Sin ti no soy nada...
Díaz salió del debate igual que entró: con el apoyo de sus incondicionales, sin proyecto y modelo de partido conocidos y con la misma inquina hacia Sánchez.
Ni arrasó en los avales ni se impuso con claridad en el debate. La favorita de los notables, la preferida de los aparatos territoriales, la ungida por el Ibex 35 y de gran parte del poder mediático salió de la calle Ferraz igual que entró: con el apoyo intacto de sus incondicionales, sin proyecto y sin modelo de partido conocidos y con la misma inquina que acumula desde hace años hacia Pedro Sánchez. Hacia alguien sin cuya presencia, paradójicamente, jamás hubiera existido en la escena nacional. Durante el duelo bien podría haber tarareado aquello de Amaral:
La presidenta de Andalucía nunca habría concitado los apoyos orgánicos que atesora de no ser por la hoja de servicios de Pedro Sánchez. De hecho no hay nada que una a quienes le acompañan en este trance de las primarias más que la animadversión compartida por un secretario general que acumuló dos derrotas electorales y llevó al partido a la mayor fractura interna que se recuerda en democracia. Y durante el debate que libraron en esta recta final de la campaña por la secretaría general no dio, en absoluto, la talla como líder nacional. ¿Imaginan un candidato a la presidencia del Gobierno que llega a la cita más importante de su campaña sin desvelar su programa? Pues eso hizo Susana Díaz, que tampoco dio pistas durante el duelo, como si la militancia tuviera que extenderle un cheque en blanco sólo porque ella lo vale.
Vencerá, pero no convencerá ni a propios ni a extraños. Quienes le arroparon durante el debate derrocharon más entusiasmo con las intervenciones de Patxi López que con las suyas propias. No había más que seguir sus gestos y la cara de asombro cuando la "reina del sur" repetía hasta la nausea sus tres principales mantras: el PSOE se levantará, el PSOE es mucho PSOE y yo gano elecciones. Todo aderezado una y otra vez con subrayados sobre los bandazos políticos y la condición de perdedor de Sánchez. Un argumento que obvió cuando reivindicó la memoria de Tomás Gómez, quien fue laminado, sí, con las peores formas, pero también con los peores resultados de la historia del PSM.
Díaz iba entrenada para no perder la compostura y aún así estuvo a punto de deslizarse por el barro cuando le dijo a Sánchez que ella era socialista en su vida pública y privada y que tenía los "bolsillos de cristal" en ambas esferas de su vida. De haber llegado donde pretendía, hubiera perdido estrepitosamente el debate igual que lo perdió Miguel Sebastián cuando exhibió frente a Gallardón en televisión una fotografía de Montserrat Corulla por su estrecha relación con el ex alcalde en la campaña municipal de 2007.
La secretaria general de los socialistas andaluces no perdió, pero tampoco ganó un debate, en el que expresiones como "no mientas, cariño" o "tu problema eres tú" retrataron el desprecio que siente por el último secretario general de los socialistas.
Fue un buen debate, tenso, pero no bronco y tuvo como todas estas citas su gran momento cuando Patxi López, el tercero en discordia, preguntó a Sánchez: "¿Tú sabes lo que es una nación?" Con la respuesta que hilvanó el ex secretario general al ex lehendakari y con la retahíla de datos y posiciones que dirigió a Díaz en el bloque sobre el modelo territorial quedó medianamente claro que los vaivenes sobre este asunto no sólo los ha tenido Sánchez, sino todo el PSOE desde los tiempos de Zapatero. Y de aquellos polvos, estos lodos.
Pedro Sánchez hizo de la deslealtad de Díaz y de la abstención al gobierno de la derecha el eje de su defensa como secretario general y su mejor ataque. Le sobraron gráficos y quizá alguna alusión al comité regional de los socialistas andaluces para poner negro sobre blanco que Díaz nunca consultó sus pactos postelectorales donde debía estatutariamente. La rama impidió así ver el bosque de contradicciones entre las que también navega quien se llena la boca de defender lo mismo para todo el PSOE y para toda España.
El ex secretario general salió airoso de las acusaciones de izquierdista peligroso al sugerir que ni Page ni Puig ni Lambán eran "podemitas" por gobernar con el apoyo de los morados ni la propia Díaz se había "derechizado" por haber sido investida con los votos de Ciudadanos. Sánchez entró fuerte a la campaña, tras prácticamente igualar en avales a su principal adversaria, y salió ídem tras la gran cita en Ferraz, pese a que López despreció por segunda vez la OPA que el ex secretario general le puso sobre la mesa.
Con todo fue dispuesto a arrinconar a su contrincante con una sucesión de reproches sobre lo ocurrido en el Comité Federal del 1 de octubre y sobre un proyecto impuesto "por las bravas" tras la dimisión de la mayor parte de la Ejecutiva que provocó su caída. Así que no, nada invita a pensar que tras haberse hartado de arrojar descalificaciones y agravios mutuos, haya la más mínima posibilidad para la reconciliación y la unidad invocada por un Patxi López, que no ganará las primarias, pero sin duda será el único que no las perderá.
El papel interpretado por el ex lehendakari durante el duelo no fue en absoluto menor, como algunos había vaticinado, ya que desde el minuto uno se abrió paso entre el cuerpo a cuerpo entre Díaz y Sánchez y ocupó el centro del cuadrilátero con juiciosos análisis sobre el pasado y el futuro del PSOE y sus continuas apelaciones a la unidad.
En trance de una más que evidente descomposición y con todos los referentes del partido posicionados del lado de Díaz, cuando esto pase y el PSOE se despeñe por cualquiera de los precipicios ante los que se ha situado, López podrá decir aquello de "no será que no os lo dije". En ningún sitio está escrito que un partido con 140 años de historia tenga garantizada la perdurabilidad como organización hegemónica y que no pueda pasar de la noche a la mañana a la absoluta irrelevancia.
Y todo porque la falta de generosidad impidió ver que sólo una voz conciliadora en un partido que se declaró hace años la guerra a sí mismo podría tener la capacidad de evitar la tentación de que quien gane el próximo domingo liquide a quien quede segundo y la sangre derramada se extienda, después, en los territorios cuando llegue el momento de los congresos regionales, provinciales y locales.
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