Xuan Lan: "La meditación es como lavarse los dientes"
Entrevista con Xuan Lan, que publica 'Yoga para mi bienestar' y recuerda el éxito de sus clases en el confinamiento y opina sobre el Bikram o el yoga facial.
La historia de Xuan Lan, profesora de yoga francesa con raíces vietnamitas, es una de esas en las que el protagonista lo deja todo por una pasión y pasa a contagiársela a muchas personas más. Y no a pocas: en el confinamiento 20.000 personas llegaron a conectarse a alguna de las clases virtuales que ofreció durante 75 días seguidos.
Considerada como uno de los mayores exponentes de yoga en España —llegó a dar clases en la Academia de Operación Triunfo—, acaba de lanzar una versión actualizada de su libro superventas Yoga para mi bienestar (Grijalbo), que no solo sirve como guía para practicar posturas aunque solo se disponga de “20 minutos”, sino que incluye desde recetas hasta consejos para respirar o meditar hasta listas de canciones para completar la experiencia.
La profesora, que derriba prejuicios como que el yoga es algo aburrido para señoras o de postureo para hacerse fotos con la pierna detrás de la cabeza, destaca que es “una disciplina accesible” para todos, que en realidad supone un “autoconocimiento para conseguir una cierta transformación personal” y que sus técnicas, como la meditación, son excelentes herramientas para la gestión de las emociones en el día a día.
¿Cómo llegaste al yoga y en qué te cambió?
Llegué al yoga hace un poquito más de 20 años. En el año 2000 viví en Nueva York y allí había clases de yoga por todas partes y un amigo me invitó. Fue de casualidad, sin buscar nada especial. Quizá con 20 años menos tenía menos preocupaciones [se ríe]. Me di cuenta de que me gustaba mucho y empecé a aficionarme y a intensificar mi práctica. Luego, cuando llegué a España, empecé a trabajar en una empresa grande, un banco catalán, y el yoga me acompañaba para darme este equilibrio personal-profesional-emocional.
Fue como bastante progresivo, no fue una revelación de un día para otro. Durante todos estos años iba a clase de yoga temprano, entre 4 y 6 veces a la semana, y mi cambio fue a raíz de un trabajo de coaching para replantearme para mi carrera en el mundo del marketing y la banca. Este coach me hizo la pregunta de si quería trabajar en el yoga porque hablaba mucho de él. Le respondí que por supuesto que no, que a mí me encantaban las grandes corporaciones y que estaba contenta en mi trabajo pero que necesitaba un empujón para hacer evolucionar mi carrera. Pero esa semilla creció y al cabo de un año tomé la decisión por un tema interno, porque había un proyecto que no me apetecía hacer en la empresa. Decidí dejarlo todo, ¡todo! Avisé a mi jefe, ‘dos o tres semanas, lo que necesitéis para cerrar el proyecto y me voy’. Tal cual. Tuve unos meses de transición un poco difíciles; cuando dejas un trabajo no tienes ni paro, ni alumnos ni nada, pero con el apoyo de mi marido que me dijo ‘Pruébalo, si no vuelves a mandar currículums’ lo intenté y aquí estoy, 11 años más tarde y trabajando full time totalmente dedicada al yoga.
Y no te arrepientes de la decisión, ¿no?
Para nada. ¡Ni un segundo!
¿Qué tiene el yoga que engancha tanto?
Me parece que, primero, es una disciplina accesible a todos. Como es holística, algunas personas buscan algo más de cuerpo, otras más de mente, otros más de espiritualidad, y cada uno puede escoger un tipo de yoga, una intensidad y unos ingredientes a medida. Hay tantas opciones que todo el mundo encuentra lo que necesita. Además, aporta esa parte de equilibrio, de paz interior. No es una paz interior para toda la vida, es para cuando estás acelerado, estresado, pasando por un mal momento... y gracias a las técnicas de yoga hay una gestión que nos ayuda en el día a día. Y para mí, el bienestar engancha. Es adictivo.
Acabas de lanzar Yoga para mi bienestar. ¿Se puede practicar yoga guiándose por un libro?
Sí. Pienso que sí. No es fácil, pero tiene más teoría y más información el libro que muchas clases de yoga. En salas donde hay 20 personas el profesor no tiene más que dos ojos, con lo cual tampoco puede dedicar tanto tiempo a todos sus alumnos durante una clase, mientras que si tienes un libro y lo haces a tu ritmo, dices ‘hoy voy a dedicar 20 minutos, no dependo del horario de un centro, no dependo de lo que quiere hacer hoy el profesor’. Toda esta flexibilidad no la tienes en una clase, aunque para mí ir de cuando en cuando es muy bueno, porque el profesor nos ajusta, nos dice cosas que no podemos ver nosotros mismos a menos que tengamos una gran consciencia corporal. Además, mis libros están todos complementados por vídeos; los 15 capítulos de este libro tienen 15 vídeos disponibles [mediante códigos QR].
