Trumpismo y elecciones midterm
El peso del trumpismo en el Partido y en una parte importante de los candidatos a representantes y senadores republicanos, vincula de forma directa estas elecciones al futuro político y electoral del expresidente.
Es una costumbre asentada que las elecciones intermedias en los Estados Unidos propinen un severo repaso al partido en el poder, pero todo parecer indicar que en estas 2022 midterm elections pueden irles bastante bien a los demócratas. Todo ello, a pesar de este cierto caos post pandémico con la alta inflación y los bajos índices de popularidad del presidente Biden, en donde algunos cómicos del show night hablan del President walking dead para subrayar la escasa fuerza y ninguna agilidad presidencial —tanto física como políticamente— para afrontar la difícil situación bélica, energética y económica que estamos viviendo.
Las encuestas de participación electoral y los sondeos en los días previos a esta elección de los candidatos a congresistas y senadores, —coincidiendo con los momentos de menores índices de popularidad a Biden— daban una ventaja significativa a los republicanos de 10 y hasta 15 puntos, pero a la vez muestran una recuperación significativa de los demócratas justamente por acontecimientos como las investigaciones del FBI sobre Trump y coincidiendo con las primeras iniciativas del programa presidencial de reconstrucción en algunos Estados claves, lo que hacen sospechar que estamos ante unas elecciones muy disputadas que se decantarán en pocos Estados, con un 50% de probabilidad de victoria para cada uno de los candidatos de los dos partidos (The Economist Predictions and Real Clear Politics sept-oct-nov. 2022).
Los últimos sondeos vaticinan que, con toda probabilidad, el partido del asno puede perder la mayoría en la Cámara, pero puede mantener, incluso incrementar, la mayoría en el Senado. Conviene recordar que cada Estado tiene dos senadores, pero solo un tercio de los escaños del Senado serán renovados en el mes de noviembre. Los republicanos actualmente tienen la mayoría de los escaños que se renuevan este año, lo que les da a los demócratas una ventaja. Aun así, para mantener la mayoría, los demócratas deben aferrarse a escaños en lugares como Arizona, Georgia y Nevada, o recoger escaños en estados como Ohio, Carolina del Norte y Pensilvania.
Sin embargo, los demócratas no lo tendrán fácil para tratar de mantener el control del Senado. El pesimismo general sobre la economía y las decisiones de último momento por parte presidencial serán claves. Sin embargo, en distritos estratégicos los republicanos han nominado a candidatos marginales o claramente trumpistas, lo que asocia su futuro a la que pueda tener Donald Trump. Además, la decisión de la Corte Suprema de permitir restricciones más estrictas al aborto ha movilizado con fuerza a los votantes demócratas.
La sombra de Trump es alargada. Y no es descabellado decir que el futuro de estas elecciones territoriales vendrá también asociado a la postura que pueda adoptar el Partido Republicano respecto al mantenimiento o no, del modelo trumpista que ha seguido sosteniendo hasta ahora. El peso del trumpismo en el Partido y en una parte importante de los candidatos a representantes y senadores republicanos, vincula de forma directa estas elecciones al futuro político y electoral de Donald Trump. En este momento, el partido del elefante no tiene una opción moderada como alternativa a la visión radical y populista del expresidente republicano.
Llegados a este punto del escenario más que probable, estas elecciones legislativas alimentan la polarización creciente en la sociedad estadounidense que se instaló en el pensamiento republicano con la llegada de la rebelión conservadora de la mano del populismo reaccionario de la autodenominada alt-right. De esta forma el voto conservador puede optar mayoritariamente por aquellos candidatos que defienden el American First y el MAGA (Make American Great Again), transformado ahora en Keep America Great en el sentido apuntado por Trump de autogestión privada y mayor orden para que el pueblo con su sheriff risen a la cabeza tenga más poder frente a Whashington, al presidente zombi y al stablisment tradicional. Volver nuevamente a enarbolar la idea jacksoniana del proyecto nacional escuchada machaconamente en muchos de los actuales mítines republicanos y que tanto gusta a la demagogia trumpista: devolverle el poder al pueblo y tener armas para defenderlo; la idea -por cierto- que estuvo en la toma del Congreso. Un pueblo patriótico, blanco y nativista como expresión de los símbolos, mitos y ritos de la nación, que no consienta la desobediencia y el desprecio hacia los policías, las revueltas callejeras, la anarquía tribal, la llegada de extranjeros, la subida de impuestos y, en consecuencia, la trasformación de EE. UU. en un estado socialista, castrista y chavista.
Candidatos como la congresista Marjorie Taylor Greene ha llegado a decir que los musulmanes no deberían ostentar cargos públicos, ha sugerido que tiroteos como los de Parkland y Sandy Hook fueron eventos de falsa bandera y ha abrazado algunas de las premisas que emanan de la teoría de la conspiración de QAnon. La congresista Lauren Boebert ha defendido la teoría del Gran Reemplazo, ha comparado los mandatos del uso obligatorio de mascarilla con el Holocausto nazi y ha dicho estar cansada de la separación entre Iglesia y Estado. En esa minoría también cabría incluir a congresistas como Matt Gaetz, investigado por crímenes sexuales, o Paul Gosar, con vínculos preocupantes con el supremacismo blanco. Todos ellos recibieron el apoyo de Trump para sus respectivas reelecciones y todos ellos han ganado sus primarias contra rivales más moderados. Ninguno debería tener problemas para ganar porque representan distritos profundamente conservadores que en muy rara ocasión votarían por un demócrata. Existen varias razones por las que Trump los apoyó: primero, porque históricamente es más sencillo ganar cuando ya eres congresista. De esta forma, Trump puede anotarse una victoria fácil dando su apoyo a alguien que probablemente ganará sus elecciones. Segundo, porque tienen un estilo combativo similar al suyo. Si algo han demostrado Taylor Greene, Boebert o Gaetz es que están dispuestos a salir en televisión en cualquier momento a soltar el comentario más contundente posible contra sus rivales demócratas.
Frente a esta América que parece mayoritaria en el partido del elefante, se puede estar viviendo un cambio en la opinión pública, acelerado por los efectos de la pandemia en las dinámicas de pobreza y desigualdad, que ayude a las propuestas de reformas de la presidencia y al programa transformador regional y federal de algunos de los candidatos progresistas. El cambio de modelo que defienden los demócratas con Biden a la cabeza: la versión más suave y moderada dentro del partido del asno, pero también la menos atractiva para los nuevos y jóvenes electores. Aprovechar que, catalizado por los efectos de la pandemia y su post en las dinámicas de pobreza y desigualdad, se están viviendo en estos meses cambios en esa sociedad estadounidense en donde, como reflejan las encuestas las de los prestigiosos APC-Norc Center for Public Affairs Research y del Pew Research Center, una parte considerable de las clases medias piensan que existen unas cuotas de desigualdad insostenible y que es necesario avanzar hacia un sistema más equitativo y de mayor protección social. Emprender reformas para responder a una parte significativa de la ciudadanía que se siente abandonada y desprotegida.