SOS: El virus corona-sapiens se extiende

SOS: El virus corona-sapiens se extiende

Se conocen tratamiento eficaces y vacuna, pero no se utilizan.

Durante días y días, desde las ventanas de casa, desde la azotea, pero también en las imágenes que inundaban mis redes sociales, observé, como tantos y tantas, que la naturaleza urbana se limpiaba a pasos agigantados del virus humano. Durante semanas absorbí ese resurgir de la vida en una gran ciudad y atendí a cuantos mensajes llegaban de que era el momento de hacer un punto y aparte y comenzar a pensar como sociedad, y no solamente en los círculos concéntricos de siempre, que otro mundo es posible, pero ya con la certeza de haber visto el cambio.

Esos días de confinamiento extremo escuché a muchos científicos que, como Fernando Valladares, nos dejaban claro que la pandemia no vino sola, sino que salimos en su busca  a fuerza de destruir la biodiversidad de la Tierra, de ocupar espacios que no eran nuestros, de no hacer caso a las señales de alarma… Es verdad que estos científicos han tenido un espacio ínfimo entre tanta información como los periodistas y medios hemos dedicado al COVID-19. Desde One Ocean (Reino Unido) me envían cada semana un informe global de medios en los que he ido comprobando cómo en abril, a nivel global, el medio ambiente tenía una presencia hermosa, centrado en el resurgir de la vida, que ha ido perdiendo a lo largo de las últimas semanas.

Río Manzanares, tramo renaturalizado. @Rosa M. Tristán

En pocas jornadas, hemos dejado de hablar de las oportunidades del parón (provocado por una tragedia) para repensar el modelo económico, de la fascinación de ver ciervos por las calles y escuchar el silencio… Y algunas personas, creo que no las suficientes, comenzamos a intuir que el futuro va a ir por otros derroteros que huelen a rancio, que por más que queramos ser optimistas y hablar soluciones factibles, el mismo saco se abre bajo los pies: el esclavismo del consumo para seguir en movimiento… Como si no hubiera un mañana.

El primer desasosiego comencé a sentirlo en el estómago cuando escuchaba las recomendaciones de utilizar transporte privado, de usar más objetos de usar y tirar para protegernos, del consumo de alimentos envasados en plásticos… En definitiva, de una ‘nueva normalidad’ que se centraba en distanciamiento social entre las personas, pero no en el distanciamiento de un sistema que no piensa que habitamos un mundo finito. Luego, ese desasosiego se me fue extendiendo por el cuerpo con las noticias que llegaban de Estados Unidos y hablaban del desmantelamiento de las leyes que recortan emisiones contaminante; o China, el país que primero ha salido de la crisis del COVID-19, que recuperaba rápidamente sus niveles de contaminación anteriores a la pandemia (pronto ocurrirá aquí) o que en Colombia se dejaba la puerta abierta a extraer hidrocarbunos de la Amazonía que les toca.

Y así, mientras estábamos encerrados y escuchábamos embelesados los pájaros, resulta que en esa misma Amazonía, pero en Brasil, el río se convertía en vía de contagio para pueblos indígenas que podrían desaparecer en un visto y no visto porque no se han tomado ninguna medida para evitarlo, y a la vez aumentaba (y aumenta) la deforestación, aprovechándose del descontrol: ha habido en marzo casi un 30% más de alertas según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de este país (un 51% más que en tres meses que en el mismo periodo en 2019). Y en el centro de África, los furtivos se aprovechaban para masacrar fauna salvaje porque no hay turistas y tampoco dinero para tener guardas forestales. Lo leía y la inquietud se hacía cada vez más grande ante ese virus mortífero de la biodiversidad global que igual asesina que cambia el clima de todo un planeta. Por cierto, que desde Groenlandia y Siberia, los científicos avisaban también en ese confinamiento sin fin de que hay señales de que este año se avecina otro deshielo espectacular, justamente el mismo año en el que hubo una ‘ola de calor’ en la Antártida, que por cierto coincidió con mi viaje y que puede ser puntual, pero es la primera.

Claro que si miramos al panorama nacional, el desasosiego ya me sale por los poros hasta con la mascarilla puesta, tal es el olor a cemento que me llega. Bien es verdad que por fin se ha aprobado la Ley de Cambio Climático que deberá marcar la pauta, sí, aunque ello conlleve el cierre de fábricas de coches que no se adapten al cambio (y digo yo que no será porque no han tenido tiempo), pero sinceramente no parece que sea suficiente para la que, ojalá me equivoque, se avecina.

