Una Rusia arrinconada resiste a golpe de bombardeos indiscriminados la imparable contraofensiva ucraniana
Moscú trata de evacuar a su población civil en Jersón en previsión de inminentes combates, mientras la OTAN y la UE siguen moviéndose en apoyo de Kiev.
La guerra suma, incesante, siete meses y medio. 232 días después, las noticias se suceden a un ritmo salvaje, casi tanto como los movimientos en el campo de batalla. Metro a metro, Ucrania sigue reconquistando el territorio ocupado, mientras Rusia intenta controlar su huida, arrinconada en enclaves fundamentales como Jersón, a la espera de nuevos refuerzos en forma de movilización popular desde su propio país.
No cesan, tampoco, las bombas que lanza Moscú a la desesperada en sus represalias contra ciudades y puntos clave ucranianos, por el atentado en Crimea y por su propia sensación de derrota, confiando que la llegada del invierno en un país devastado les ayude.
Mientras, la OTAN y la UE preparan nuevas medidas para ayudar a Kiev y para tratar de intimidar a un Putin que mantiene firme su objetivo actual de castigo y que busca los apoyos que últimamente le faltan más allá de sus fronteras (legales o autoproclamadas).
La contraofensiva que no cesa
En el este y en el sur, las tropas de Zelenski siguen recuperando el territorio que perdieron meses atrás. Ni siquiera el cambio de política de Rusia, que ha optado por intentar reventar infraestructuras críticas nacionales ucranianas y por bombardeos masivos contra civiles en diferentes puntos lejos del frente, ha cambiado el sino de la operativa militar.
Se suceden los objetivos indiscriminados para Moscú. En las últimas horas, Zaporiyia, Sumi, Mikolaiv, Járkov, Kiev, Leópolis... el reguero de ciudades atacadas es incontable, como lo es el de edificaciones y puntos estratégicos reventados: escuelas, mercados, instalaciones de luz, gas, edificios residenciales... El sonido de las alarmas antiaéreas ha vuelto a ciudades que creían lejana la guerra. Todo vale en la anunciada respuesta de Putin al ataque contra el puente de Crimea, considerado por él territorio ruso.
En paralelo al incesante aumento de víctimas, muchas de ellas civiles, del miércoles al jueves han vuelto a manos locales decenas de asentamientos y puestos de mando en regiones tan dispares como Lugansk, Mikolaiv o Jersón. En la batalla por el relato bélico, Kiev asegura haber recuperado hasta 75 localidades en la provincia de Jersón, lo equivalente a 1.200 kilómetros según cálculos de su mando militar. También cuenta por decenas los enclaves retomados en Lugansk o Donetsk. Cálculos no oficiales que no hacen sino crecer, para desesperación de Moscú.
Rusia, obligada a evacuar Jersón
El curso de los acontecimientos lleva mucho tiempo obligando a Rusia y sus autoridades satélite a contar parte de la verdad de la situación. En Jersón, la ofensiva nacional se aproxima cada vez más a una capital crucial en el sur. Este jueves, el gobernador impuesto por Moscú, Vladimir Saldo, ha anunciado la evacuación de la población civil ante el peligro de que los combates lleguen a las calles de Jersón, que ya se resiente en los ataques aéreos que Ucrania lanza contra puntos clave.
En un mensaje televisado, Saldo ‘ofrece’ a sus ciudadanos una salida en dirección a “otras regiones de Rusia”, eufemismo putiniano de las regiones invadidas por Rusia. Entre ellas, un corredor humanitario hacia Crimea (zona también ucraniana pero más controlada por Moscú desde que se la anexionó ilegalmente en 2014).
Esta ruta no es del agrado de la población ucraniana en la región, que teme represalias y deportaciones forzosas a territorio enemigo. Por ello, son numerosos los nacionales que buscan refugio a estas horas, como ha podido saber El HuffPost.
Hacia un pacto de no agresión en la central de Zaporiyia
Una de las pocas buenas noticias a nivel diplomático llega desde Zaporiyia, a la par uno de los puntos más masacrados recientemente. Alrededor de su central nuclear, escenario de numerosos ataques estos meses, el Organísmo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ve “progresos” para llegar a un acuerdo de no agresión en la zona entre las partes.
