Todo lo que puede empeorar, no mejora
Es una de las 'miles' leyes de Murphy: todo lo que puede empeorar, empeora sin remedio. Este principio ha tenido varias ratificaciones en los últimos años en España, y parte del extranjero. Desde que Mariano Rajoy decidió dejar pasar el tiempo y hacer caso omiso a los síntomas del desastre, cuando todo indicaba que o hacía una catarsis o se hundía, estaba visto que acabaría como acabó con él la Gürtel, y todo lo que estaba detrás de la trama. No será porque no se le dijo.
También Pablo Iglesias 'bis' se empeñó, sin éxito, en llevarle la contraria a la evidencia. Hubo fogonazos de gloria, eso tan cursi de tocar el cielo con las manos; pero lo que importa de verdad es tener los pies en suelo firme. Y empezó a cometer error tras error; y de los malos malísimos: pecados de soberbia. El peor de todos: haber castigado a los votantes de izquierda a tener un Gobierno de derechas-derechas- derechas por jugar el viejo juego de la vieja política. Ahí empezaron a irle mal las cosas. Que empeoraron con el 'cacho casa' con piscina y dos mil metros cuadrados de jardín, un lujo burgués del que siempre había abominado. A partir de ahí, cuesta abajo, con algún repunte ocasional.
Parecido error al cometido por Pablo Iglesias puede haber sido la decisión de Albert Rivera de unir su destino con el de Mariano Rajoy justo en el momento más inoportuno: cuando el presidente se encaminaba al 'ex- trellato'. Antes había quitado el término socialdemócrata del ideario de su partido. Justo en medio de la gran recesión, de la crisis que aprovecharon los tiburones para pegarle dentelladas al estado de bienestar y a derechos fundamentales, mutilados salvajemente, Rivera cambia su condición: de cambio pasa a recambio. Y esa 're' muta todo.
El final fue abrupto: Pedro Sánchez tuvo olfato y presentó en el instante apropiado una moción de censura imposible. Rivera hizo lo mismo que antes había hecho, y fracasó a pesar del bla, bla, bla.
Pero esto de ayudar a la mala suerte, es contagioso. Pedro Sánchez sabía que su Gobierno, hecho con hierros, metales y quemadores, como gritaban los chatarreros cuando pasaban por las calles con sus carros tirados por burros -así los recuerdo yo- sería un desafío constante a la suerte. Se trataba, ya está dicho, de montarse una campaña electoral particular. El BOE, los ministerios, secretarías de Estado y D.G., los delegados del Gobierno... todo el pulpo del poder unos meses, dos años, ojalá, a su servicio. Eso es campaña y no pegar carteles y dar mitin tras mitin esperando que suene la gaita.
Pero a Dios hay que ayudarlo para que haga milagros. ¡A quién se le ocurre, ir en avión a una fiesta; ni siquiera a actos de partido! ¿Es que no oye cómo llueve y cómo truena, cómo los rayos alumbran la noche, cómo la gente está cansada de los privilegios de los políticos, de su liviandad y engreimiento, de su distanciamiento de la realidad? Primero fueron las gafas de sol que acentuaron el hecho de que iba en helicóptero. Fallo 1. Luego está lo del 'Falcon', cuando había que hacer lo contrario: viajar en AVE, o en avión comercial. No usar las 'salas VIP'. Siempre uno se entera de algo. Ve las cosas con un prisma más cercano.
Bueno; al final el PP hizo la catarsis, a la fuerza, naturalmente. Rajoy, como su predecesor Aznar – aunque este en un plan más chulo y marisabidillo de discoteca-, actuó como recomendaba el Tenorio de Lope: "Es de nobles acertalla/ en lo honrado y principal/ mas, si la acierta mal/ sostenella y no enmendalla". O sea, a joderse. Pero eso era antes. Cuando ser noble valía para algo. Hoy hasta los reyes tienen que comportarse según las reglas modernas que rigen las democracias de opinión pública. Y si no, que se lo digan el Emérito Juan Carlos I. Ya lo comprobó en la carne de su carne, su hija la Infanta Cristina, que ha tenido que pasa por un calvario judicial por la poca cabeza de su marido Iñaki Urdangarin, y su amor al dinero.
También el monarca 'senior' se ha deslizado por la pendiente, y hoy se encuentra prácticamente solo y abandonado y con la mala nueva de que ha dilapidado su enorme prestigio ganado en la Transición. A las medallas hay que darles brillo todos los días. Malos tiempos para la Corona, a la que se le ha perdido el respeto.
