Sandrine Morel ('Le Monde'): "La presión a los periodistas ha sido más fuerte por parte de los independentistas"
Entrevista a la corresponsal: "España está en un momento de explosión, de cambio tremendo"
Desde pequeña sentía pasión por España. A los once años empezó a estudiar castellano en el colegio. Y hoy Sandrine Morel es la corresponsal en nuestro país del periódico francés Le Monde. Su antecesora en el cargo le dijo en 2010: "¡Qué aburrida es la política española!".
Y ha sucedido todo lo contrario: ha sido testigo de una brutal crisis económica, del fin del bipartidismo, el 15-M y el desafío catalán. Precisamente, ha querido contar en un libro su experiencia escribiendo sobre el procés y sus sensaciones durante sus múltiples viajes a Barcelona. Todo ello se plasma en El huracán catalán (Planeta).
Doscientas veinte páginas en las que cuenta episodios tan impactantes como cuando un responsable de la Generalitat llegó a decirle que si compraban publicidad en Le Monde, su jefe le diría lo que tenía que escribir, o como Carles Puigdemont le confesó que creía que podía hacer caer a Rajoy. Una auténtica batalla por la comunicación de los independentistas, mientras que el Gobierno central miraba a otro lado y ni informaba a los corresponsables.
Dices que no nunca habías sentido tan escrutado tu trabajo como con el tema catalán.
Sí. Hasta ahora el trabajo de corresponsal era bastante tranquilo. Obviamente, éramos una parte de la estrategia independentista. En 2012 ya me propusieron la primera entrevista con Artur Mas para plantear internacionalmente que piensa que ha llegado un tiempo nuevo en Cataluña. A partir de este momento y más adelante, cuando empiezan a tensionarse más las cosas, ya notas que estás en el ojo del huracán y que te escrutan por un lado y por otro, porque la imagen que se proyecta a nivel internacional es importante. Desde la Generalitat esperan que haya una reacción internacional que empuje a Rajoy a negociar un referéndum de autodeterminación y por parte del Estado se dan cuenta que han perdido en cierto modo esa guerra de comunicación, simplemente porque no la han jugado.
¿Te sentiste presionada o utilizada por la Generalitat?
Lo que está claro es que hay intentos de intoxicación y de presión. Es normal en esta profesión que desde cualquier ámbito de poder y de partido político se haga propaganda. Pero es verdad que la presión ha sido más fuerte en Cataluña por parte de los independentistas. Primero teníamos contactos muy frecuentes con la Generalitat. Crearon un canal de whatsapp en el que mandaban información que generalmente buscaba desacreditar al Estado. Incluso enviaban cosas que no tenían que ver con la independencia. Personalmente también había avisos: '¿Vas a hablar de la fractura en Cataluña si no vives aquí? Son manipulaciones de la derecha, no te lo creas'. Dándote la idea de que no podías entender la situación y que ellos tenían la verdad, por lo que tenías que escucharles. Poniendo en duda tu trabajo
¿La Generalitat puso en duda tu trabajo?
Recibí correos después de un artículo que hice para explicarme 'ahí te has equivocado, no hay fracturas'. Cosas así. No tenía que ser solo personal, en el mismo grupo de whatsapp te mandaba los artículos de colegas como de ejemplo en plan 'mira ellos sí hacen bien su trabajo'. Describían a la Guardia Civil en mensajes como policía militar, utilizaban el vocabulario para enfocarte una información.
Un claro caso de intoxicación fue cuando entrevisté a Artur Mas en 2012, donde me dijo que en Alemania había un límite para el déficit de los landers del 4% máximo, algo que era falso.
Cuentas un episodio en el que un responsable de prensa de la Generalitat te dice que puede comprar dos páginas de publicidad en Le Monde y luego tu jefe te diría lo que tienes que escribir...
Sí, sí. Creo que era una chulería, era un momento muy tenso. Era tremendo el ambiente en 2017, querían ir hasta el final con el referéndum pero sabían que era muy complicado. Y yo les preguntaba qué pasaba si les impedían hacer el referéndum. Esta persona, responsable de comunicación de la Generalitat, me hablaba de Maidan y a mí me parecía bastante irresponsable la manera en la que se planteaban temas tan graves. El tono fue subiendo porque él me consideraba bastante escéptica y no entendía que no me adhiriera a que tenían un derecho irrenunciable a la autodeterminación porque sí. Me soltó: 'de todas formas, si compramos dos páginas de publicidad de Le Monde, tus jefes te dirán lo que tienes que escribir'. Me daba a entender que podían influir en nuestra línea editorial.
Cuando yo dije que era imposible, que nadie nunca me había dicho el enfoque de mis artículos o si tenía que estar a favor de una cosa, se quedó incómodo y me dijo 'bueno, las cosas aquí funcionan así'. Me quedé aún más alucinando cómo se asumía con tanta naturalidad que esta democracia catalana que me acababa de vender como modélica estaba alardeando de comprar periódicos y periodistas.