Rafael Grossi, director del OIEA, ha celebrado reuniones con Putin y Zelenski en sus respectivos territorios, con el objetivo de establecer una zona de protección en torno a la central, la más grande del continente. El acuerdo, que está en camino pero no aún cerrado, pasa por “dos cosas: que no haya ataques de ninguna parte (a la planta) y que no se use para atacar a nadie”, ha añadido ante la prensa el responsable.
La OTAN se mueve en Europa y España también (a medias)
En el bando occidental, siguen los movimientos de blindaje. Aunque ninguna voz autorizada confirma que Rusia tenga planes de acción directa más allá de Ucrania, nadie se fía. Bajo el abrigo de Alemania, hasta 15 países europeos de la OTAN (14 más la cuasi admitida Finlandia) han acordado crear un “escudo antimisiles” en el que, por ahora, no participa España.
Mediante un sistema de defensa aérea compartido y con sistemas interoperables, Bélgica, Bulgaria, República Checa, Estonia, Alemania, Hungría, Letonia, Lituania, Países Bajos, Noruega, Eslovaquia, Eslovenia, Rumanía y Reino Unido se han unido de “forma flexible y escalable”.
Margarita Robles asegura que España no participa porque Alemania no nos ha “invitado” a participar. “Es una decisión suya que se debate en el ámbito multilateral”, ha indicado este jueves la ministra de Defensa, si bien matiza que España podría participar siempre que “hubiera petición expresa, que no se nos ha realizado”. En ese caso, ha rematado, “la atenderíamos”.
Donde sí ha movido ficha España es en el reparto de más ayuda militar. Tras la reunión de los titulares de Defensa de la OTAN durante miércoles y jueves en Bruselas, el Gobierno ha acordado enviar cuatro lanzamisiles HAWK, un gesto que aplauden y celebran tanto el secretario general de la alianza como el ministro del ramo estadounidense. Moncloa y Robles, por ahora, guardan silencio al respecto de los detalles de la operación.
Borrell sube (mucho) más el tono
Camino del octavo mes tampoco afloja el carácter de las amenazas verbales. Bajo el sempiterno ‘comodín’ nuclear ruso, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, ha afirmado con total contundencia que “cualquier ataque nuclear contra Ucrania provocaría una respuesta, no nuclear, pero una respuesta militar tan poderosa que el ejército ruso será aniquilado”.
“Putin no puede permitirse marcarse un farol. Y tiene que quedar claro que quienes apoyamos a Ucrania, la UE y sus Estados miembros, Estados Unidos y la OTAN tampoco se están marcando un farol”, ha añadido el alto representante este jueves en un acto en Bélgica.
No ha llegado tan lejos la advertencia de Jens Stoltenberg, que se ha limitado a hablar de “consecuencias graves” en caso de que Rusia dé el paso nuclear contra Ucrania. Sin variar su retórica, el cabeza de la OTAN ha hablado , al término de la reunión entre miembros, de un hipotético ataque nuclear del Kremlin: “No vamos a decir exactamente cómo responderemos pero fundamentalmente cambiará la naturaleza del conflicto”.
El ‘amigo’ Erdogan
El militar no es el único frente en el que Putin tiene urgencias. Sabedor de las sanciones occidentales contra sus fuentes de energía y de la minoración de sus ganancias, busca nuevos aliados. Y recurre a un clásico, Turquía, que en este conflicto intenta jugar el papel de árbitro internacional.
El presidente ruso ha llegado a decir que Turquía es el socio “más fiable” para suministrar gas a Europa y ha planteado la construcción de nuevas infraestructuras que convertirían a ese país en un nodo estratégico para la exportación a terceros países, “principalmente” europeos.
La idea del mandamás eslavo es construir nuevos gasoductos e intercambiar energías entre ambas naciones, en pleno auge del Turkstream, la infraestructura más fiable en el continente tras el sabotaje del Nord Stream en el Báltico. Ankara, de momento, guarda silencio, aunque el Kremlin vende que “parecen bastante interesados”. Las negociaciones, también aquí, van para largo.