Todo ha cambiado… o casi
El Gobierno local de Córdoba sigue en su huida hacia adelante sin plantearse y considerar que el escenario de un acuerdo hubiera cambiado algunas cosas.
En mi última entrada en este blog, hace cuatro semanas, describí cómo afrontábamos desde una ciudad media como Córdoba el inicio del confinamiento.
Podíamos atisbar la gravedad de los efectos de esta pandemia en esos primeros días de bombardeo informativo, de euforia colectiva en redes y del aprendizaje de nuevas rutinas domésticas y laborales. Fueron días de llamadas a la calma y a la responsabilidad de una ciudadanía que está teniendo un comportamiento ejemplar.
En las primeras horas, antes incluso de la declaración del estado de alarma, como líder de la oposición, llamé al alcalde. Una llamada para ofrecerle apoyo, colaboración y mi compromiso para trabajar desde la unidad. Es lo que requiere este momento. Y le pedí algo más.
Le pedí que valorara que ya que no habían conseguido aprobar sus cuentas a tiempo, nos pusiéramos manos a la obra para elaborar un nuevo presupuesto, unas cuentas desde el consenso, desde la colaboración, que pudieran convertirse en la herramienta que necesita Córdoba. Le pedí un presupuesto municipal que pudiera dar la respuesta social que la ciudadanía necesita y con medidas para la recuperación de nuestros sectores económicos. Adaptarlo para que sirviera a lo que hoy ya es una realidad. No recogió el guante, no estaba en su plan.
Un mes después ya hay datos que avalan que estamos ante la situación más grave, en lo económico y en lo social, que hemos atravesado en nuestra historia reciente como sociedad. Estamos ante una pandemia mundial que ha vaciado nuestra ciudad en plena primavera, toda una contradición en el caso de Córdoba, que rebosa alegría y color en estas fechas.
Un mes después hay colas de personas esperando alimentos y otros más que se irán incorporando, escasos paseantes semiescondidos en sus mascarillas y mucha, mucha incertidumbre sobre cómo vamos a afrontar estas dificultades tan extremas.
Durante un mes, mi grupo ha trabajado con lealtad al gobierno de PP y Ciudadanos, convencidos de que era el momento de arrimar el hombro. Nuestra red ha atendido llamadas de colectivos sociales, de vecinos que no sabían ni siquiera donde poder reclamar algo tan básico como la alimentación. Hemos compartido las preocupaciones de organizaciones/entidades, y sus propuestas en el único órgano de interlocución que ha mantenido el Gobierno local, una junta de portavoces cada ciertos días.
En un mes hemos visto cómo se complicaba la respuesta a las personas que no tenían casa donde confinarse y que estuvieron casi tres semanas sin tener un solución, hemos conocido cómo se retrasaban las ayudas de emergencia y hemos constatado lo que veníamos intuyendo, que el área de servicios sociales, la espina dorsal de la institución local para atender a las familias, está trabajando sin plan.
Y en un mes hemos visto que ha cambiado todo en la ciudad, todo menos el presupuesto municipal que se ha aprobado sin modificaciones, a excepción del aumento de sueldo a un miembro del equipo de Gobierno y el peaje que ha reclamado Vox para dar su visto bueno: más ayudas a dedo.
Tampoco ha cambiado la estrategia del engaño. Un Gobierno municipal que por un lado avanza, en los medios de comunicación, que quiere consensuar con todos las cuentas y la respuesta ante esta crisis y, por otro, aprueba un presupuesto sin admitir ninguno de los cambios que se proponíamos desde la oposición. Cambios a través de enmiendas, en un ejercicio de responsabilidad y lealtad acorde a la situación.
Pero el cogobierno de PP y Cs ha dicho no a incluir más ayudas sociales, de emergencia o de alquiler. También ha dicho que no a dar mas apoyo a los autónomos complementando al que viene desde el Gobierno central. Las empresas micro, pequeña, mediana o de economía social, han recibido un no rotundo al apoyo que necesitan en estos complicados momentos.
El Gobierno local sigue en su huida hacia adelante sin plantearse y considerar que el escenario de un acuerdo hubiera cambiado algunas cosas. En primer lugar recuperar la utilidad de la política; nunca se dan pasos atrás cuando se suman propuestas, y, en segundo lugar, la unidad es lo que pide la gran mayoría de la ciudadanía y deberíamos tener esa petición muy presente.
Para llegar a un acuerdo deben darse alguna premisas. Las partes tienen que ser conscientes del papel que le corresponde: el gobierno generar clima para el acuerdo y a la oposición responder. Y sin duda que ambas partes tengan intención sincera de lograrlo, un acuerdo no es posible si dos no quieren.
Córdoba ha perdido la oportunidad de tener unas cuentas adecuadas para el inicio de la reconstrucción. Y mientras, la ciudadanía salvándose entre ellos a través de una plataforma de voluntarios. Córdoba, una vez más, como siempre, está siendo un ejemplo de solidaridad, no hace falta que lo digan el coro de caras conocidas locales que se se pronuncian por las redes sociales municipales para aplaudir la loable actitud de sus convecinos.
La respuesta a estas crisis debe liderarse desde las instituciones con el apoyo de los colectivos y no al contrario. Garantizar el abastecimiento de recursos mínimos como la alimentación es un derecho, no es caridad.
En política local el verbo priorizar se conjuga a diario. Hoy y durante mucho tiempo, las personas y sus necesidades son lo primero, y seguidos muy de cerca de la recuperación económica y el mantenimiento del empleo.
En política local, adaptarse a las necesidades no es una opción, es la obligación. Las corporaciones locales cuentan con herramientas administrativas que permiten en situaciones de crisis recomponer y reajustar.
Y si no eres capaz de priorizar y adaptar el documento más importante que tiene un ayuntamiento, como es el presupuesto, en apenas unos días quedará totalmente desfasado y será ineficaz.
En un mes ha cambiado casi todo, pero hay quien parece no haberse dado cuenta.