¿Qué opinas del independentismo?
Es fascinante. Yo quería contar la estrategia: no es un movimiento que salga de la nada porque de repente hay una sentencia del Estatut y la gente cabreada se vuelve independentista. No es verdad, hay una construcción de identidad nacional y política. Además, todo un relato progresivamente para adherir a más gente a este movimiento basándose en el 'derecho a decidir', que no se dice que es de autodeterminación hasta hace bastante poco. Al final lo convierten en el tiempo en un derecho asumido por todo el mundo. De repente hace entrevistas en las manifestaciones y la gente se compara con Rosa Parks o Gandhi.
Es surrealista, cómo se ha asumido por esta estrategia que se basa en una historia inventada, que hay opresión en Cataluña como dice la ANC. Esto hace que los no independentistas se sientan minoría y, como me decía uno de la ANC, te hace sentir miserable e insignificante. Me parece fascinante cómo este movimiento crece desde 2012 y se llega a conseguir que el 1-O dos millones de personas hagan un acto de desobediencia civil.
Y relatas que el Gobierno central, por otro lado, obviaba casi a los corresponsales extranjeros...
Hubo dos fases. De 2012 a principios de 2017, silencio total. No hay problema en Cataluña, si nos callamos, no existe. Como los monos, te pones las manos delante de los ojos, de la boca y de las orejas y no existe el problema. Tenía la suerte de estar invitada en algunos off the record con el entonces ministro Luis de Guindos, donde podíamos hablar de todos los temas. Y cuando se sacaba el tema catalán, la única respuesta es que esto era una burbuja y se va a desinflar con la recuperación económica. Y en 2017 empezamos a tener las primeras reuniones con La Moncloa y toda la estrategia no era dar una respuesta, sino contar con el miedo de los funcionarios. No había plan B. Te decían que nunca habría referéndum porque Oriol Junqueras nunca firmaría el decreto porque quería ser el presidente de la Generalitat. Yo alucinaba porque él se había bajado los pantalones en 2015 con Junts pel Sí.
¿Qué sentiste cubriendo el 1-O en Barcelona?
Un shock. A las 8 fui a un colegio electoral, había una cola tremenda y me temía lo peor. Veías a gente emocionada y pensabas que era surrealista: si gana el sí, ¿va a haber una declaración unilateral? ¿Creen que no va a haber una reacción del Estado? Naif, como si todo fuera un juego. Lo veía como un juego muy peligroso. Era complicado pensar que los policías se iban a quedar con los brazos quietos mientras se estaba infringiendo una orden judicial. A las 9 vi las primeras imágenes y me quedé bastante en shock. Las imágenes eran fuertes, con el tiempo puedes relativizar, pero eran fuertes con tanta gente. Al final esos golpes eran una victoria más de los independentistas por la imagen internacional. Una especie de inconsciencia general de lo que estaba sucediendo.
¿Y cómo se explica todo esto a un lector francés? Es muy complicado...
Claro. Ahí tienes que ir a explicar detrás de lo que ha pasado, cuál es el significado. Al final, explicar que había una amenaza por parte de la Generalitat, que decía que si conseguía una mayoría del sí, habría una proclamación de la independencia unilateral, y que el Estado había entrado al trapo en esta encerrona utilizando la fuerza para impedir la votación sin resultados. No se impidió que se votara, no se ha cortado el movimiento independentista y has mandado unas imágenes vergonzosas al mundo entero. Los independentistas había trabajado mucho más que el Gobierno sobre cómo llegar a una situación muy difícil y ganar esta batalla de la comunicación.
¿Qué solución le ves a Cataluña?
Hay gente que dice que hay problemas que no tienen soluciones y tienes que convivir con ellos. Quizá Cataluña es uno de ellos. No lo sé, creo que no habrá situación mientras no pasen varias cosas. Primero tiene que haber un partido nacionalista que no sea independentista. Mucha gente estaba en contra de la declaración unilateral y muchos empresarios tienen miedo por sus negocios, pero a pesar de todo iban a votar a Carles Puigdemont porque no piensan votar a un partido español. Los partidos españoles, como ellos dicen, no legislan y no hacen nada para Cataluña. Entonces, si no tienes un partido como era CiU, va a ser muy complicado. Desafortunadamente, la unidad de España se ha construido de una manera muy frágil y es un país que no tiene marcha atrás en su configuración territorial.
¿Algo así podría haber sucedido o suceder en Francia?
