Las claves de la semana: De Mariano Lama y Pedro Osborne
París vive en estado de emergencia; Bruselas militariza sus calles; la seguridad se impone a la libertad en Europa; Turquía bombardea un avión ruso; cuatro millones de refugiados huyen del horror en Siria; la caótica coalición internacional no se pone de acuerdo en cómo combatir el terrorismo yihadista; el mundo se derrumba... y los aspirantes a la Presidencia del Gobierno español se pasean de plató en plató para hablar de fútbol, de cómo ligan, qué bailaban cuando eran jóvenes y cuánto tiempo dedican a ver partidos o a beber cerveza con tabasco.
Dice un astuto socialista que el PSOE es el único ejército que en lugar de disparar al enemigo, dispara contra sí mismo. Y puede que sea así. O no. Desde luego, las tropas no perdonan ni un desliz del capitán. Si por desliz se entiende que Pedro Sánchez fuera un día Pdr Snchz, otro Pedro, el escalador y hoy se le conozca entre los suyos por Pedro Osborne tras visitar el salón y la cocina del cantante para las cámaras de TVE. Una conversación de barra de bar entre dos machotes, 4 millones de espectadores, un 20,4% de cuota de pantalla y decenas de críticas entre los suyos.
Más condescendientes han sido los populares con la intervención estelar de Mariano Rajoy en "Tiempo de Juego" de la Cope y la colleja que le propinó a su hijo por meterse con Manolo Lama. El del PP sí que es un ejército firme, nunca se mueve hasta que el mando ordena romper filas. Con excepción, claro está, de la soldado Aguirre.
Esperen a ver cuando ambos candidatos pasen por el plató de María Teresa Campos en Tele 5, y les inviten a marcarse un chotis o un pasodoble. Igual va Rajoy y se arranca con una lambada. En la no campaña de esta campaña ya no nos sorprende nada. Si acaso que en lugar de ese afán compulsivo e impostado por humanizarse ante las cámaras, alguno de los aspirantes hable de política.
"El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos", le dijo Ilsa Lund a Rick Blaine en Casablanca. Pues aquí igual. París vive en estado de emergencia desde hace 15 días; Bruselas militariza sus calles; la seguridad se impone a la libertad en Europa; Turquía bombardea un avión ruso; cuatro millones de refugiados huyen del horror en Siria; la caótica coalición internacional no se pone de acuerdo en cómo combatir el terrorismo yihadista; el mundo se derrumba... y los aspirantes a la Presidencia del Gobierno español se pasean de plató en plató para hablar de fútbol, de cómo ligan, qué bailaban cuando eran jóvenes y cuánto tiempo dedican a ver partidos o a beber cerveza con tabasco.
Quizá Rajoy no tenga respuesta para Hollande cuando el lunes se cruce con él en la cumbre del Cambio Climático y le pida que concrete la contribución militar de España en esta que algunos llaman ya la Tercera Guerra Mundial. Quizá le reclame un tiempo de descuento hasta el 20-D o quizá le invite a La Moncloa a ver en pantalla gigante el próximo partido de la Champions. Pero esto de parecer cercanos en el sprint final igual contribuye a la banalización de la vida pública de la que tanto se quejan. Que lo piensen al menos tanto como se piensan en qué debates electorales participar, a qué grupos de comunicación agradar, a qué periodistas seleccionar y con qué contrincantes deben o no contrastar sus programas.
Además de la alineación de sus equipos favoritos, de cómo conocieron a sus mujeres, a qué dedican el tiempo libre y en qué playa compraron su segunda residencia, los electores seguro que también quieren saber cuáles son sus recetas para la recomposición social tras la crisis económica, la necesaria reforma del sistema político, la amenaza yihadista o la desconexión de Cataluña. Sin duda los cuatro asuntos que ocuparán la agenda política de los próximos diez años. Ah, perdón, que no hablábamos de política, sino de la teatralización de la misma.
¡Vaya semanita! Lo de menos ha sido que Pedro Osborne y Mariano Lama no acudieran a la firma del pacto antiyihadista; que acordaran no hacerlo para no igualar la interlocución del PSOE con la de los emergentes ya emergidos; que Albert Rivera lo rechazara en su día y el miércoles lo rubricara; que Convergencia fuera excluida de la componenda o que Podemos acudiera en calidad de observador...
A quién importa todo eso cuando el inicio de desconexión de Cataluña ha pasado ya a las páginas par de los diarios; la sobreactuación de Montoro con la vigilancia de las transferencias del FLA a la Generalitat no merece ni reflexión ni crítica; la humillación de las CUP a un desesperado Artur Mas no pasa de un capítulo más del cansino sainete catalán; leemos en oblicuo los datos sobre el fraude millonario en las ayudas al cine; no nos sobresaltaremos por que Abengoa se aproxime a la mayor quiebra de la historia de España; ni nos preocupa que la OCDE haya criticado la escasas evaluaciones a las que se somete a los docentes de la Educación española.... Pues eso. Mejor, todos locos por la tele, como decía en su primera El Periódico de Cataluña.