Y eso jode
Vivimos en una democracia donde las formas son fundamentales.
El 12 de octubre, Fiesta Nacional en España, fue noticia y motivo de airado escándalo que el rey tuviera que esperar 50 segundos a que llegara el presidente del Gobierno al palco de La Castellana. Menos de un minuto. Dijeron los tertuliantes que porque Sánchez no quería oír las tradicionales pitadas que la derechona, malcriado populacho vestido de domingo, le dedica tradicionalmente a los gobernantes socialistas, como si no duraran horas desde el aperitivo hasta los postres, y que pone de relieve dos grandes asignaturas pendientes de este país: el fracaso educativo y el fracaso de la reforma psiquiátrica y el poco caso a la salud mental.
Hace un par de años dijo Alfonso Guerra, con su estilo habitual, mezcla de limón y vitriolo, que quienes insultan de oficio a los líderes socialistas aplauden a una cabra.
Mientras esto ocurría durante el desfile y todas las solemnidades de rigor, nadie se fijó —me parece, al menos no lo he visto publicado— en el verdadero escándalo: que unos altos magistrados del CGPJ autodeclarados en rebeldía y pitorreo constitucional protestaran porque habían sido invitados con tardanza y sin compañía de sus parejas al ‘evento’. La mera presencia en la tribuna o en los salones del Palacio Real del famoso grupo de los ocho, ‘nucleo duro’ que ha venido impidiendo hasta el último momento la obligada renovación quinquenal del Consejo General del Poder Judicial, violentando la Constitución, fue una ofensa pública inaudita al orden constitucional.
La CE78 dice claramente que el rey nombra por cinco años a los miembros del CGPJ. Y allí estaban unos jueces que, motu proprio, han estirado mandato y salario, tanto por su muy particular conveniencia y ringorrango como por obedecer las instrucciones de un partido, el PP, que quiere mantener con artificios y chalaneos una mayoría ilegítima. O sea: no son ‘independientes’ tal como les es requerido.
Pues allí estaban, riéndose en las barbas de Su Majestad, a quien su condición de Jefe del Estado le impide preguntar a estos caraduras qué clase de calendario utilizan, porque ni el cambio de hora clásico de verano e invierno, ni los años bisiestos justifican más de 1.300 días de prórroga.
Además, la cencerrada tiene sus peligros. Sobre la combinación del efecto boomerang (o bumeran) y la ley de la gravedad advertían ya pensadores de hace tres mil años, o más. Uno de los libros de la Biblia, el Siracida o Eclesiástico, recoge algunos prudentes consejos del rey Qoeleq: “El que tira una piedra a lo alto en la cabeza le caerá”. Esto ha pasado en forma de refrán a todas las culturas y lenguas, con algunas variantes.
Nada impide, sino todo lo contrario, porque en política, como decía De Gaulle, lo importante es sentar un precedente —por eso la paz en Ucrania no se puede conseguir sin la retirada rusa del territorio invadido— que las pitadas e insultos a los presidentes socialistas puedan dar paso, muy legítimamente, a la pitada, cachondeo e insultos a los presidentes de la derecha: Su aspirante de turno, por cierto, ya enseña la tijera de podar, qué digo, la motosierra: salarios, pensiones, servicios públicos… la columna vertebral del ‘bienestar’ UE: sanidad, educación, universidades…¡Ojo cuando el PP habla de ‘necesarias reformas estructurales’! Es un trampantojo para no señalar los verdaderos objetivos. Frente a las protestas los populares enseñaron la patita con Rajoy: la ‘ley mordaza’. Ese es el camino natural de la extrema derecha en toda Europa, que en España ya está en comandita con el PP. Vox se blanquea porque, entre otras circunstancias comparte genes.
A pesar de que la Disposición Derogatoria de la Constitución Española anula formalmente toda la legislación que apoyaba a la Dictadura, o sea, al franquismo, desde la Ley de Principios del Movimiento Nacional a las de los estertores del Régimen del 18 de Julio, no es ninguna novedad, ni ningún secreto, que muchos nostálgicos ‘empotrados’ en la democracia esperan su momento escondidos en su caballo de Troya. El instante de la autocracia. Los diablos disfrazados de ‘salvadores’ que beben en las aguas sin depurar del fascismo, por mucho que circunstancialmente intenten disimularlo.
