Todos y la "falacia de la minoría"
Es el mismo argumento que se emplea para no afrontar la realidad de la violencia de género.
La pregunta puede parecer extraña en su formulación, ¿quiénes son “todos”?, pero la respuesta, aunque paradójica, es muy simple en la práctica: “nadie”.
“Todos” es un concepto tan amplio que vale para todo, especialmente cuando se trata de valorar la “realidad mayoritaria de una minoría” para defender algunas circunstancias relacionadas con ese grupo. “Todos” viene a ser la puerta de atrás por la que salir del problema dejándolo dentro, la forma de evadirse aunque sea por un instante, la manera de no abordar la responsabilidad del grupo del que forma parte esa minoría irresponsable por acción y por decisión, precisamente aprovechándose de las circunstancias comunes al grupo.
Es lo que ocurre cuando se habla de la irresponsabilidad de jóvenes que incumplen las medidas sanitarias durante las horas de ocio y diversión. En lugar de centrarse en el problema y en las circunstancias que hacen que sean jóvenes divirtiéndose quienes llevan a cabo una gran parte de las conductas de riesgo ante la pandemia, se evita la realidad y se dice que “no son todos los jóvenes, sino una minoría”, como si en la crítica a esos comportamientos se hubiera dicho que es algo que hacen “todos los jóvenes”.
Es el mismo argumento que se emplea para no afrontar la realidad de la violencia de género, y cuando se habla de que los hombres que lo deciden son los responsables de esta violencia, la respuesta de muchos es que “no son todos los hombres, sino que se trata de unos pocos en comparación con el total de hombres”.
Y acto seguido, se presenta la situación como si fuera un ataque al grupo, para afirmar que se está culpabilizando a “todos los jóvenes” y criminalizando a “todos los hombres”.
Es la “falacia de la minoría”, utilizada para no afrontar la realidad ni actuar sobre el grupo con el objeto de lograr dos objetivos esenciales:
- Adoptar medidas específicas sobre el grupo responsable del problema (concienciación, alternativas, educación…), de manera que se avance para resolver la situación.
- La necesidad de implicar a todo el grupo de forma directa en la solución del problema, y evitar que se utilicen los elementos comunes para justificar las conductas que esas “minorías” llevan a cabo. Porque en los dos casos comentados, jóvenes y hombres, quienes actúan de manera irresponsable y de forma violenta, lo hacen en nombre de lo que ellos consideran que forma parte de las circunstancias y elementos de su grupo.
Cuando se trata de problemas sociales considerados serios nadie utiliza ese tipo de argumentos para minimizarlos. Así, por ejemplo, al hablar de los conductores que actúan de forma imprudente y provocan los accidentes de tráfico, nadie dice que se trata de unos pocos conductores en comparación con el total de los que cada día salen a la carretera. En esos casos se acepta que el resto de las personas del grupo deben contribuir de la forma que les sea posible (denunciando, llamando la atención al imprudente, advirtiendo del riesgo al resto…), para evitar o dificultar que quienes abusan de los elementos del grupo en su propio beneficio lo hagan. Desde fuera es muy difícil estar presente en el momento en el que se llevan a cabo esas conductas delante de otros miembros, o cuando comentan con ellos sus acciones. Y es esa pasividad y distancia del resto del grupo las que utilizan para legitimarse en lo realizado.
Es el “todos” de cada día, un concepto definido por el significado que le dan las referencias sociales y culturales bajo las ideas y valores que imponen como parte de la normalidad. Por eso los mismos que dicen que se ataca a todos los hombres cuando sólo unos pocos maltratan, o a todos los jóvenes porque un grupo reducido de ellos se salta las medidas sanitarias, no dudan en hablar sin ninguna matización ni limitación que “todas las mujeres denuncian falsamente la violencia de género”, o que “todos los menores inmigrantes son violadores y delincuentes”.
Y no es casualidad, la cultura es el todo que define cada uno de los todos. Y la cultura es definida por los hombres y esa masculinidad osada, arriesgada, prepotente y dominante, que demuestra su valor saltándose los límites e incumpliendo las pautas de su propia normalidad.