Se les rompió el amor
No se sabe si de "tanto abrazo loco" y "sin medida" o de "tanto usarlo", pero ya nada es igual. A Pedro Sánchez y Miquel Iceta se les rompió el amor. Apenas un año ha durado el "flechazo". Aquí la historia del enésimo desencuentro entre el PSC y el PSOE.
No se sabe si de "tanto abrazo loco" y "sin medida" o de "tanto usarlo", pero ya nada es igual. A Pedro Sánchez y Miquel Iceta se les rompió el amor. Apenas un año ha durado el "flechazo". Aquí la historia del enésimo desencuentro entre el PSC y el PSOE. Esta vez, en muy mal momento, porque el choque llega en medio de la campaña del 27-S y con tres heridas: la del intento fallido de Ferraz de buscar sustituto a Iceta para el cartel electoral; la de la adhesión de dos ayuntamientos socialistas a la AMI (Asociación de Municipios por la Independencia) y la del pacto fiscal. Así que, pasó el amor y, como en el poema de Miguel Hernández, quizá ya sean "...dos fantasmas que se buscan/y se encuentran lejanos".
Y es que los socialistas catalanes vuelven a las andadas. Lejos de aprender la lección del coste político que les supuso antaño el maridaje con los independentistas, regresan por sus fueros con una solemne declaración de su primer secretario sobre la voluntad de pactar con ERC y gobernar con Ada Colau en el ayuntamiento de Barcelona. Ahí es nada. Tanta renuncia al derecho a decidir tras años de discrepancia, y va un despechado Miquel Iceta, y además de echarse en brazos de los independentistas, flirtea con Barcelona en Comú -la marca afín a Podemos-. Todo la misma semana en que Ferraz promovía la "lapidación" pública de Antonio Miguel Carmona, entre otros motivos, por buscar el maridaje con los de Pablo Iglesias en el Ayuntamiento de Madrid y en contra de la consigna oficial. Claro que en lo del político más televisivo del universo socialista también han pesado los cálculos orgánicos de cara al próximo congreso ordinario del PSOE, al que Pedro Sánchez tiene intención de presentarse sea cual sea el resultado en las generales y venga o no venga para entonces a Madrid la presidenta de Andalucía, Susana Díaz. El control del PSM para esa batalla es imprescindible para cualquiera que sea el aspirante a la secretaría general. Como lo será también el apoyo del PSC. Por eso la polémica con Iceta y el socialismo catalán tampoco es baladí.
El primer secretario del PSC da la impresión de alejarse de un Pedro Sánchez al que juró amor eterno, defendió de las invectivas de sus detractores y protegió contra viento y marea del oleaje sureño. El "divorcio" recuerda mucho al que antaño vivieron Zapatero y Maragall, un déjà vu de la tortuosa relación que siempre tuvieron los socialistas con su partido hermano y de la que, a buen seguro, sacará partido la derecha antes y después de las elecciones catalanas.
¿Qué gana el PSC con ese acercamiento a los independentistas y en plena campaña por el 27-S? Nada. Todo lo contrario. Basta un repaso a la pendiente por la que se deslizaron en las urnas desde el malhadado tripartito. De aquellos polvos, estos lodos... ¿Entonces por qué?, se preguntan los principales barones del PSOE sobre la estrategia de un Iceta, hasta ahora solícito con las consignas de la dirección federal, alineado con Sánchez frente a lo que llaman "las fuerzas del mal" y artífice de la renuncia al derecho a decidir que los socialistas catalanes incluyeron en su anterior programa electoral.
La motivación, derivadas electorales aparte, hay que buscarla primero en la decepción del primer secretario del PSC después de que Pedro Sánchez y su segundo, César Luena, buscaran sin éxito sustituir a Iceta por la alcaldesa de Santa Coloma de Gramanet, Nuria Parlon, al frente el cartel electoral para la Generalitat. Ahí se produjo la primera grieta en la relación. El líder de los socialistas catalanes, que estuvo en la reunión en la que los de Ferraz sondearon a Parlon, nunca entendió los motivos que movieron a la dirección federal del PSOE a explorar soluciones con las que supuestamente se buscaba atraer al electorado más catalanista.
Días después el distanciamiento entre Sánchez e Iceta se hizo más notorio después de que éste se negara a expulsar a los concejales que votaron a favor de la adhesión de algunos consistorios catalanes a la AMI. La polémica, en la que se inmiscuyeron dirigentes de otras federaciones, cobraba esta semana su punto más álgido después de que el secretario general del PSOE, César Luena, quizá para contemporizar con los de Iceta se mostrara partidario de un pacto fiscal para Cataluña. La federación andaluza enmendaba las palabras del número dos y pedía la reforma del modelo de financiación autonómica para aplicarse por igual en todas las Comunidades. Ni una excepción más que las que ya establece la Constitución -las de los territorios forales-, advertía Mario Jiménez, contrario a una España de dos velocidades. En la misma línea se manifestaban el extremeño Guillermo Fernández Vara y el asturiano Javier Fernández, para rechazar modelos bilaterales o límites a la solidaridad interterterritorial. Así que, además, de no lograr restablecer los puentes rotos con Iceta -que reaccionó con una incomprensible oferta de diálogo a ERC para entrar juntos a formar parte del gobierno municipal de Colau-, Luena ponía en guardia al resto de barones socialistas.
En Ferraz, no obstante, tratan de quitar hierro al asunto. "Seguimos juntos y enamorados. Está todo en perfecto orden. Coincidimos en el proyecto y en la estrategia", dicen quienes tratan de poner en valor que en los últimos diez años no haya habido una relación de coincidencia y colaboración entre PSC y PSOE como la de ahora. Septiembre confirmará o desmentirá, pero de momento, lo dicho: se les rompió el amor (y no parece que sea de tanto usarlo).