Sánchez-Aragonès: más Atocha-Sants
El análisis para entender lo que ha pasado en la reunión entre Sánchez y Aragonès.
Una hora y tres cuartos, frente a frente. En el Palacio de La Moncloa. Una cita clave para la relación entre administraciones y para el futuro de la legislatura. Y los dos llegaban dispuestos a solucionarlo, no hay otra salida. Pragmatismo y convencimiento de que la via del diálogo es la única por la que se puede transitar hoy. Pedro Sánchez y Pere Aragonès se han subido metafóricamente al AVE para acercar más Atocha y Sants.
Las relaciones se habían enconado, la tensión se palpaba durante estos últimos meses. El caso Pegasus abrió una crisis entre el Gobierno y la Generalitat de gran magnitud, algunos pensaron que podía peligrar hasta la legislatura por el desencuentro entre el PSOE y Esquerra. Pero los dos saben que les va mejor si recomponen este puente aéreo.
El Gobierno necesita estabilidad parlamentaria para sacar sus grandes leyes, mientras que ERC ha constatado que su pulso no es tan grande y que al final La Moncloa podía aprobar normas sin los republicanos, aunque sufriera mucho. Y, además, Esquerra quedaba regular ante parte de su electorado y la izquierda votando en contra de la reforma laboral y del primer decreto de medidas anticrisis (que incluía medidas como incrementar el ingreso mínimo, limitar al 2% las subidas del alquiler o bonificar con 20 céntimos el litro de combustible).
Y el debate sobre el estado de la nación no había anticipado mucho, ya que el propio Sánchez tuvo un careo con Gabriel Rufián un poco subido de tono después de que el portavoz republicano hubiera enseñado varias balas en el Hemiciclo para hacer alusión a lo ocurrido en Melilla. “Se ha equivocado”, le dijo el presidente. Además, con Junts también el socialista quiso un mensaje: “Se han quedado congelados en 2017”.
Pero sí en las últimas semanas había habido un intenso y discreto trabajo por debajo, pilotado por el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, que se materializó con ese acuerdo marco con Laura Vilagrà para establecer la metodología de los contactos.
Así que, cara a cara, Sánchez y Aragonès han tirado de sentido común y de acercamiento. Objetivo: recuperar cierta normalidad. Esto se plasmará ahora en una reunión de la Mesa de Diálogo en la última semana de julio en Madrid, según han acordado. Además, la abren a los socios de Unidas Podemos y de Junts.
Los socialistas y ERC han sido los grandes impulsores de una vía de diálogo, siempre marcando cada uno sus objetivos (acuerdo federal vs. referéndum de independencia). Pero están convencidos de que es la única salida tras años de enfrentamiento brutal, que desembocó en el 1-O y en el juicio del procès. Sánchez ha arriesgado mucho políticamente con esta vía, sabedor de que la derecha lo utiliza en todo el momento como arma arrojadiza. Los indultos fueron una de las decisiones más difíciles que ha tomado, pero siempre ha defendido pública y privadamente que es la única manera de rebajar la tensión y de que está convencido de que ayuda a la convivencia en Cataluña.
Pero Aragonès también que este acercamiento le cuesta duro dentro de su Govern, ya que sus socios de Junts son más extremos en sus posiciones y siempre han optado por el enfrentamiento con La Moncloa. Pero es que además Junts vive una muy difícil situación interna, ya que la presidenta del Parlament, Laura Borràs, que es su principal activo actualmente, se encuentra señalada por la Fiscalía por el caso de los contratos parcelados. ERC quiere que dimita, pero ella se niega. Esto ha abierto otra crisis interna, en tanto que la presidenta se presenta como una víctima del Estado central para hacerla desaparecer del mapa político. Todo este victimismo lleva también a ERC a retraerse a veces en la postura del reencuentro porque le cuesta votos ante los electorados más soberanistas.
Pero Esquerra también tiene la presión de que esa vía de diálogo tiene que dar algunos frutos que demuestren que sirve y que la Mesa no fue una simple excusa en un papel que facilitaran la investidura de Pedro Sánchez tras la repetición electoral de 2019. Y todo ello marcado por un panorama en el que en el próximo mes de mayo hay elecciones municipales y Esquerra y el PSC mantendrán una dura lucha por muchos ayuntamientos en Cataluña.
La otra mirada está puesta en los presupuestos generales del Estado, que el Gobierno prevé llevar en otoño a las Cortes Generales. No se maneja en estos momentos la posibilidad de una prórroga electoral, pero no serán unas cuentas fáciles. Se tratarían de las últimas antes de las elecciones generales y, sobre todo, se prevé una lucha en la izquierda por el aumento en las partidas de Defensa (Sánchez se ha comprometido ante la OTAN a subir al 2% del PIB en 2030). ERC aparece como uno de los posibles aliados, pero sus votaciones son imprevisibles en los últimos tiempos. Con este acercamiento, puede haber una mayor sintonía en este terreno.
Sobre el horizonte hay otro episodio que podría sacudir la política española: el abogado de la UE ha dado la razón a España y ha abierto la puerta a que se tenga que entregar a la Justicia española al expresidente Carles Puigdemont, fugado en Bélgica. Falta que se pronuncie el tribunal europeo, que suele ir en las tesis del abogado. Entonces se extraditaría al expresidente para ser juzgado en el Tribunal Supremo, con todas las posibilidades de estar mientras encerrado en la cárcel. Esto podría pillar en plena campaña de las generales.
Pero lo importante de este viernes de ola de calor y gran arranque de las vacaciones era reunirse, intentar retomar la normalidad, acercarse, ir olvidando Pegasus. El próximo paso: la Mesa de Diálogo. Aragonés y Sánchez no estarán presidiendo, hoy ya han hecho su trabajo.