No, por lo que digo. La construcción de España tan descentralizada hace que sea imposible compararla con Francia. De hecho, me insultaban a veces diciéndome jacobina. Tenemos un estado centralizado, allí nadie entiende cuando hablo de que Cataluña tiene un Parlamento que vota leyes ni su grado de autonomía. Por eso, que alguien diga que siente oprimido o que sus derechos no estén reconocidos me parece tan raro. A veces me hablan del tema de Córcega, pero es totalmente distinto y no se puede comparar. Es una región que depende mucho del Estado. Dicho esto, si hay un millón de personas que salen a la calle en un rincón de Francia, no se imaginaría que el Gobierno se quedara callado y sin dar una respuesta. No a los que lo fomentan o a los gobernantes, sino a la población en general. Hablar, intentar seducir. Esto no se ha dado y ha enquistado el problema.
Has tenido la suerte de poder entrevistar a Artur Mas y a Carles Puigdemont, cosas que no hemos podido muchos periodistas españoles. ¿Qué piensas de ellos?
Mas era realmente un personaje bastante carismático, hablaba muy bien varios idiomas y tenía prestancia. Se veía como un hombre de Estado, aspiraba a tener bastante poder político e incluso poder de decisión en Europa. Tenía mucho afán en poder mandar mensajes a Europa desde Cataluña directamente, hablar directamente con las instituciones europeas sin pasar por Rajoy.
¿Y Puigdemont?
Es distinto. Estuve con él varias veces y es una persona que no tenía esta figura de estadista, una persona que venía para la independencia. Era su papel, su discurso político era más limitado porque se enfocaba solo en esto. Además, era muy difícil de entender porque jugaba en dos dimensiones a la vez: una pragmática y otra simbólica. Tenía dos lecturas. Había muchísimo juego y teatro en todo esto. Cataluña es una escena artística brutal con actores políticos. Es complicado para una periodista, porque tienes que separar lo que es el teatro y lo que te dicen en privado.
Hablamos de Cataluña, pero la presentación de tu libro coincide en pleno cambio de Gobierno en España de manera exprés. Rajoy ya no es presidente del Gobierno, deja el liderazgo del PP también y Sánchez está en La Moncloa. ¿Qué piensas de la política española?
No me lo esperaba tampoco. Son momentos convulsos, un poco locos, con mucho surrealismo. No sé si es una herencia artística antigua. Pero creo que está en una fase de transición, está en una crisis brutal y de esto van a surgir cambios. Ya veremos de qué tipo. Todo lo que ha pasado en España desde la crisis, desde el punto de vista social, político, jurídico e institucional, y lo que está surgiendo es como cuando hay una herida y de repente sacas todo el pus. Es como un momento de explosión y de que toda España debe replantearse cómo funciona el país. Se está viendo en cualquier acontecimiento, en una fase de cambio tremendo.
¿Hay preocupación en Francia? ¿Interés por lo que está pasando?
Todo el mundo ha alucinado con el cambio de Gobierno y también con lo de Cataluña -no se ha entendido cómo se ha llegado tan lejos-. Además, me decían '¿Pero no han visto lo que pasa en Italia?'. La estabilidad política en Europa es muy rara ahora, es un bien raro y precioso. Una vez que se ha hecho, a ver qué pasa.
Albert Rivera (Ciudadanos) se vende como el Macron español. ¿Lo es? ¿Se parecen?
Creo que son muy distintos. A él le gustaría ser el Macron español, otra cosa es lo que sea. Las políticas francesa y española son muy distintas, son muy diferentes los temas ideológicos y de posicionamiento. No tenemos este eje territorial. El partido de Macron ha tenido también una gran suerte para llegar al poder, ha ido todo muy rápido. Ahora a Ciudadanos le va a tocar quedarse más tiempo sin gobernar y va a tener que mantener esas expectativas. Hasta ahora no ha demostrado nada y, además, hay giros electoralistas.
¿Qué te es difícil todavía de comprender de nuestro país? ¿O que te sorprenda?
Hay cosas muy buenas como que no tengáis partidos xenófobos y de extrema derecha. No entienden bien en Europa cómo lo habéis conseguido. Lo que realmente me sorprende y me entristece es que todavía hay una gran división entre rojos y azules, no entiendo que se pueda tachar a la gente tan fácilmente de facha o de progre. Se encasilla a la gente, es como un partido de fútbol. Me chocan mucho los insultos, como me pasó en Cataluña. No podía escuchar "fuera las fuerzas de ocupación", son palabras mayores que se banalizan. No lograba entender cómo se llega a esos bloques monolíticos.
Desde luego aburrirte en España...
La verdad es que no. Cuando llegué, la anterior corresponsal que venía de Italia me dijo '¡qué aburrida es la política española!'. Llegué y fue la explosión: crisis, amenazas de quiebra, desahucios, la pobreza, Cataluña, los bancos rescatados, el 15-M, Podemos, Ciudadanos... Y ahora va a haber un Gobierno muy complicado, me da mucha curiosidad.