Utopías, ministerios y ¡abajo España!
Hay palabras que encierran una magia especial, que destilan posibilidad. "Utopía" es una de ellas. Me sugiere sueño, creatividad, ilusión, oportunidad. Estos días, leyendo varios artículos sobre el tema en una revista deLe Monde diplomatique, la he tenido muy presente y he podido comprobar desde cuántos ámbitos tan diferentes puede aplicarse. También he descubierto la necesidad que tenemos como seres humanos de creer en ella, de sumergirnos en su significado para avanzar y crecer no sólo como personas, también como sociedad.
Precisamente lo contrario a lo que parece estar pasando en los medios de comunicación últimamente. Algunas de las decisiones tomadas desde la televisión pública y desde determinadas emisoras de radio nos acercan peligrosamente al universo de las distopías más peligrosas. Parece que hay fuerzas superiores interesadas en mantenernos en la ignorancia, que se esfuerzan para que, como ciudadanos, nos conformemos con programas insulsos que no piden el mínimo esfuerzo intelectual del oyente o del espectador. Como las "familias" televisivas que aparecían en Fahrenheit, 451: diálogos preparados y vacíos. O como la manipulación de la información de 1984: extrañas guerras que flotan en el ambiente, un nuevo lenguaje que reduce términos para que la gente olvide expresarse. Todo bajo un mismo propósito: controlar.
Cuando todo tiene que pasar por el tamiz de la audiencia, la inmensa minoría que requerimos programas de calidad nos vemos ninguneados. Cada día que pasa es más difícil encontrar contenidos en los medios que hablen sin miedo de la realidad que nos rodea, o que intenten enseñarnos además de entretenernos saliendo del círculo vicioso del cotilleo y la vergüenza ajena.
En las últimas semanas, dos malas noticias han venido a confirmar este panorama: el parón veraniego de El Ministerio del Tiempo y el cese de Arriba España, programa despertador de M80 que ha estado en la parrilla esta última temporada. Ambos son exponentes de calidad, de humor inteligente, de la didáctica tan necesaria en medio de espacios repletos de fogones, imitaciones y realities; pero ambos rozan el peligro al atreverse a meter el dedo en la llaga, se trate de lo que se trate o pertenezca la dichosa llaga a quien pertenezca.
Hay muchas maneras de castigar al rebelde. Se puede empezar por elegir un horario difícil y por hacer coincidir la emisión con las fechas veraniegas para cortar por lo sano. También se puede ser más directo y, sin dar una explicación convincente, apagar los micros a una de las mejores voces de la radio, Juan Luis Cano.
Habrá quien piense que, en esta época tan pragmática en la que la audiencia prevalece por encima del aprendizaje y del pensamiento crítico, quedarse con la idea de la utopía es de soñadores que se agarran al clavo ardiendo de la ingenuidad. Quizá, pero lo prefiero a la aceptación de un mundo trivial y anodino.
Según Oscar Wilde, "un mapa del mundo que no contenga el país de la Utopía no merece ni siquiera que le echemos un vistazo, pues ignora el único país donde llega toda la humanidad." Yo seguiré soñando con mi país y espero encontrarme allí con Javier Olivares, Cano y "tos estos" que les acompañen.