Trumpdemia
Con el presidente Trump se inició el rebrote del machismo exhibicionista que se extendió rápidamente por todo el mundo.
Quien cree que Trump se ha equivocado al no reconocer su derrota en las elecciones americanas no conoce lo que es el poder definido por el machismo, del cual es uno de sus máximos exponentes.
El machismo es un modelo injusto de poder dirigido a la acumulación de poder. No se trata sólo de gestionar el que ya se tiene desde el abuso, sino de acaparar más poder, por eso sus objetivos son ilimitados y no se conforma con nada. Si fuera un simple ejercicio de poder podría haber sido cuestionado y contrarrestado en algún momento de la historia, pero todavía hoy permanece como modelo porque utiliza todos sus canales, instrumentos y estrategias para perpetuarse en él y evitar cualquier alternativa.
Y una de esas estrategias es la de la profecía auto-cumplida que Trump con su exhibicionismo ha desarrollado a la perfección. Primero dice que si pierde no va a aceptar el resultado porque será debido a un fraude sin más prueba que su propia afirmación. Y ahora, cuando ya ha perdido, como adelantaban todas las encuestas, echa mano de su advertencia para confirmar, también sin evidencia alguna, que ha habido fraude porque ha perdido.
De esa manera se cierra el círculo en el que todo encaja, aunque se trate de un planteamiento falaz que no admite otra alternativa más que la propuesta que se hace desde su posición de poder. Porque esa es la clave, contar con el poder necesario para que su propuesta resulte creíble. Cualquiera puede hacer el mismo tipo de razonamiento, pero sólo quien cuenta con todos los instrumentos del poder, los formales y los informales, puede darle recorrido a su estrategia como ha hecho Trump. De ese modo, aunque el resultado final no haya sido el que él pretendía, al menos consigue que una gran parte de la sociedad siga pensando que realmente se ha producido el fraude, y que, por tanto, considere al gobierno actual de Joe Biden como ilegítimo, y a todo a toda la sociedad que lo apoya como un grupo dirigido a alterar el orden dado a través de iniciativas ilegales.
Bajo este planteamiento ya tienen librada la primera “batalla” ante su próxima “guerra”, porque la habrá.
Pero no es nada nuevo. El machismo actúa de manera similar con la estrategia de la profecía auto-cumplida. Desde el principio se dirige a dominar, controlar, discriminar y atacar a las mujeres como parte de su esencia identitaria, y como forma de satisfacer sus objetivos y repartir beneficios entre los hombres, y para ello lo que hace es preparar el terreno diciendo que las mujeres son malas, perversas y que sus palabras no tienen credibilidad alguna. Y luego, cuando ellos las agreden y ellas los denuncian, afirman que son “denuncias falsas”, que lo único que buscan es hacerles daño y “quedarse con la casa, los niños y la paga”. Y para ello cuentan con las circunstancias del presente y con la profecía que en forma de advertencia forma parte de la sucesión infinita de los días.
El resultado es objetivo, y al igual que una parte importante de sus seguidores creen a Donald Trump, también una parte importante del sociedad cree los argumentos que desde las posiciones androcéntricas se lanzan cuestionando la realidad de la violencia de género y atacando a las mujeres por su maldad y manipulación. Da igual los resultados objetivos y que todos los recuentos demuestran que Trump ha perdido las elecciones, como da lo mismo que los datos de la Fiscalía General del Estado demuestren que las denuncias falsas no llegan al 1%, el mito no es válido por su verdad, sino por ser creíble para evitar enfrentarse a la realidad que genera malestar o incomodidad. Por eso la gente prefiere el mito que da veracidad al argumento que le resulte más cómodo, no al más cierto.
Hoy los argumentos son para la ocasión, ya no hay mitos para la eternidad, estos son los de siempre, y lo que hacen las estrategias de hoy es reactualizarlos con elementos del presente para que resulten más creíbles.
Trump existía como Trump antes de ser presidente, recordemos toda su estrategia de acoso y bulos sobre Barack Obama diciendo que no era americano, y no va a dejar de ser Trump tras abandonar la presidencia. Ahora el Tribunal Supremo le ha quitado también la razón, pero él y los suyos siguen pensando que todo forma parte del complot. Y como su estrategia da resultados en el objetivo de la polarización social, muchos otros líderes y partidos la comparten para obtener réditos sociales, como quienes hablan aquí de un “Gobierno ilegítimo” a pesar de ser el resultado de unas elecciones democráticas.
No hay un primer machista, nunca lo hubo, porque el machismo no es una decisión ni el resultado de una invasión, el machismo es la forma en la que la posición de abuso de los hombres se naturalizó, hasta hacer de su planteamiento cultura y de la injusticia normalidad.
Pero sí habrá un último machista cuando la transformación social que vivimos sobre la igualdad haya dejado sin espacio a quienes imponen sus ideas y valores como únicos. Y al igual que ocurre en las pandemias, cada vez que se acaba un foco de contagio la situación general mejora.
Con Donald Trump se inició el rebrote del machismo exhibicionista que se extendió rápidamente a modo de “Trumpdemia” por todo el planeta. El pueblo americano ya acabado con ese foco, y el resto de los países harán lo propio con los suyos conforme se avance en igualdad, derechos humanos y justicia social.
Y aunque sigan ahí esperando su nueva oportunidad para rebrotar, las circunstancias sociales harán cada día que sea menos probable.