Fueron 381 días… pero merecieron la pena
Ese fue el número de días durante los cuales la población negra de Montgomery se negó a subir a ningún autobús.
El 20 de diciembre de 1956 se produjo un hecho insólito, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos ordenó que la población que había sido segregada en Montgomery se pudiera sentar en los autobuses donde se quisiera. Con esta sentencia se daba por finalizado un boicot que había empezado el 1 de diciembre del año anterior.
A partir de la fila undécima
Para comprender la importancia de esta ley es preciso que hagamos un pequeño inciso y nos detengamos en la legislación de segregación racial que estaba vigente en aquellos momentos.
De entrada, cuando un afroamericano subía a un autobús pagaba en la parte delantera, se tenía que bajar para volver a entrar al vehículo por la puerta trasera. Por este motivo no era infrecuente que después de pagar algún afroamericano se quedase en la acera sin llegar a poder subir nuevamente al autobús.
Ya en el interior, las primeras diez filas estaban reservadas para blancos, a los pasajeros de raza negra solo les estaba permitido sentarse a partir de la fila once. Si el autobús se llenaba y no había sitios disponibles en las diez primeras filas, los blancos ocuparían los lugares a partir de ahí y los pasajeros negros estaban obligados a ceder sus asientos.
Eso fue precisamente lo que pasó aquel mítico día. Rosa Parks, que por entonces contaba 42 años, estaba sentada en la undécima fila de un autobús de National City Lines Nº 2857, sin embargo, y en contra de todo pronóstico, se negó a levantarse para ceder su asiento a un pasajero blanco.
14 dólares de multa
Sucedió el 1 de diciembre de 1955 ella era una costurera negra —Rosa Parks (1913-2005)— que regresaba a su casa de Montgomery (Alabama) después de un día intenso. A pesar de las airadas quejas del pasajero blanco y del conductor se negó a dar su brazo a torcer, hasta el punto que fue preciso llamar a las autoridades.
Rosa fue, como era esperable, arrestada y multada. La asignaron el número 7053 y le impusieron 14 dólares de multa por alterar el orden público. Su foto policial dio la vuelta al público y actualmente es sinónimo de dignidad.
La condena llegó a oídos de un reverendo, Martin Luther King Jr, que defendía los derechos civiles de los ciudadanos negros en aspectos tan mundanos como compartir escuelas, autobuses o, sencillamente, puestos de trabajo.
Luther King se puso al frente de la protesta, pidió a sus conciudadanos que no subiesen a los autobuses mientras las leyes no cambiasen. Fueron 381 días duros durante los cuales los afroamericanos compartieron coche, bicicleta o, simplemente, caminaron durante kilómetros.
Ese boicot y su prolongación en el tiempo llevó a la quiebra a la compañía de autobuses. Hay que tener en cuenta que en aquellos momentos en Montgomery había 105.000 habitantes, de los cuales 42.000 eran de raza negra.
No fue la primera
En honor a la verdad, Rosa Parks no encarnó la primera protesta frente a la ley de segregación racial, fue la segunda. El primer desacato a la autoridad tuvo lugar unos meses antes, concretamente el 2 de marzo de 1955, cuando una joven afroamericana, Claudette Colvin, de tan solo quince años, hizo lo mismo. Al igual que le sucedió a Rosa Parks también acabó siendo arrestada.
Esta historia demuestra que en muchas ocasiones los acontecimientos más extraordinarios tienen lugar en los sitios más comunes. Una última curiosidad, el autobús en que Rosa Park se negó a obedecer las leyes de segregación se encuentra actualmente en el Museo de Ricky Ford, en Michigan. En el asiento en el que sucedieron los hechos se sentó Barack Obama en el año 2012. Allí, según sus propias palabras, “reflexionó sobre el coraje y la tenacidad que forman parte de nuestra historia más reciente”.