Ya no hay adjetivos que valgan
Es inútil buscar adjetivos que se aproximen al sentimiento que despierta el asesinato de una mujer delante de su pequeño o el de una niña de dos años a manos de su padre para causar un dolor infinito e irreparable a su madre. Dos sucesos desgarradores que han tenido a la Comunitat Valenciana como reciente escenario. Por eso, por la falta de palabras, son más necesarios que nunca los hechos. Por eso, una sociedad que se dice avanzada y democrática debe impedir fallos que truncan futuros y que dejan huérfanas y huérfanos con traumas insuperables. Y es cierto que por cada error hay miles de aciertos que evitan nuevos episodios de esta lacra social que es la violencia de género, pero también que un solo fallo acarrea catastróficas consecuencias.
Jessica tenía 28 años y un hijo con el que quería empezar toda esa nueva vida que tenía por delante. Quiso salir del infierno al que le había condenado su ex pareja. Denunció el quebrantamiento de la orden de alejamiento de su asesino, pero su desprotección le costó la vida. Sin duda, el sistema le ha fallado, pero, también sin duda, denunciar era, es y será condición necesaria para luchar contra el machismo criminal.
Las cifras, por desgracia, avalan este calificativo. Desde 2003 han sido asesinadas 914 mujeres por violencia de género ¿Alguien imagina que este número de víctimas procediera de cualquier tipo de terrorismo? ¿Cuántas veces se hubiera declarado el estado de sitio? ¿Cuántas veces se habría hablado de un caso de emergencia nacional?
Pues esto es hoy la violencia de género en España. Un caso de emergencia nacional que exige recursos, no recorte tras recorte como ha aplicado el gobierno del PP, que demanda compromisos firmes y que también necesita una implicación de toda la sociedad en señalar y denunciar al maltratador. No hay sitio para la indiferencia. Ni lo hay para la desesperanza, pero tampoco para un optimismo que no se ve refrendado en los informes demoscópicos.
El más reciente de ellos, elaborado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), refleja que uno de cada cinco jóvenes de entre 15 y 29 años (21,2%) cree que la violencia de género es un tema que "está politizado, se exagera mucho". En lo que va de año, 44 mujeres asesinadas.
Y si preocupante resulta este porcentaje tampoco lo es menos que en estos tramos de edad den por descontado, como si fuera normal, que asuntos como la vigilancia del móvil de la pareja o el control total de sus movimientos no forma parte de la violencia de género que ciñen, en general, a la agresión o al insulto.
Como indicador positivo, aumenta el porcentaje de jóvenes que lo consideran un problema social muy grave (87%) mientras que el 30% considera que aumenta por la población inmigrante y el 7% la califica de "inevitable". Este sondeo online se realizó en junio sobre 1.247 jóvenes y es ahora cuando se ha desagregado el capítulo referido a la violencia de género. De la lectura de esta fotografía sociológica se concluye que la educación en igualdad es un largo camino en el que aún queda mucho por recorrer.
No lo es más corto para el resto de agentes implicados en esta lucha. Es innegable que ha habido avances como lo fue la Ley Integral contra la Violencia de Género de 2004, pero también lo es que sin dotación presupuestaria las leyes no alcanzan su plena efectividad.
El PP ha remado en dirección contraria. En los Presupuestos de 2017 votó en contra de todas las enmiendas para mejorar la prevención y atención a las víctimas. Cada vez que se tiene noticia de un nuevo asesinato son numerosas las condolencias, pero hace ya mucho que habría que haber pasado de los lamentos a las acciones.
Es tiempo de considerar la violencia machista como la cuestión de estado que es, de que el Pacto de Estado aprobado en septiembre de 2017 no se quede en un titular y una foto, de que se revisen los protocolos de actuación para detectar dónde se falla, tal y como ya ha anunciado la Comunitat Valenciana y es tiempo de que la asignación de fondos económicos (el Consell ha multiplicado por nueve las ayudas a las víctimas al ser consideradas víctimas del terrorismo), demuestre con hechos que ya no hay adjetivos que valgan.