El espectáculo del 12 de octubre en La Castellana tiene, sin embargo, un sentido político de calado. Con José Luis Rodríguez Zapatero ya asomó la cabeza barriobajera el ‘trumpismo’ de charanga y pandereta. ZP era un ‘okupa’ que habría ganado las elecciones gracias a una conspiración urdida por los malvados ‘sabios de Sión’. Además, el hombre había tenido que enfrentarse al crack de 2008 nacido en USA pero que en España tuvo una virulencia especial, un modus operandi chusquero, por las políticas privatizadoras a tutiplén y neoliberales trasnochadas de Aznar y cía.
Zapatero hizo lo que pudo para mantener el estado de bienestar en medio de un aterrador tsunami provocado por aquella ‘burbuja’ inmobiliaria y financiera de la que irresponsablemente presumía el aznarismo. Luego Rajoy y Montoro tuvieron que ponerse una enmienda a la totalidad y llevar a cabo una histórica subida de impuestos.
En el haber del presidente socialista están varias leyes de derechos civiles pioneras, y las de apoyo a los dependientes, la creación de la UME y, sobre todo, la rendición incondicional de ETA. Y esto jode. Durante su presidencia se acabaron los muertos, aunque el PP mercadee con las víctimas y saque en procesión con malas artes (porque ignora cínicamente las leyes penitenciarias) a los mártires en cada campaña electoral.
Y Sánchez logró, frente a los responsos y réquiem de los populares, siempre en bien orquestados gregorianos, que la UE llegara a un acuerdo para dotar a los países afectados por la pandemia de unos fondos especiales de ayuda; frente a los augurios catastrofistas y tenebrosos de los conservadores patrios, se logró. Más tarde, a pesar del contumaz intento de boicot en Europa por parte de estos patriotas de pacotilla, se logró. Pero aún los malos deseos les nubla la visión: cada vez que tienen la menor oportunidad atan la mosca por el rabo e insinúan la existencia de fraudes y falta de controles. Así, resisten inmunes al desaliento en su aldea de resentimiento: a pesar de los desmentidos de Bruselas… mantienen el bulo. La realidad no les induce a cambiar el titular.
Así pues, están ya aquí los Fondos Next Generation, bien empleados según Bruselas, y se ha desinflamado Cataluña: el independentismo se ha dividido y la sociedad se ha tranquilizado. Las encuestas coinciden en que el ciclo está cambiando. Que se ha acabado, o eso parece, la espuma de la botella que agitaron Rajoy y Mas y Puigdemont. A la par, se ha aumentado el Salario Mínimo, y la actualización de las pensiones ha dejado de ser una ‘maría’ y se ha vinculado al IPC; y se ha logrado que los otros 26 se tomen en serio el tope al gas, la fiscalidad ad hoc, el control de las energéticas y el finiquito de los beneficios ‘caídos del cielo’… Encima la cumbre de la OTAN en Madrid fue un éxito rotundo y, a mayores, a España le toca la presidencia semestral de la UE en la recta hacia las elecciones. Y todo esto también jode.
Por eso hay que entender la tinta de calamar del acoso callejero a los presidentes Zapatero y Sánchez, piense yo, en mi intimidad, lo que piense o, más exactamente, haya pensado de ellos. Pero vivimos en una democracia donde las formas son fundamentales. Cousas da vida, que diría Castelao. Miren ustedes por dónde una vez más los extremos se tocan: los comunistas denigraban a las democracias ‘formales’, en sintonía con el arengario del Kremlin; ahora la derecha también rechaza las normas que construyen las formas: el respeto incondicional a la Constitución, el respeto a la Jefatura del Estado, el respeto a la arquitectura institucional, todo lo que cimenta el verdadero patriotismo constitucional, que no se justifica solo con colores sino con profundas convicciones; con el juego limpio, y también mediante el respeto en general y la buena educación.
La oposición, del color que sea, no debe perder los nervios. Vuelvo a la Biblia: hay un tiempo para cada cosa; para sembrar y para recoger; para vivir y para morir; …y aunque no lo diga expresamente también hay un tiempo para gobernar y otro para estar en la oposición. Sin nervios y sin odios. Y, sobre todo, teniendo en cuenta que a pesar del rebumbio, la mentira sigue siendo un pecado cuando no un delito, y que sea lo que sea, aunque la estupidez se adueñe de una parte de los americanos, Trump es un golfo malvado. Y los ‘trumpitos’ igual.