Trump ha perdido, pero el trumpismo sigue vivo. Estos son sus posibles sucesores
Entre los candidatos al trono de Trump destacan dos de los senadores más importantes del país.
El todavía presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha perdido las elecciones, pero aunque se vaya de la Casa Blanca, son muchos quienes aspiran a liderar su ideología tras su marcha.
Entre los candidatos al trono de Trump están sus hijos adultos, personalidades de la televisión, jefes de gabinete, gobernadores, miembros del Congreso y, sobre todo, dos de los senadores más importantes del país: Tom Cotton (Arkansas) y Josh Hawley (Misuri).
Gracias a una nueva ley que el estado de Arkansas aprobó específicamente para él, Cotton podrá mantener su escaño en el Senado y, simultáneamente, presentarse a las primarias de su partido para las elecciones presidenciales de 2024.
Cotton es un veterano de las guerras de Irak y Afganistán y su lema es “ley y orden”. Está incluso más obsesionado que Trump con la lucha contra el crimen. En 2018, trató de torpedear una reforma penal concebida para reducir las penas de prisión a ciertos reclusos alegando que si salían demasiado pronto de prisión, reincidirían. Asimismo, ha aparecido en anuncios de televisión con un enfoque racista del crimen que ya les ha costado el cargo a varios políticos.
Durante dos años, no ha dejado de prometer que su predicción se cumpliría, pero todavía no se ha registrado ningún incremento del crimen derivado de la susodicha reforma penal. Aun así, comentó a finales de octubre en The Washington Post que “van a producirse crímenes gravísimos porque hay gente fuera de prisión que, de no ser por esa reforma penal, seguiría encarcelada”.
Hawley, en contraste, es un fanático religioso que está siempre alerta ante cualquier amenaza para la mayoría cristiana del país por parte de las élites, olvidándose, al parecer, de que él mismo ha estudiado en las prestigiosas universidades de Stanford y Yale, ha trabajado en famosas firmas empresariales y fue profesor de Derecho en la Universidad de Misuri.
Muchos republicanos reaccionaron con descontento a las manifestaciones de Black Lives Matter este verano, pero Hawley y Cotton fueron mucho más allá y abrazaron las políticas supremacistas blancas que promueve el corazón del trumpismo.
Durante el otoño y el invierno de 2019, apoyaron a los manifestantes de Hong Kong y criticaron duramente la violenta represión policial. Hawley incluso viajó al lugar de los hechos para mostrar su solidaridad con los manifestantes en su lucha por salvar la democracia de la isla de la amenaza del Partido Comunista Chino.
“Han empleado tácticas violentas para extinguir las manifestaciones, han lanzado gas lacrimógeno y han apaleado a los manifestantes”, denunció Hawley en el Senado después de su viaje. “Debo decir, habiendo estado en las calles, habiendo visto a los manifestantes con mis propios ojos y habiendo hablado con ellos, que su coraje y su valentía bajo presión son dignos de admiración”.
Cotton también denunció los hechos: “Sería un grandísimo error de proporciones históricas, más que el de la masacre de la Plaza de Tiananmén, que Pekín impusiera su ley marcial y ocupara o controlara Hong Kong”.
Sin embargo, en mayo, cuando la muerte de George Floyd a manos de la Policía provocó una ola de protestas, Hawley tachó las manifestaciones, casi todas ellas completamente pacíficas, de “disturbios cada vez más violentos, ataques y saqueos”. Black Lives Matter, posiblemente el mayor movimiento de protesta de la historia de Estados Unidos, no solo denunciaba el abuso policial, sino también el racismo sistémico que afecta a cada aspecto de la vida de las personas negras del país.
En muchas ciudades, la Policía disolvió las protestas mediante la violencia, lanzando gas a los manifestantes y disparando pelotas de goma a las multitudes, creando así una bola de nieve de violencia gubernamental. A los senadores republicanos les dio igual que esas manifestaciones fueran legales en muchas jurisdicciones. Hawley siguió a lo suyo quejándose de lo oprimidos que están los cristianos porque las restricciones por la pandemia no les dejaba juntarse en grandes grupos.
