Un lenguaje que sólo los pájaros saben
Creemos hablar un lenguaje que sólo los pájaros saben descifrar. Avanzar a través de la tarde, mordiendo tu boca, por ejemplo, como si un mensaje encriptado fuese, en el que sólo los nómadas supiesen defender.
Aquí, ajado sobre el techo de tu pecho, imploro un día más sobrevivir al reino de tus ojos. Despojarme de esta podredumbre que sólo a los hombres nos evoca y que con nuestro dolor hacemos partícipes al resto de los mortales. Que no queremos que nuestra felicidad tan imperfecta, tan humana, puede alcanzarse en esta vida como parte de una virtud donde podemos emplear una serie de seres humanos e instrumentos a nuestro antojo.
Tres mujeres al día son violadas y obligadas a practicar sexo sin su consentimiento. Cada semana ejecutan a una madre, a una hija, a una hermana. Este es el parte de guerra con el que nos hacen vivir a los hombres. Los otros, los desahuciados, los machos ellos, los dominantes, los de siempre que se creen con la verdad absoluta, con el poder de seguir esclavizando al resto del mundo bajo la tiranía de su dolor y de su padecimiento, de su poder y de sus miserias. Con la inquebrantable obstinación de someternos a su voluntad, sin límite alguno.
Creemos saber hablar un lenguaje que sólo los pájaros saben descifrar. Sin embargo, esta es nuestra batalla, no sólo de ellas. Enfrentarnos ante nuestros propios demonios, aceptar la barbarie con la que hemos doblegado los designios de la historia.
El discurso del dominio del hombre ante la naturaleza sólo nos dejó la desolación de los imperios, la caída de las civilizaciones, la plasmación que el ser humano existía en el mundo con el único objetivo de destruirse a sí mismo. Si esto es así, si es cierto lo que los demonios dictan en lo más hondo de los hombres, yo reclamo no pertenecer a esa estirpe. Proclamo fundar un nuevo orden, donde la ternura tenga cabida. Donde hablemos el mismo idioma, aunque no nos conozcamos.
Creemos hablar un lenguaje que sólo los pájaros saben descifrar y, sin embargo, no nos damos cuenta que sobre nuestros pechos anidan sus alas y con ellas la libertad de todos los hombres, que pertenecemos al imperio de la luz de unas pupilas, que los sueños no conocen muros ni fronteras, mientras que imploro sobre tus labios mi única piedad, donde el caos antiguo, donde los viejos claustros de la memoria proclaman tu nombre sobre todos los hombres, proclaman gloria a pesar de las derrotas.