Objetos hallados en el tiempo perdido
Voy por la calle, o por un parque. Veo algo que me llama la atención: un chupete caído, un clavo oxidado, una cinta que el viento se llevó jugando del pelo de una niña, un resguardo arrugado de lotería... Lo guardo en mi bolso y, a veces, observándolo después, me cuenta una historia que yo simplemente transcribo. Ésta es la base del proyecto que les presento aquí y que está expuesto en Cuenca.
Voy por la calle, o por un parque. Veo algo que me llama la atención: un chupete caído, un clavo oxidado, una cinta que el viento se llevó jugando del pelo de una niña, un resguardo arrugado de lotería... Lo guardo en mi bolso y, a veces, observándolo después, me cuenta una historia que yo simplemente transcribo. Ésta es la base del proyecto Objetos hallados en el tiempo perdido, una colección de esos objetos y de las historias que me sugirieron.
Estos días, hasta el 12 de julio, se pueden ver en Cuenca, en la Fundación Antonio Pérez, un antiguo convento que cuelga sobre el borde de esta ciudad mágica, y que te sorprende en cada sala, con su mezcla de obras maestras de grandes pintores -Saura, Millares, Zóbel y muchos otros- con los hallazgos de Antonio Pérez, él sí, un maestro mostrando la belleza, el humor y la humildad de lo que los dadaístas llamaban l'objet trouvé.
Hay una frase muy conocida de Picasso: "Yo no busco, encuentro", proclamaba con una pinta de arrogancia el malagueño genial. Me la han citado estos días algunos amigos que se han acercado a Cuenca a ver mi exposición. Yo nunca diría algo así. Lo siento como algo mucho más humilde. Mi sensación es "Yo no busco, me encuentran". Me encuentran estas chispas gastadas de vida, alguna vez hermosas, como un trozo de madera al que llamé L'homme de bois, -el hombre de madera-, pero otras apenas un trocito de papel con unas letras, o unos pétalos. Me encuentran y me ayudan a construir este pequeño homenaje que he querido hacer a la imaginación, a la capacidad de soñar, que es para mí la base de la poesía. Les he puesto el título en francés, tal vez porque fue el idioma de mi primer colegio en Dinamarca, y este proyecto tiene un poco de recuerdo de esa potencia que tenemos de soñar cuando aún somos niños.
De soñar y de juntarnos con otros: uno de los regalos que he tenido cuando he presentado mi colección es ver cómo muchas personas generosas se sumaban: Antonio Pérez, ochenta fantásticos años, un viejo agitador cultural y social, uno de los fundadores de esa editorial heróica, Ruedo Ibérico. Otro editor, Pablo Méndez, de Nostrum, que ha editado con el mismo título de la expo los relatos ilustrados por las cajitas que guardan cada objeto -lo podéis encontrar en La Casa del Libro-. Javier Díez Moro, director de cine que ha convertido en un precioso corto uno de los relatos, Las cuatro monedas del violinista, interpretado por Carlos Olalla y Alicia Gonzalo Berciano, y que también se puede ver en Cuenca...
Quizá esa mezcla de poesía, imaginación y amistad, del talento de estos amigos, es lo que espero que podáis apreciar si llegáis a ver mi expo.
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