“Los funcionarios del estado han violado la libertad de opinión y el ejercicio de nuestros derechos como religiosos, tratándonos de forma diferente que a esos otros grupos que se juntan para protestar”, comentó Hawley en una carta para solicitar una investigación de derechos civiles al Departamento de Justicia.
Hawley también denunció el cambio de nombre de las bases militares que aún honraban a generales confederados y se refirió a ello como “cultura de la cancelación” y “atropello de nuestra historia”.
Cotton exigió al gobierno federal la supresión inmediata de las manifestaciones a través del método más violento posible:
“Solo hay una cosa, por encima de todas las demás, que les devolverá el orden a nuestras calles: una muestra de fuerza aplastante para dispersar, detener y disuadir a los infractores”, escribó en una infame columna en el New York Times en junio.
Trump, en un espectáculo que seguro que agradó a Hawley, utilizó a las fuerzas del orden para dispersar y apalear a los manifestantes que había cerca de la Casa Blanca para sacarse una foto sosteniendo una Biblia delante de una iglesia a la que ni siquiera va.
Evidentemente, no hay ningún otro político en el país tan corrupto, sinvergüenza e ignorante como Trump, y nadie en el Congreso tiene ese extraño carisma del presidente, que fue clave en su victoria en 2016. Cotton es mucho más disciplinado. A menudo se niega a hablar con la prensa y, cuando lo hace, escoge sus palabras con precisión robótica. Hawley, por su parte, se deja querer por la extrema derecha.
En 2016, Trump se presentó como un republicano diferente, uno que no iba a permitir la sanidad gratuita, que iba a ayudar a sus ciudadanos, pero sin ser una beneficencia. Es una estrategia política efectiva: a la gente le gusta cuando el Gobierno les ayuda, algo que no parecen comprender ni los republicanos ni los demócratas.
Pero, al final, Trump acabó gobernando como un presidente republicano corriente. En los últimos meses, aprobó una extensión de las prestaciones por desempleo y un cheque de 1200 dólares a todos los estadounidenses para ayudarles durante la crisis del coronavirus. Sin embargo, no mostró mucha voluntad de ir más allá y pactar con la demócrata Nancy Pelosi, Presidenta de la Cámara de Representantes, pese a que quizás esto le habría ayudado a obtener la reelección.
Hawley ha adornado su figura política con populismo económico y ha adoptado posturas antimonopolio en comercio poco habituales en un republicano (a excepción del Trump de hace dos años). En respuesta a la pandemia, propuso un incremento de gasto federal para subvencionar, literalmente, todos los puestos de trabajo afectados y para enviar ayudas mensuales a las familias con más problemas económicos durante la pandemia. Pero solo fueron palabras, porque fue otro republicano, el senador Marco Rubio, de Florida, quien de verdad colaboró con los demócratas para ayudar a salvar millones de empleos durante el verano.
Al arrasar empleos y negocios, la pandemia ha arrasado también los presupuestos del estado y, en septiembre, el Gobierno estatal y los gobiernos locales dieron empleo a menos personas que incuso en la Gran Recesión de 2008.
Pese a su palabrería sobre subvencionar todos los puestos de trabajo en peligro, Hawley siguió repitiendo el discurso de Trump y omitió a la mitad del país cada vez que le preguntaron por una propuesta demócrata para enviar más ayuda económica a los ciudadanos.
“Si el rescate incluye a los estádos demócratas, mi respuesta sería un rotundo no”. Es un recordatorio de que, al igual que casi todos los senadores republicanos, Hawley es muy amigo de bajarles los impuestos a los ricos. Además, en marzo votó en contra de darles 600 dólares más a los desempleados si esa prestación superaba su anterior sueldo.
El día de las elecciones, a medida que los primeros resultados parecían darle la victoria a Trump, incluso entre las minorías, Hawley lo celebraba así en Twitter:
“Ahora somos un partido obrero. Ese es el futuro”.
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Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.