La guerra de Putin o cómo acabar con siglos de neutralidad en dos meses
Suecia y Finlandia llevaban hasta hace poco su carácter neutral por bandera. Ahora se plantean seriamente entrar en la OTAN.
Cuando el 24 de febrero de 2022 Vladimir Putin ordenó invadir Ucrania, muchos analistas asumieron que esta guerra era una cruel manera de advertir a la OTAN sobre su expansión hacia el Este y sobre una posible incorporación de Kiev a la alianza militar.
Dos meses después de aquello, el líder ruso no sólo no ha conseguido controlar la capital ucraniana, sino que ha provocado que dos nuevos países del entorno se estén planteando seriamente entrar a formar parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, archienemiga a ojos de Putin. Son Suecia y Finlandia, que hasta hace muy poco tenían como seña de identidad un estatus neutral que les acompaña desde hace años.
El concepto de neutralidad es amplio y da para debate, pero incorporarse a una alianza militar los alejaría en todo caso de ello. El Gobierno de Putin, por su parte, ya ha advertido en varias ocasiones a estos dos países de que habrá “consecuencias” si la OTAN les abre sus puertas.
Cómo han cambiado las tornas en dos meses
Probablemente el año pasado habría tenido poco sentido sondear la preferencia de las poblaciones sueca y finlandesa en torno a este tema, pues el debate casi no existía; ahora, los últimos datos de Demoskop apuntan a que el 57% de los suecos apoya la entrada de su país a la OTAN, siendo este porcentaje dos puntos mayor en Finlandia, según una encuesta para la televisión pública YLE. De acuerdo con estos sondeos, sólo un 22% de los suecos y un 17% de los finlandeses estaría en contra, mientras que el resto no tendría clara su respuesta.
La semana pasada, la primera ministra sueca, Magdalena Andersson, y su homóloga finlandesa, Sanna Marin, se reunieron en Estocolmo en lo que para algunos fue una “escenificación brutal” de los propósitos de estos dos países nórdicos. El entrecomillado es de Miguel Cobos, politólogo español afincado en Suecia desde hace nueve años.
En la rueda de prensa tras aquel encuentro, Marin avanzó que la decisión se tomaría en “semanas” e indicó que sería “positivo” que los dos países decidieran lo mismo.
“Ahí fue cuando pensé que esto ya iba en serio”, comenta Miguel Cobos. El politólogo señala que en Suecia “hasta hace poco, era un tema que se ignoraba por completo, se daba por hecho que no se quería entrar en la OTAN”.
“Los suecos tienen claro que si Finlandia entra, ellos también”
Teniendo en cuenta que Suecia celebra elecciones generales en septiembre, Cobos “no pensaba que se fuera a dar ningún cambio” en este sentido próximamente. Sin embargo, ahora “la gente está bastante convencida de que sí”, reconoce. “Tienen claro que si Finlandia entra, entran ellos también”, afirma. Para el politólogo, el miedo ahora mismo en Suecia no es tanto “a la invasión”, sino “a quedarnos solos, aislados”. De los países nórdicos, sólo Finlandia y Suecia están fuera de la OTAN, mientras que Dinamarca, Noruega e Islandia son miembros fundadores. Dentro de la UE, sólo cuatro países más –aparte de Suecia y Finlandia– no forman parte de la OTAN: Irlanda, Malta, Chipre y Austria.
Aunque parece que a día de hoy hubiera una especie de acuerdo tácito en Suecia y Finlandia, el paso no dejaría de ser “brutal”, describe Cobos. “Suecia lleva 200 años de neutralidad. Como politólogo, me parece increíble que se vaya a meter en esto de forma tan natural después de siglos. El cambio de mentalidad ha sido tremendo”, sostiene.
Cobos explica que desde el partido conservador sí defienden la entrada en la OTAN “para estar preparados por si los rusos atacan”, mientras que los ecologistas se oponen. La clave está, sobre todo, entre los socialdemócratas, con un peso muy importante en estos países. Aunque ni en Finlandia ni en Suecia el partido gobernante ha mostrado una postura clara, Cobos observa en la sociedad sueca que “gente que antes no quería entrar ahora lo justifica con el ‘no nos vamos a quedar solos’”. “Ha cambiado totalmente la visión con el conflicto”, zanja el politólogo.
