Y la nación también era esto
Si alguien tenía dudas sobre qué es y qué no es una nación, ya lo ha visto. También era esto. La voluntad de un grupo humano que se reconoce como tal y que desea estar unido frente al dolor, más allá de la raza, la lengua, la religión, la identidad o la historia.
Ha sido Barcelona, pero podía haber sido otra vez Madrid, Valencia, Sevilla, Badajoz, Zaragoza, Bilbao o Vigo. España hubiera reaccionado del mismo modo. Sus gentes han vuelto a dar ejemplo. No ha habido un rincón de toda la geografía española que no haya sentido como propios los 14 fallecidos y los más de 130 heridos. No hizo falta siquiera saber la nacionalidad de quienes yacían sobre el asfalto de Las Ramblas. Estos muertos son nuestros muertos como lo fueron los de París, Niza, Berlín, Londres, Manchester o Bruselas, y lo fueron también los casi mil asesinados por ETA.
Y da igual si hay desconfianza entre los Gobiernos de España y la Generalitat como la hubo antaño entre el de Madrid y Vitoria. Y da igual que Rajoy y Puigdemont siguieran la tarde del jueves por separado la crisis de Barcelona. Y da igual que su primera reunión no tuviera lugar hasta pasadas 20 horas del atropello mortal. Y da igual que hubiera que esperar a las dos de la tarde del día siguiente para que ambos comparecieran juntos. Y da igual si el independentismo intenta ahora aprovechar los atentados en beneficio del "proces". Y da igual que la Casa del Rey despachara su repulsa con un tuit cinco horas después de conocer la magnitud del atentado.Y da igual dónde estuvieran de vacaciones Felipe VI y Letizia...
La matanza que todos los expertos creían inevitable desde hace tiempo ha vuelto a poner a los dirigentes políticos frente al espejo de una sociedad que sabe que una nación responde a elementos subjetivos de carácter emocional, y no a otros mitos, falacias o disquisiciones políticas.
Por eso en la calle no se habla de la extraña sobreexposición de los miembros de la Generalitat o del inusual retraimiento del Gobierno de Rajoy durante las horas que siguieron a la tragedia. Es probable que en unos días se echen la culpa unos a otros de lo ocurrido; que se discuta sobre quién sí y quién no conocía los informes de la CIA que alertaron hace meses de posibles atentados en la Ciudad Condal; que se acuse a la Policía y a la Guardia Civil de no compartir información con los Mossos; que se diga que Zoido debió autorizar la creación de nuevas plazas para la policía autonómica; que se especule sobre si los atentados calmarán o crisparán aún más la situación política...
El ejemplo ya se ha dado durante las peores horas de desconcierto y pánico colectivo y, en absoluto, ha sido como la vergonzante respuesta que todos recordamos de quienes nos gobernaban aquél 11-M de imborrable recuerdo.
Rajoy ha preferido la prudencia a que se le acusara de interferir en las competencias de la Generalitat -cuya policía autonómica es tan competente como la Nacional y la Guardia Civil en materia de terrorismo desde la aprobación del Estatut en 2006-. Y Puigdemont, por su parte, ha antepuesto la respuesta colectiva a cualquier otra disputa. Así que algo, por poco que dure, hemos aprendido de nuestros errores.
Por lo pronto, disponemos de un instrumento político como es el Pacto Antiyihadista que ha servido durante años para reforzar la lucha antiterrorista y enviar un mensaje unívoco a los ciudadanos: contra la barbarie, no nos encontrarán divididos.
Si España se había librado del zarpazo del terrorismo yihadista que han padecido otros países de Europa en los últimos 13 años no fue por casualidad, sino porque hubo una acertada política de los gobiernos del PSOE que el PP no varió un ápice. Algo sabrían quienes después de 30 años lograron acabar con ETA y sirvieron de ejemplo en los Consejos de Ministros de la UE. Así que esta nueva masacre no puede hacer virar el rumbo ni quebrar la unidad que tanto costó. Mucho menos cuando los de Barcelona y Cambrills han sido los primeros atentados en Barcelona desde el final del despliegue de los Mossos, y no hay un 'pero' que poner a la respuesta de su operativo. Importa mucho más la coordinación de sus mandos con la Guardia Civil y la Policía Nacional que los escrúpulos que todos intuimos entre sus gobiernos.
De ahí el acierto también de la convocatoria del Pacto Antiyahdista, un acuerdo que fue suscrito con el convencimiento de que algún día llegaría el atentado inevitable. Que se lo digan a aquél ex dirigente del PSOE que recomendó a Pedro Sánchez, en febrero de 2015, tras la matanza en París de doce trabajadores de la revista satírica Charlie Hebdo, que suscribiera el citado acuerdo con el PP con la siguiente frase: "Un día nos darán y, si es así, mejor que nos pillen juntos".
Pues así ha sido, de momento. Que dure mucho.