¿Qué le dirías a las personas que piensan que el yoga es aburrido o que va de hacer posturas imposibles?
Que les invito a una de mis clases [se ríe]. Estos son prejuicios que cada vez están menos porque han podido ver que en el yoga hay de todo. ¿Aburrido? Si eres una persona hiperactiva, que te gusta la marcha y cuando haces deporte te pones música electrónica, seguro que en las primeras clases de yoga te vas a aburrir, porque tienes una expectativa de movimiento, de ‘voy a sudar’. Si llegas con una mente más de principiante, de ‘voy a probarlo, no me espero nada’, es otro estado mental y una apertura a la autoobservación. Si tienes demasiado ruido ambiental, ya sea de música, de gente alrededor, no tienes este espacio para escucharte.
El yoga es una disciplina de autoconocimiento, para conseguir una cierta transformación personal. Si llenas tu cabeza de ruido ambiental no tienes este silencio para la contemplación, entonces quizás no es el momento para esta persona para empezar a hacer yoga. Un día sentirá la necesidad de conocerse mejor, de apagar los auriculares y escucharse. En ese momento, pienso que disfrutará mucho más del yoga. Aparte, hay tipos de yoga muy deportivos, físicamente más intensos, en su mayoría estilos creados por norteamericanos, ¡ahí no te da tiempo de aburrirte y acabas al día siguiente con agujetas!
Y no son posturas complicadas o acrobáticas como en las fotos. Mover todo el cuerpo y en todas las direcciones hace que al día siguiente hayas descubierto nuevos músculos, mientras que correr por ejemplo es un ejercicio repetitivo, en el que casi vas con el piloto automático. En yoga no hay piloto automático, siempre estamos observando una nueva postura, cómo respiramos, cómo estamos ¡y nos damos cuenta de que pasan muchas cosas!
El yoga lo solemos asociar al mantra Om. ¿Por qué se dice?
El Om es como el sonido original del Universo. Esto es un poquito más místico pero, si quitas esta parte que a la gente a veces no le interesa, el hecho de cantar el Om nos permite llevar la atención hacia el momento presente. Cuando estás cantando el Om no puedes pensar en nada más. A mí me gusta poner las manos con las palmas juntas y los pulgares tocando el esternón para que se noten todas esas vibraciones dentro de la caja torácica. Es un sonido en tres partes: empezaría como una a neutral, después la o y después la eme. Son tres sonidos muy distintos que podemos sentir con las vibraciones. Todos los mantras, tanto en sánscrito como en pali, han sido elegidos por el poder de sus vibraciones, no solo por su significado, y sabemos que las frecuencias tienen un efecto sobre nosotros. El Om nos ayuda a calmarnos, sobre todo si cantas tres; a llevar la atención sobre el momento presente a la hora de iniciar tu práctica y a dejar de lado los pensamientos.
Otra cosa muy curiosa que mencionas en el libro es por qué no hay espejos en una sala de yoga.
No buscamos la estética perfecta ni ser más guapo que el otro o hacerlo mejor que el de al lado, intentamos no compararnos y que sea una experiencia íntima y personal y buscar una consciencia corporal. Si miramos a un espejo, nos ajustamos a una imagen desde un ángulo, mientras que si miras dentro de ti llevas la atención a tu respiración, a tu calma... A mí me ha ayudado a quitar estas metas de querer ser perfecta y esa especie de radar de ‘a ver cómo lo está haciendo mi vecina’, ‘¿me están viendo a mí?‘... Cuando te olvidas de todo esto llevas la atención hacia dentro. Todos tenemos un poco de ego, todos queremos hacer las cosas bien, pero en yoga no es el objetivo: es que cada uno lo haga a su nivel, con una cierta humildad —que no es infravalorarte, es ‘es lo que soy y voy a hacerlo lo mejor posible’— y observarse.
Muchos quizá te conocieron en el confinamiento, cuando diste clases online 75 días seguidos. Ayudaste seguramente a muchas personas pero, ¿te ayudó también a ti?
