo que quiera decir con esto), se le reprochaba. No señor Iceta, no, pensar y citar a las mujeres sólo para criticarlas, para destacar un aspecto negativo, en este caso ejemplificar una pelea idiota, no es más que una manifestación del machismo más rancio, de la misoginia más clásica y tópica. (Hablaba de ello justamente en el artículo anterior.)
Lluís Rabell (Sí que es pot) no remontó el nivel. Citó elogiosamente al propio Iceta recordando lo que a su entender es una frase feliz suya: «Que a algunos consejeros se les pusieron por corbata» cuando supieron de la resolución que presentarían Junts pel sí y la CUP. Este era el tono. ¿A quién se refiere con esta expresión de gusto dudoso y sobre todo tan excluyente? ¿Pintan algo, existen, según Rabell (e Iceta), las consejeras o, cuando menos, las compañeras de bancada?
Como todo puede empeorar, las intervenciones bilingües de Xavier García Albiol (PP) oscilaron entre el atropello y el apelotonamiento. Es un espectáculo casi dantesco verle repetir ciegamente frases como «las normas de convivencia que nos hemos dado entre todos». A fuer de repetirla parece como si hubiera dejado de entender su sentido. Para el caso, tanto sería que dijera «pollo con patatas» o «abracadabra».
De todos modos, la reina del bilingüismo es Inés Arrimadas (Ciudadanos), ya sea por convencimiento político, por comodidad o por servidumbres radiofónicas o televisivas. (Hay que aclarar que en el Parlament se habla libremente catalán y castellano, no se prohíbe ninguna lengua y viene a cuento recordar, ahora que tanta gente, para mostrar que la independencia no es posible, cita la irreductible posición en contra de Pierre Trudeau -quince años primer ministro de Canadá y padre del actual- que la posición de Trudeau era igual de irreductible en defensa del bilingüismo para todo el Canadá.)
Volvamos al caso. Inés Arrimadas usa básicamente el castellano y de vez en cuando introduce cuñas en catalán. Lo utiliza sobre todo en expresiones coloquiales o para remedar hipotéticas conversaciones de miembros de partidos rivales; por ejemplo, cuando se imaginaba (y reproducía) una posible conversación entre Mas y la portavoz de Junts pel sí, Marta Rovira, conchabándose para evitar cualquier referencia a la corrupción. Es decir, un uso (consciente o inconsciente) perfectamente descrito por la sociolingüística que tiene como objetivo rebajar una lengua, convertirla en una lengua en zapatillas, reducirla a una lengua «aldeana»; el estatus al que su partido aspira convertir el catalán. Fue enternecedor, a pesar de ello, escuchar alguno de los rasgos de su castellano imbuido de modismos (que no barbarismos) del castellano hablado en zonas catalanohablantes; por ejemplo, los enfáticos «¡y tanto, y tanto!».
Pero lo que no tiene disculpa es el catalán de Artur Mas. Pidió perdón por usar la expresión coloquial «pasarse por la nuca» (tal vez porque a veces se usa otra parte de la anatomía masculina) y en cambio no pidió disculpas por usar un castellanismo (coloquial) como «currar», cuando en catalán existe una expresión propia viva y económica. Un Mas que posiblemente se siente cómodo con una resolución que dice que se obviará la legalidad española. Tanto él como CiU son maestros en desobedecer, en trampear, en retorcer a su gusto normas y leyes, por ejemplo, para privatizar bienes públicos y comunes. «Concesiones» les llaman eufemísticamente. Un eufemismo transparente.
El lenguaje corporal de Mas, especialmente en el segundo día de la fallida investidura, era patético, penoso. Él, que es de natural envarado, inclinaba la espalda ante la CUP como si fuera japonés; sonreía a Baños con la sonrisa que se predica que deben lucir las mujeres cuando quieren conseguir algo.
Sorprendentemente los medios de comunicación -ni siquiera los contrarios-, al hablar de la cuestión, no recordaron que Mas, en el momento de presentar, no una lista única, sino una hipotética lista de CiU con añadidos, en una conferencia-baño de masas que se ofreció hace unos meses, afirmó que tanto podía ir el primero de la lista como el último; quería demostrar así que la independencia le trascendía, que no escondía un interés personal en ella. Tampoco nadie parece recordar que al fin y al cabo fue el cuarto de su lista y no el primero, evitando así tener que justificar su actuación y responsabilidad en la anterior legislatura, como le reprocharon otros partidos durante la campaña electoral.
NB. El sábado acudí a la concentración de la plaza Sant Jaume en rechazo de los atentados yihadistas de París no sin pensar con pena en las infinitas ocasiones (oportunidades perdidas) en que no se nos ha convocado después de una masacre en Yemen, Irak, Afganistán o en otros países contra la gente que sufre con más virulencia, dolor y horror este terrorismo.
Había un grupo de cinco o seis personas con dos banderas españolas (no francesas) que finalmente no acabaron de desplegar. ¿De verdad imaginaban que debían llevarlas para contrarrestar las esteladas? En la concentración había personas que los 11 de septiembre no dudan en enarbolarlas, pero lógicamente el pasado sábado no las llevaban, la causa era otra.