La conjura para un PSOE de concentración
El tránsito hacia el abismo, el insomnio por un congreso en el que compiten candidatos que no convencen, el desasosiego por las heridas abiertas tras el hundimiento electoral, los enredos de unos, la soberbia de otros, las facturas pendientes... Una bomba de neutrones ha estado a punto de estallar en el PSOE.
Tan disparatada, ácida e inteligente como La conjura de los necios de John Kennedy Toole. Así era la trama en la que algunos dirigentes del PSOE andaban para reconstruir la quebrada unidad orgánica y enderezar el rumbo de un partido centenario. El tránsito hacia el abismo, el insomnio por un congreso en el que compiten candidatos que no convencen, el desasosiego por las heridas abiertas tras el hundimiento electoral, los enredos de unos, la soberbia de otros, las facturas pendientes... Una bomba de neutrones ha estado a punto de estallar en el PSOE. Su onda expansiva se hubiera llevado por delante de nuevo el voto de los militantes para la elección del próximo secretario general. A cambio, un PSOE de concentración que sumara y no dividiera como todos auguran que ocurrirá tras el cónclave de julio.
72 horas de infarto en las que el nombre de Eduardo Madina ha envenenado el sueño del poder territorial del PSOE, pero también el de Pedro Sánchez. Uno y otro son el desvelo de un socialismo que no acaba de visualizar el éxito de un congreso que no debió convocarse como y cuando se convocó. Y eso que hay otros dos nombres, José Antonio Pérez Tapias y Alberto Sotillos, que también quieren jugar. La presión a la que ha estado sometido el vizcaíno por propios y extraños hizo pensar a más de uno que no anunciaría finalmente candidatura. Se equivocaron quienes vieron en él debilidad o cobardía. Aunque tuvo dudas, y muchas, de tirar la toalla para no conducir al PSOE al caos y la inestabilidad orgánica, de Ramón Rubial aprendió que el compromiso es "dar un paso adelante y nunca atrás". Y así lo dijo al anunciar, junto al busto del que fuera presidente del PSOE, su decisión de pelear para recuperar "la vocación de mayoría" de su partido y liderar el "shock de modernidad que España necesita". Antes de su declaración de intenciones, la noche anterior telefoneó a Susana Díaz para comunicarle su decisión. La mandamás del socialismo le prometió neutralidad en la contienda orgánica, e integración y colaboración para el día después del congreso, salga quien salga elegido.
Antes de aquella conversación, los aparatos andaban, no en colaborar en un congreso limpio y de unidad, sino en estado de máxima alerta y en la conjura para un PSOE de concentración de la que estaban al tanto varios barones. Para ello había que "minar" al vizcaíno y convencer a Pedro Sánchez para que se batiera en retirada por el bien del partido. Las llamadas se multiplicaron y las fórmulas con las que poner en marcha el conciliábulo eran variopintas: parar el proceso congresual después de convocar un Consejo Territorial (opción que se le llegó a sugerir a algún miembro de la dirección federal), impulsar la candidatura de un barón de peso o echar mano de Felipe González para que presidiera una comisión de notables con la que reconducir la situación de emergencia. Cualquier escenario, tuviera el coste que tuviera, tras el reconocimiento unánime de que Alfredo Pérez Rubalcaba había errado en el procedimiento a seguir tras la debacle electoral del 25-M y era el responsable del caos al que conducía una nueva lucha fratricida entre territorios.
Unos no perdonan al secretario general del Grupo Socialista en el Congreso, ni el órdago que obligó a cambiar las normas establecidas para dar participación a los afiliados en la elección del próximo liderato, ni cómo lo planteó. Otros, que aquel pulso y la decisión de Susana Díaz de no poner en riesgo la fortaleza política e institucional del socialismo andaluz, hayan acabado con el anhelo de algunos tótem de situar a la todopoderosa presidenta de la Junta de Andalucía al frente de la sala de máquinas de la calle Ferraz. El incuestionable liderazgo político y social de la sevillana era, para la mayoría de los barones, la única esperanza para sacar al partido del abismo pero las "equivocaciones" de unos y los "enredos" de otros han dado al traste con el anhelo.
Madina decidió finalmente ir a la pelea, y las veladas sugerencias a un Pedro Sánchez, que tras la retirada de Susana Díaz ha visto crecer sus posibilidades, cayeron en saco roto. Ahora, el vasco ofrece un "nuevo tiempo"; el madrileño (que ha visto crecer sus posibilidades de victoria), "unidad para el cambio"; y Susana Díaz, que eligió el mismo día que Madina presentaba candidatura para ser entrevistada en dos televisiones, "neutralidad" y "cohesión".
Hay dudas entre quienes aseguran que la federación andaluza se volcará en la recogida de avales y la campaña de Pedro Sánchez. También entre quienes auguran que la competición se está organizando "no para ver quién sale ganador, sino para ver quién no sale". Este diagnóstico de la situación lo hace un barón que percibe que, desde distintas federaciones, están impulsando no un voto a favor de uno sino en contra de alguien, y que nadie trabaja por un congreso de perspectiva superadora. Prueba de ello es que este sábado en Sevilla hay convocado un sanedrín de secretarios de organización, donde está previsto que acudan el de Valencia, Galicia y Euskadi, entre otros, y al que se espera la asistencia de José Blanco. "Nos vamos a aplicar la reforma laboral de Rajoy, contratos provisionales y precariedad", es el vaticinio de otro secretario general, convencido de que el de julio será otro congreso de transición de donde saldrá un liderazgo interino y más inestabilidad. Como en La conjura de los necios, por el PSOE también pulula un carnaval de personajes esperpénticos.