Sí, la verdad es que sí. Empecé dos días antes del confinamiento, viendo que todos estábamos muy ansiosos. Pensé ‘voy a dar una clase para ayudar a la gente que se está preparando’ y se conectaron miles de personas. Y así empecé a dar clase cada día: veía que el número de personas que se conectaban iba creciendo, hasta 20.000 personas en una clase. Recibía mensajes todo el día. La gente empezó a tener esta cita diaria y preparé un calendario: el lunes era principiantes, el martes multinivel, el miércoles meditación, el jueves avanzado...
Me ayudó porque yo tenía un objetivo: ayudar a la gente. Notaba que estaba funcionando y, como a muchas personas que tuvieron iniciativas solidarias, esto te motiva. Y así estás creando tu propio bienestar, tienes una sensación de satisfacción, y tenía algo que hacer en lugar de estar sentada mirando series. ¡No vi ninguna durante el confinamiento, no tuve tiempo!
Y ahora has estado recaudando fondos para Ucrania...
Durante dos semanas hemos abierto mi plataforma para suscriptores al gran público. Pagaban un donativo de cinco euros por cada clase en directo, que había tres a la semana, y entre esto y quienes han hecho donativos directamente hemos recaudado 4.000 y pico euros.
¿Qué opinas sobre el Bikram yoga?
Yo no he hecho mucho Bikram, como cuatro clases. Para mí hace demasiado calor. Sé que tiene muchísimos aficionados y que mucha gente dice que es una técnica muy buena. Hay dos aspectos en esta metodología: el tema del calor, que ayuda a la gente a sudar y tiene muchos beneficios, pero la otra cosa es el señor Bikram. Para mí no es un yogui, es una marca. Tiene bastante mala fama y diría a la gente que le gusta hacer este tipo de yoga que hacen hot yoga y dejar de dar dinero a este señor que es un impresentable.
¿Y sobre el yoga facial? ¿Funciona o es un poco una moda?
No lo conozco muy bien. Sí que conozco algunos movimientos de cara que van con la respiración pero no he visto en ninguna escritura tradicional nada sobre el yoga facial. No sé si es yoga facial o gimnasia facial. El yoga tiene una parte espiritual importante que no encuentro en el yoga facial y como no lo he hecho mucho no puedo realmente opinar si es una moda o es yoga. La verdad es que no sé muy bien lo que es.
En el libro hablas de yoga y menstruación. En los días en los que se tiene la regla, ¿recomendarías hacer yoga, cambiar de modalidad... qué consejo darías?
Hay yoga para todas las necesidades. Hay varios tipos que son muy tranquilos, que no utilizan la parte abdominal, del core. Las mujeres no tienen todas los mismos síntomas pero puede haber un dolor abdominal bastante desagradable; en mi plataforma tenemos toda una serie de yoga para la mujer y dentro unas clases de yoga para la menstruación. Son clases de yoga restaurativo, en el que se utilizan muchísimo accesorios como cojines, bloques, mantas... y lo que hacemos es que dejamos que el cuerpo utilice la gravedad para relajarse. Esos días no hace falta decir ‘no hago nada’; si te gusta hacer tu práctica, cambia la que hagas habitualmente por una clase de yoga restaurativo.
¿Por qué deberíamos incorporar la meditación en nuestro día a día?
Ahora tenemos un grave problema de salud mental y de gestión emocional. La pandemia, más la crisis internacional, más el estrés laboral y los numerosos estímulos que recibimos a través de nuestros dispositivos digitales hacen que nuestra mente no descanse, siempre estamos en alerta. Eso hace que el metabolismo prepare el cuerpo para luchar físicamente contra el oso, contra el león, que es normal, pero no podemos estar siempre en alerta. El cuerpo necesita volver a un estado de equilibro y regularse. El problema está en si mantenemos el estado de alerta: hay un problema de cortisol, nos creamos tensiones en el cuerpo, dejamos de hacer funciones vitales como la digestión... La gente se preocupa más por el cuerpo pero cuando el cuerpo va mal en muchas ocasiones el motivo es la mente.
La gente que practica meditación regularmente tiene la capacidad de observar las emociones que vienen, se dan cuenta cuando están en un estado de estrés o ansiedad y al reconocer ese estado y detectar ciertas emociones pueden gestionar su actitud el resto de su jornada. La meditación, siendo una disciplina muy accesible para todo el mundo nos permite ser mucho más conscientes de nuestro estado mental y emocional. La meditación es como lavarse los dientes: te permite ir menos al dentista (lo siento por los dentistas). Con una meditación regular —debería ser diaria— estás haciendo prevención y regulación emocional.