Solo juntos podremos parar la pandemia y reactivar la economía
A medida que los gobiernos de la región comienzan a tomar medidas para retomar la actividad económica, se van revelando también algunas indicaciones del tamaño de los desafíos a los que debemos hacerles frente en los próximos meses.
En el caso de América Latina, estos desafíos son: el cese de la actividad económica debido a la cuarentena y el confinamiento; los cambios a mediano y largo plazo en algunas actividades para continuar con las medidas de prevención; y una previsible caída en la demanda de materias primas por parte de las economías más desarrolladas.
En consecuencia, se espera una caída del crecimiento de entre -1,8 y -5,5% según cifras del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). “Un shock de proporciones históricas”, en palabras de Eric Parrado, el recientemente designado Economista Jefe del BID.
La duda lógica ante este panorama es: ¿estamos preparados para enfrentarlo? La verdad es que, a pesar de lo imprevisible de la pandemia y sus consecuencias, podríamos estar mejor preparados. Creo, sin embargo, que hay razones para confiar en nuestra capacidad de superar el desafío.
La primera es que ya lo hemos hecho antes. Es decir, la economía regional ha enfrentado periodos de crisis a lo largo de la historia por diferentes razones. De ellas hemos aprendido mucho, al punto de que varios países latinoamericanos, y particularmente sudamericanos, se ubicaron en los últimos años entre las economías más estables o con mayor crecimiento en el mundo. También, que para los países de la región exportadores de alimentos, ya comienza a verse positivos, en señales positivas en demanda y precios, en particular con el gradual retorno de China al mercado.
La segunda es que esta circunstancia nos debería impulsar a fortalecer y hacer aún más eficiente el proceso de integración entre naciones y avanzar en alianzas estratégicas para fomentar la inversión, desarrollo de cadenas de valor y el comercio intrarregional.
La tercera es la conciencia sobre la necesidad de una acción coordinada. La mayoría de los países han tomado medidas para la atención inmediata en salud, focalización en mayor inversión en ciencia y tecnología, la protección de los desempleados y anunciaron paquetes económicos a mediano plazo para recuperar las economías frente a las consecuencias de la pandemia.
Existe también una acción simultánea de los organismos de crédito (FMI, Banco Mundial, BID, CAF, FONPLATA y otros) para ayudar a mitigar las secuelas sociales y económicas del coronavirus con instrumentos de crédito y otros mecanismos para que los países dispongan de los fondos que necesitan en el menor plazo posible.
Este proceso tenemos que profundizarlo. A pesar de que cada país llegó a la pandemia en una situación económica diferente, es el momento de conversar y colaborar más y, sobre todo, de profundizar los mecanismos de integración y mejorar sus instituciones, con efectividad en la búsqueda de resultados, pero por sobre todo con espíritu solidario.
En el caso de FONPLATA, contaba en mi columna anterior que estamos en interacción permanente con nuestros países miembros, apoyándolos en temas de salud, garantías y crédito a micro y pequeñas empresas, transporte y logística, e infraestructura social urbana, todos elementos esenciales para una estrategia a mediano plazo que permita recuperar empleo, demanda y dinamismo empresarial en la post pandemia.
En este sentido, no podemos olvidarnos tampoco de lo que además de la integración, ha sido el mandato de FONPLATA desde su fundación: las áreas más carenciadas -urbanas y rurales- y las regiones fronterizas. Este es el momento en el que tenemos que poner especial atención en las poblaciones vulnerables de esos lugares.
De lo que se trata ahora es de ver cómo cada organismo internacional y cada gobierno, desde su área, contribuimos a este esfuerzo común con dos fines prioritarios: parar a pandemia y reactivar la economía.
Es una tarea en la que pondremos nuestro mejor empeño, y que confío que tendrá como resultado una América Latina más próspera y más estable, pero también mejor preparada para futuras crisis, más justa y más solidaria.