'Tebas Land', o cómo hacer hoy lo de siempre
¿Qué es lo realmente importante en Tebas Land el éxito mundial de Sergio Blanco que Natalia Menéndez acaba de estrenar en el Teatro Pavón Kamikaze? Es una pregunta que se impone en este montaje. ¿La historia del parricidio? ¿Contar cómo se crea un espectáculo a partir de un luctuoso hecho real? ¿Cómo se falsea la realidad en la ficción en aras de una exigencia de verosimilitud por parte del público? ¿Es la historia que se crea entre el joven parricida y el escritor que construye a partir de él? ¿Es la historia que se crea entre el actor que interpreta al joven parricida y el autor y director de la obra que se va a representar? ¿Es esa corriente de atracción (homo)sexual que se produce entre el autor y el parricida y el actor? ¿Es la paternidad ausente que el autor sublima en ambos jóvenes? ¿Quién, en toda esta historia, es movido y conmovido en escena? Porque en la butaca, está claro. El movido y conmovido es el espectador que aplaude largamente al final e incluso se levanta de los asientos y grita bravo.
Sí, son demasiados interrogantes en escena. Demasiadas preguntas sin resolver. Sin aclarar, que seguramente están en el texto con esa total ambigüedad. Y que exigen a los directores de puesta en escena encontrar la clave o las claves que la definan, que la hagan posible. En este montaje parece que la clave elegida ha sido la de la mínima intervención a parte de dirigir para que el texto se diga y se actúe con una naturalidad teatral. Pues si se tuviese que calificar esta obra en un género, sería como teatro-teatro. Un teatro que no tiene vergüenza en apelar a las formas clásicas para contar una historia de siempre teñida, muy teñida, de hoy.
La historia, el mito, el relato, de siempre es la pulsión de los hijos por ocupar el puesto de sus padres, de sus progenitores. Es Edipo en la ciudad de Tebas. La historia de hoy son aquellos elementos contemporáneos que la caracterizan. Como el interés por los relojes Casio sumergibles, las zapatillas Nike o las Adidas, el deporte (en este caso el baloncesto), el pop, la música clásica, los libros y la literatura, la atracción por los hombres, las mujeres o ambos, el cáncer, la prostitución, el trabajo como forma de llevar comida a casa, el maltrato en el seno de la familia por palabra, obra u omisión, la educación.
Trailer de 'Tebas Land' de Sergio Blanco en el Teatro Pavón Kamikaze
Mientras que Mozart contemporizó esta pulsión en una composición musical, y Dostoyevski en Los hermanos Karamazov ¿Qué puede hacer el creador actual? Un creador que, como siempre, ha estado sometido y al servicio de la arbitraria legislación y la más que mudable política. Artista que como todo ser que se siente sometido y está deseando rebelarse. Un creador al que le está prohibido mostrar la muerte, la verdadera, no esa falsificación de los blockbusters cinematográficos de cual procedencia, no solo de Hollywood.
La respuesta está en escena. En esa escena en la que Israel Elejalde y Pablo Espinosa crean la intimidad necesaria para compartir una broma y reír. Reír como los humanos que son antes que como los cuerpos parasitados de una cultura patriarcal que solo busca en nosotros huéspedes para perpetuarse, caiga quien caiga, muera quien muera, pues lo importante es su supervivencia.
Así, la beneficiosa risa destensa la tensa relación que se ha ido creando entre los personajes, como lo hace con la tensión que existe entre el escenario y la platea. Momento en el que la obra, como un bollo que se estuviese haciendo lentamente en el horno, crece, rebosa el molde y se dora. Empieza a oler rico y prepara al espectador para dejarle un muy agradable sabor de boca. Ese momento teatral en el que el público se intuye, antes que como un vehículo de ideas, productos y servicios, como un simple ser humano. Ese reconocimiento que le llega, como en la antigüedad, asistiendo con muchos otros seres humanos al teatro. Tantos años, y todavía hay quien sorprende haciendo lo mismo, lo de siempre.