Río Manzanares, también en tramo renaturalizado. @Rosa M. Tristán

Y es que en cuatro días, como quien dice, muchas comunidades autónomas han decidido que para salir de la crisis no les vienen bien las propuestas más sostenibles, y querría recordar en ese punto el informe que ha presentado WWF sobre empleo verde, sino que es mejor lanzarse a degüello contra el medio ambiente para su ‘nueva normalidad’, que a mí me apesta a rancia y vieja: es decir, a construir y construir, que no es sino destruir. ¿Para qué vamos a darle vueltas a eso del empleo verde, o la necesidad de reforzar el sector de los cuidados, especialmente de los ancianos, o promover la investigación o apostar por la agroecología? Paparruchas frente a un ladrillazo, que deja pingües beneficios a grandes empresas.

Así que en Madridel Gobierno autonómico ya han dicho que liberará suelo y que relajará ese asunto de las licencias urbanísticas, todo un estorbo. En Murcia, más de lo mismo, con reformas en un visto y no visto de la Ley de Puertos, la Ley del Suelo, la Ley de Vivienda y la Ley de Protección Ambiental Integrada, algo que ya han  denunciado las cinco ONGs ambientalistas. Es más, de propina otro decreto permite aumentar un 25% los vertidos en tierra y mar. Imaginen cómo quedará el Mar Menor, que conocí como un paraíso y hoy da verdadero repelús. ¿Y qué me dicen de la eliminación de trabas burocráticas para promotores inmobiliarios en Andalucía? Claro, que en Extremadura también ha entrado en vigor el día 25 de Mayo un Decreto Ley que ‘flexibiliza’ mucho el asunto del cemento en aras del progreso económico.

Pero me faltaba el remate, en lo local y cercano, lo de al lado de casa… Por si alguna duda me quedaba de que este virus no hay vacuna que lo cure, cuando por fin pude salir a pasear, primero me encontré el suelo sembrado aquí y allá de guantes y mascarillas… Y días después, ya en Madrid Río, a orillas del Manzanares, con el derribo de un estadio que, a simple vista, me ha dejado sin palabras: Cascotes y cristales cayendo sobre los patos a cascoporro. Como soy malpensada, intuyo en el desastre las prisas por acabar antes de que los ciudadanos pudiéramos asomarnos a ver lo que ocurría, por comenzar a construir los pisos de lujo que veremos crecer en breve. ¿Culpables? La empresa, sí, pero sobre todo las autoridades que debieran haberlos controlado. Una desafección así ante un espacio natural tan singular y cercano me dice que la infección de este virus humano está lejos de ‘aplanar la curva’.

Vamos de cabeza a la siguiente gran epidemia y con los ojos cerrados. Y dadas las características del virus que la provoca sólo puedo denominarla corona-sapiens. Como veis, el corona-sapiens tiene unas características muy definidas: se transmite en la distancia, incluso a miles de kilómetros hasta llegar a los polos, se contagia tanto a fauna como a flora, incluso a microorganismos que crecen a su amparo para dañarlo, destruye la calidad del aire y infecta las aguas de ríos, mares, lagos, incluso las subterráneas. Tiene mutaciones ‘multirresistentes’ a cualquier intento de control. Se conocen tratamiento eficaces y vacuna, pero no se utilizan.

POSTDATA: Aún así, desasosegada y bastante deprimida con todo ello, comparto con algunos mensajes recibidos que no hay que tirar la toalla. Que hay esperanza porque no todos los humanos somos de la especie corona-sapiens y que los hay resistentes a ese virus destructor. Y como muestra, ahí están las movilizaciones de los jóvenes por el clima, las muchas iniciativas locales que como hormiguitas socavan sus defensas, las ONG ambientalistas y esa ciudadanía que tiene claro el rumbo y es consciente de que es importante saber a quien se vota cuando se vota.

Este artículo se publicó oringinalmente en el blog de la autora.

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Soy periodista de divulgación científica y ambiental, también interesada en temas de índole social. Durante 21 años he trabajado en el diario 'El Mundo', hasta que llegó el último ERE. Ahora, colaboro con 'Reserva Natural', de RNE 5, el periódico 'Escuela', la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente y otros medios como 'freelance', a la espera de tiempos mejores. Autora del blog Laboratorio para Sapiens.