Un sinfín de casos aislados
Se nos acumulan las polémicas y los debates, sin que en ocasiones tengamos tiempo suficiente como para profundizar en asuntos que son realmente importantes. Pasamos en cuestión de horas de la escandalosa decisión del Tribunal Supremo (TS) de corregirse a sí mismo y salvar a la Banca del pago del Impuesto de Actos Jurídicos Documentados (IAJD)... a la elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) por parte de los partidos políticos. Es todo tan frenético que a los ciudadanos se nos escapan políticamente vivos los responsables de fechorías varias y diversas, dado que para cuando hemos identificado al responsable y tomado cartas en el asunto... ya tenemos otro escándalo sobre la mesa. Y a otra cosa, mariposa: de ese modo, el penúltimo escándalo que nos indignó queda archivado y sus responsables a salvo (como la Banca), vivitos y coleando.
En el caso de los abusos bancarios (ese sinfín de casos aislados que apuntaba Guillermo del Valle en Un Triste Vodevil) los responsables lo tienen más complicado, puesto que lleva tiempo lloviendo sobre mojado (las preferentes, las cláusulas suelo, los swaps, las hipotecas multidivisas, el IRPH, los intereses moratorios del 30%...) y es probable que la gente no vaya a permitir más atropellos y seguramente siga manifestándose, por mucho que los que nunca pasaron apuros económicos los tilden, desde su poltrona, de antisistema. Abusos, por cierto, que los principales partidos políticos han permitido cuando no fomentado durante años, más dispuestos siempre a aburrirnos con su demagogia barata y su postureo propagandístico que a modificar todas las leyes injustas que sean precisas y regenerar de ese modo nuestra democracia.
Mientras tanto, a lo que sí dedican tiempo es a repartirse la tarta del CGPJ sin vergüenza alguna en un nuevo cambalache inaceptable, sabedores de que, entre tantos casos aislados y escándalos varios, de este asunto del vergonzoso reparto de la Justicia para controlarla dejará de hablarse en apenas unas horas. Y en unos meses, esos mismos partidos políticos que politizan nuestra Justicia volverán a prometernos su despolitización como si tal cosa, del mismo modo que nos prometen cada ciertos meses reformar la Ley Electoral, profesionalizar y despolitizar los medios públicos de comunicación, ser implacables contra la corrupción propia y ajena o poner freno al amiguismo y al tráfico de influencias. Y mientras los partidos que deberían hacerlo no lo hacen, los populistas y los ultras van asomando la patita, sin contar a los ultras nacionalistas, siempre dispuestos a prometer el paraíso independentista a quienes se van decepcionando con España.
PSOE, PP y Podemos volverán a hablarnos de regeneración democrática pero lo cierto es que han entrado de lleno en el juego partitocrático que consiste en repartirse el CGPJ y controlar, de ese modo, la Justicia. Cuando vuelvan a hablarnos de regeneración democrática, habrá que volver a recordarles que mienten más que hablan. Podemos no ha logrado representante, pero no ha propuesto fórmula alternativa sino todo lo contrario: ha entrado de lleno en el cambalache, demostrando que no es instrumento útil para el cambio que necesita España. Los dos primeros, además de repartirse los vocales del CGPJ, han pactado el nombre del presidente, Manuel Marchena, cuya elección corresponde, en teoría, a los vocales del órgano, cuyos nombres todavía desconocemos. Solo sabemos que PP y PSOE ya los han elegido para que elijan al presidente previamente acordado por los partidos. Este es el vergonzoso proceder de los partidos del régimen. Y, entre un sinfín de casos aislados, este de la politización de la Justicia es uno de ellos.
Hay quien nos advierte que denunciar las injusticias que existen en España supone proveer de gasolina a los independentistas, y que es mejor no decir demasiado. No puedo comprar semejante discurso. Luchar contra las injusticias es un bien en sí mismo... pero es que es también una forma de luchar contra demagogos, ultras, populistas e independentistas que quieren romper España.