Hace unas semanas, Suecia anunció un incremento en su gasto en defensa del 1,3% del PIB al 2% “tan pronto como sea posible”. Tanto este país como Finlandia practican lo que la BBC describe como “autodefensa agresiva”, basándose en su servicio militar nacional, en una considerable industria armamentística y en un gasto militar significativo.
La relevancia y el peso “históricos”
Suecia se proclamó formalmente neutral en 1834, mientras que Finlandia lo hizo de manera ‘forzosa’ en 1948, tras la última ocupación soviética, cuando firmó el Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua con la Unión Soviética, algo que se ha mantenido hasta hoy mediante acuerdos de cooperación en seguridad y comercio con Rusia.
El historiador Marc Gil, profesor en la UOC, explica que la neutralidad de Finlandia “tiene unos elementos históricos relevantes” debido a “la tormentosa relación que tiene con Rusia”. Finlandia declaró su independencia del Imperio Ruso en 1917, pero el armisticio no se firmó hasta décadas después. “Rusia forzó a que Finlandia adoptara esa posición porque se sentía más segura con una Finlandia comprometida con una neutralidad permanente. Geográficamente están muy cerca; y en sus cálculos geopolíticos, Finlandia entendía que también era mejor esa situación”, señala el historiador.
Tan “cerca” están que comparten más de 1.300 kilómetros de frontera común, algo que pesa mucho en el posicionamiento (y el miedo) de los finlandeses ante la guerra en Ucrania.
Jesús Reig es un alicantino que se mudó a Suecia hace dos años y trabaja en una empresa de telecomunicaciones. Muchos de sus compañeros son finlandeses y, por lo que le comentan, “están pasándolo un poco peor” que los suecos. “Tienen más miedo porque han tenido muchos más conflictos con Rusia, porque comparten frontera y no saben qué puede pasar”, señala Reig. “Piensan que Rusia no tiene ningún motivo para invadirlos, pero tampoco están claros los motivos que ha tenido para invadir Ucrania”, apunta.
De la “paranoia” a la realidad
A medida que va relatando a El HuffPost por teléfono lo que observa y conversa en su entorno, Reig reconoce que “existe esa incertidumbre también aquí en Suecia”. “La gente no sabe bien si puede haber alguna razón en el futuro por la que Rusia quiera invadir, por ejemplo para controlar las aguas del Báltico”, lanza. “Siempre ha habido un poco de paranoia con que había submarinos rusos en aguas suecas y ahora, de algún modo, la paranoia sigue”, ilustra el alicantino.
“Prácticamente cada verano hay una historia”, comenta también Miguel Cobos, en referencia a que cada poco tiempo salta la noticia de que Suecia busca un supuesto submarino ruso en sus aguas. En 2015, finalmente se halló uno, pero después la excitación se desinfló al descubrirse que databa de la Primera Guerra Mundial.
La cuestión es que hace dos meses también se veía como algo paranoide los avisos sobre una posible guerra en Ucrania, y finalmente se cumplieron. “En España no lo podemos entender, pero en Suecia y en Finlandia, en el Báltico, la presencia militar rusa es muy latente”, comenta Miguel Cobos. “Aquí está muy presente la idea de que Rusia siempre puede hacer algo. Y para los finlandeses, mucho más”, dice. Habría que añadir que después de lo ocurrido estos dos últimos meses, mucho, mucho más. “Es verdad que estas sociedades son tremendamente pacifistas, pero ahora la situación es otra”, concede también Reig.
Y mientras, la vida sigue
Tanto Cobos como Reig aluden a la extrema discreción de los suecos cuando se les pregunta por el debate a pie de calle. “La gente tiene una postura, pero esto no es un hervidero de conversaciones sobre la OTAN”, admite el politólogo. “La gente habla más bien de sus airpods o de cualquier otra cosa”, remacha, con sorna.
Ambos mencionan también el papel sosegado de los medios de comunicación y de los políticos en este sentido, al contrario de lo que suele ocurrir en España. “Aquí van con mucha cautela a la hora de transmitir noticias. Tratan de no crear alarma social, así que la gente no percibe si las cosas están tensas”, apunta Jesús Reig. “El conflicto, el griterío y todo eso no va con Suecia”, coincide Miguel Cobos. “Aquí lo elemental es el consenso”.