Rajoy no tiene quien le quiera... ni dentro ni fuera
La dimensión del estropicio sufrido por el PP tras el 24-M, unido a una errónea lectura de las elecciones europeas de hace un año y las últimas andaluzas, ha hecho saltar todas las alarmas y despertado no pocas dudas sobre el futuro inmediato del PP teniendo en cuenta que el tiempo apremia y que, con Rajoy, tampoco habrá voluntad de cambio. Predican en el desierto los que urgen a la reconstrucción porque nadie moverá un dedo antes de las generales.
Se abre el telón, sale a escena José María Aznar y tiemblan los cimientos de la calle Génova. El ex presidente del Gobierno no da puntadas sin hilo y, aunque no hable del PP, sino de la UMP francesa y no cite a Mariano Rajoy sino a Nicolás Sarkozy, todo el mundo entiende el mensaje y sabe a quién va dirigido. No es la primera vez que enmienda la plana a su sucesor y levanta la voz contra la deriva suicida del PP. Un día se pregunta dónde está el PP, otro duda de si su partido quiere ganar las elecciones, al siguiente avisa a los suyos de que no hay votos cautivos -ni siquiera el suyo- y ahora marca la senda por la que se debe transitar si quiere evitarse una estruendosa desintegración.
Cuando Aznar recuerda en las páginas de ABC que si el electorado por tres veces ha dicho que no quiere votar al PP y "no se produce reconstitución alguna, no hay garantía de que a la cuarta no te dirán otra vez que no, en las generales", lo que está diciendo es que la derecha española se desliza hacia una peligrosa pendiente si no afronta ya un proceso de cambio profundo.
Lo que él llama una "rectificación enérgica, creíble y suficiente para recuperar el electorado" no son ligeros retoques ni una constante llamada al miedo para recuperar el voto perdido, más bien habla de una transformación interna a modo de la impulsada por Sarkozy en la UMP francesa, una refundación que lleve de nuevo al PP a la cima. Pero también sabe que eso es imposible mientras Rajoy esté al mando del partido. Lo sabe él y lo saben los barones del PP. El "Mírate al espejo" del 25-M con el que Juan Vicente Herrera abrió la caja de los truenos y dio volumen a la ya nada silenciosa batalla interna que libran los populares no fue más que la verbalización de una sensación tan extendida dentro como fuera del partido de la gaviota: Rajoy no es la solución sino el problema. Son legión los dirigentes insatisfechos con la "sordera" de un presidente que cree que al PP le basta con la mejora de la economía y con una nueva tragedia griega para repetir en el Gobierno, y que puede prescindir de la política.
Y es que la dimensión del estropicio sufrido por el PP tras el 24-M, unido a una errónea lectura de las elecciones europeas de hace un año y las últimas andaluzas, ha hecho saltar todas las alarmas y despertado no pocas dudas sobre el futuro inmediato del PP teniendo en cuenta que el tiempo apremia y que con Rajoy, tampoco habrá voluntad de cambio. Predican en el desierto los que urgen a la reconstrucción porque nadie moverá un dedo antes de las generales.
Los populares parecen resignados a un resultado escuálido aunque con posibilidades de gobernar con apoyos condicionados. De hecho cuentan que la intención del presidente de llevar al Congreso los Presupuestos Generales del Estado para 2016 antes de las vacaciones estivales no es con voluntad de presentar un avance del programa electoral, sino una treta para garantizarse un año de tranquilidad ante un escenario seguro de geometría variable en el Parlamento. Ese sería, el de la victoria pírrica, el mejor de los escenarios. O no, que diría el propio Rajoy, porque es difícil imaginar que nacionalistas catalanes y vascos sostengan hoy un Gobierno del PP y porque de las señales emitidas por Albert Rivera, socio favorito tanto para PP como para PSOE para una legislatura sin mayorías absolutas, no son muy positivas para el futuro del presidente del Gobierno. Todo lo contrario, si el presidente fía su futuro a C´s es posible que salte por los aires y que la refundación que piden sus críticos se pongan en marcha al día siguiente de las generales.
No en vano, el flamante líder de Ciudadanos ha dado por inhabilitado a Rajoy para volver a presidir España. Lo hizo en su cuenta de Twitter esta semana como consecuencia del escrito de defensa del ex tesorero del PP Luis Bárcenas, pero unos días antes, había hecho lo propio en declaraciones en La Noche en 24H de TVE: "El PP, y sobre todo Rajoy, es incapaz de abrir una nueva etapa", afirmó tras poner en valor que en 15 días hayan dimitido por imputaciones judiciales más políticos que en 20 años.
Rivera defiende un nuevo tiempo político liderado por alguien que crea en el cambio, y esa persona, si depende de los votos de Ciudadanos, no será Rajoy. En esto confluyen, pues, los críticos del PP y la dirección de C´s. Así que el presidente no tiene quien le quiera... ni dentro ni fuera y por ello en el partido de la gaviota no descarten que si el resultado en generales necesita del apoyo de Rivera para formar gobierno, se reedite a nivel nacional el escenario vivido, tras las autonómicas en La Rioja, donde el popular Pedro Sanz tuvo que renunciar a la investidura y dar un paso atrás en favor de José Ignacio Ceniceros, para facilitar el gobierno regional, después de que C`s hiciese de su "jubilación" una condición "sine qua non" para que los populares siguieran en el Ejecutivo cuatro años más. La operación contaría con la anuencia de los sectores financieros del país, hoy espantados con la posibilidad de que un frente de izquierdas, PSOE-Podemos, se hiciera con el Gobierno de España. ¿Quién sería el elegido en ese caso? Dicen que la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, trabaja para ser ella, llegado el caso. La poder político y mediático que Rajoy ha permitido en estos años que acumulara juegan a su favor. La falta de apoyos internos en el PP, en contra.
Todo dependerá, claro, de cómo quede el mapa electoral, de si PP y Ciudadanos suman, del resultado de los nacionalistas... y de si es o no posible el frente popular con el que Pedro Sánchez acaricia ya La Moncloa, da por hecho el triunfo de la izquierda en las generales y el respaldo de Podemos al PSOE. Un escenario para el que, según la encuesta de Metroscopia publicada ayer por El País, España no está aún preparada.