A Pedro Sánchez, como ha anunciado Puigdemont y su títere Quin Torra, "ya se le ha acabado el periodo de gracia". Los separatistas lo que quieren es separarse, nada más, como su propio nombre indica.
Ellos también han necesitado ganar tiempo y esperar a que la providencia los ayudara. Primero les tocó la línea, con las cargas policiales, luego no se sabe si con los fallos del juez Llarena o con el ombliguismo de los magistrados provinciales del Länder de Schleswig- Holstein... y ahora confían en el bingo. El asunto es que el independentismo catalán no ha renunciado a doblarle el espinazo a España y romperle la columna vertebral de todo Estado que es la unidad.
El caso belga, la existencia de dos estados en uno solo, unidos únicamente por un rey, tiene la lógica de lo excepcional: el factor que ha logrado mantener unidos a los belgas es que Bruselas sea la capital de Europa. Decenas de miles de funcionarios, millones de visitantes al año, sede, por la cercanía al poder, oficinas de las más importantes multinacionales y grupos de interés. Es la mayor industria del país; la que mantiene el PIB allá arriba y el alto nivel de vida. Lo que ha logrado, y eso sí que es un milagro, es olvidar el pasado negrero de este Estado artificial y del esclavista que fue el rey Leopoldo, auténtico genocida en su posesión de El Congo.
Podemos ya ha roto las hostilidades y ha iniciado el ciclo de presión al PSOE sanchista. Ya lo dijo Iglesias Turrión: quería el BOE, el CNI, TVE... sobre todo los telediarios y las tertulias. Él no sería lo que es sin su 'Tuerka'. Chávez no hubiera podido perpetuarse sin 'Aló presidente'; Maduro no habría podido resistir sin haber domesticado mediante la compra, la amenaza o el terror a todos los medios.
El flamante presidente del PP, Pablo Casado, no le ha dado importancia, ni los compromisarios que le eligieron, a las dudas sobre su master... después de lo que le pasó a Cristina Cifuentes. Esas sospechas le perseguirán, y él sabrá si tiene más secretos que, en su día, algún despechado encuentre en su mochila.
Los populares eligieron en la misma línea que los militantes socialistas. Juventud, renovación, marketing. Una nueva generación. Pero no parece que Pablo Casado tenga ideas propias, tipo Macron, que esté dispuesto a explorar nuevas fórmulas que le acerquen 'transversalmente' a la ciudadanía. Los discursos neoliberales, los ajustes duros, privilegiar a los ricos, doblegarse ante la banca y los monopolios de facto... ya no es lo que 'vende'.
Los millones de votantes que ha perdido el PP no se han ido solamente por la corrupción; a los corruptos con brillantina y labia se les ha venido perdonando. La gran fuga ha sido porque cada euro que se le ha quitado al Estado Social para salvar al Estado Financiero tiene nombre y apellidos. Detrás hay familias concretas que han sufrido los recortes. Millones de personas que se han cansado de oír que la economía va bien, que el empleo adquiere proporciones maravillosas, pero cuyos abuelos tienen que seguir complementando el seguro de paro o los sueldos de miseria de sus hijos y nietos con sus pensiones.
Las encuestas hay que interpretarlas en una secuencia: hay que ver cuál es la tendencia; y en qué punto ésta cambia el sentido de la marcha y el que sube, baja, y el que iba bajando, sube de repente. El comportamiento sociológico no es como los dientes de fábrica de un serrucho. El cambio de orientación estadística del PSOE tiene que encontrar un camino estable. Lo mismo es de aplicación al PP, que probablemente recupere puntos por la ilusión de las primarias. Hasta que se pare.
Lo que parece claro es que para afrontar la próxima legislatura, con el conflicto catalán aún en fase volcánica; con el PNV en fase de radicalización para no perder por su extremo 'abertzale' la clientela soberanista; con el fantasma imperialista de los 'Països Catalans' enroscado en las instituciones baleares y valencianas... o sale un consenso suficiente para gobernar sorteando los chantajes, o "a peor la mejoría".
Con el añadido, para ennegrecer el horizonte y acrecentar los temores, de que los movimientos migratorios masivos van a seguir poniendo en jaque a toda Europa, y a España también. Mirar para otro lado no ha salvado nunca a nadie de un terremoto. Ni de un incendio. Ni de una inundación.
Es una gran cabronada. Pero es así.