Un partido de fútbol contra el machismo
Una obra feminista con todo lo que el feminismo conlleva: enfrentar el fascismo, el racismo, el capitalismo feroz y con la sororidad como bandera.
El sempiterno análisis de cómo miramos es una herramienta constante en los estudios visuales feministas para revelar la falsa inocencia de las imágenes: todo está pensado, desde el encuadre hasta el color, el punto de vista o las posiciones de quienes aparecen en las obras. Esto no es nada nuevo y viene desde las reflexiones en torno a la supuesta (y ficticia) neutralidad del fotoperiodismo, hasta las imágenes publicitarias; por eso resulta tan importante lo que se ve cómo articular adecuadamente un análisis de las estructuras secundarias que conforman estas imágenes.
Unas escaleras. Un mural callejero que ocupa las distintas paredes. Sao Paulo. En el plano, ocupando toda la pantalla, los graffiti con la cara de la activista feminista y LGTB Marielle Franco, asesinada en 2018, y que se definía a sí misma como una “mujer feminista, negra e hija de la favela”. El resto de los mensajes en las paredes dicen “Mujer negra, artista, resista”. Todos hacen referencia a Franco. Son dibujos de varias artistas que le han puesto el nombre de Franco a la escalera para no olvidar a la activista lesbiana. Sentada en el centro, en unos peldaños, una chica racializada, con la cara pixelada y pelo afro, mira un vídeo y niega con la cabeza. Se levanta, se sube a su patín y recorre las calles hasta un cementerio donde recoge una bolsa negra con algo dentro: la cabeza de Bolsonaro, que lleva hasta una cancha en una zona urbana y donde comienza un partido de fútbol con la cabeza como balón.
Se trata de una obra realizada a dos bandas, entre el artista Eugenio Merino y el colectivo Indecline. Más allá del fútbol, hay muchos mensajes secundarios, más allá de lo evidente, en esta acción artística y en las otras que conforman “Freedom Kick”: hay otro vídeo en la frontera de México con la cabeza de Donald Trump, y otro en Washington, delante de la Casa Blanca con la cabeza de Putin.
Una de las primeras cosas a destacar es la cuidada producción de los vídeos, con distintos planos que ayudan a incidir en el mensaje: en el partido de fútbol en Sao Paulo, por ejemplo, las personas que están jugando son parte del activismo y el colectivo LGTBI. Uno de los jugadores lleva la bandera arco iris en sus calcetines y otro en el extremo de su camiseta. Una mujer asiática porta la camiseta “Rosa Negra. Acción directa y fútbol”, un colectivo autónomo y anticapitalista que piensa sus acciones políticas a través del fútbol: “Nuestra militancia y nuestra práctica política están en contra del racismo, el machismo, el sexismo, la homofobia, en definitiva, en contra de todas las muchas formas de opresión y dominación que surgen de una sociedad dividida por el privilegio”, es el lema de Rosa Negra.
Otra de las jugadoras alude a la genealogía feminista como ejercicio activista con unas grandes letras de “SCUM” en su camiseta. Tchaka Drag Queen juega con la cabeza en medio de un ambiente festivo y reivindicativo, vestida de gala, con vivos colores. La celebración es también activismo. Contra la opresión, color y juego.
Una de las participantes en esta acción, Kaline Toledo, señala que “nuestro país aún vive en constante machismo, racismo, homofobia, cargado de mucha intolerancia, lo que se traduce en un número absurdo de muertes diarias. Para mí es importante esta acción por ser mujer y estar en una cancha de fútbol jugando con la gente que es vista como “escoria” por esta sociedad llena de fascistas, por el color de su piel, por sus opciones sexuales, visuales… por simplemente ser personas libres. Hay varias simbologías en este vídeo que muestran a una parte de las personas que son vistas como solo números para este gobierno actual que presenta un caso claro a favor de la violencia directa contra estas personas, entre otras. Aquí el fascismo se compone a base de religión, segregación, manipulación de medios y extrema intolerancia con las clases bajas. Ahí está la fuerza de este video… es para la gran mayoría de personas de nuestro país, que viven con extrema pobreza, que son asesinadas todos los días”.
Dice David Kennedy, editor de “Football Collective” (una red que busca incorporar un debate crítico a este deporte) que “hay una tensión constante entre las fuerzas que disputan la forma cultural y de mercancía que toma el fútbol”. Por un lado, su origen humilde y su sentido de clase, algo que se reivindica entre quienes juegan el partido en la obra de Indecline y Merino, y por otro, el uso capitalista y colonizador del mismo, en un régimen de semi-esclavitud con fábricas de balones en Pakistán. “La mercantilización de la estética se ha convertido en una característica clave de la economía del siglo XXI, y el desarrollo comercial del fútbol forma parte de un movimiento más amplio para monetizar las actividades culturales”, señala Kennedy.
No es fácil darle la vuelta a este deporte, tan mediado por la expansión internacional y convertido en emblema del capitalismo, el colonialismo y el sexismo (el 49% de las mujeres futbolistas no cobra por jugar y casi el 90% abandona antes de los 25 años por la poca o nula remuneración a su trabajo, según el informe de FIFPro de 2019).
El fútbol se cuela en la pantalla para ser, de nuevo, reivindicación. Esta colaboración entre Indecline y Merino, más allá de su sentido artístico es un acto político, es feminista y es contestatario. En un momento donde la extrema derecha crece en todo el mundo, donde negacionistas destruyen el planeta, donde aún ser mujer, ser lesbiana, ser drag, trans, negra, gay… es un ejercicio de supervivencia en muchos países, el arte tiene una responsabilidad más allá del ensimismamiento. Este trabajo artístico, esta acción, se construye con una reflexión profunda sobre quiénes somos en el mundo y qué posición queremos adoptar, si queremos tomar partido o queremos seguir abstrayéndonos de la realidad. “Freedom Kick” es una obra feminista con todo lo que el feminismo conlleva: enfrentar el fascismo, el racismo, el capitalismo feroz y con la sororidad como bandera. Las mujeres que juegan a fútbol en el vídeo también somos nosotras, las oprimidas en cualquier parte del mundo. Mientras haya un resquicio de patriarcado en algún lugar, el feminismo es necesario, tanto en el activismo de las calles como en el sistema del arte.