Robert Hardman: "La reina tenía mucha simpatía por su hijo Andrés, como por su padre, su hermana y Harry. Ser segundo no era fácil"

Robert Hardman: "La reina tenía mucha simpatía por su hijo Andrés, como por su padre, su hermana y Harry. Ser segundo no era fácil"

El periodista y experto en la corona inglesa ha presentado en nuestro país la biografía 'Isabel II. Vida de una reina'.

Isabel II, en una imagen de archivo de 2000.Tim Graham Tim Graham Photo Library via Get

Hace casi un mes y medio que falleció Isabel II. La reina más longeva de la historia fue uno de los personajes más célebres del panorama internacional de las últimas décadas de nuestra historia, y de los que más se ha escrito.

En marzo de 2022, cuando su reinado aún no había finalizado, Robert Hardman, periodista y analista de referencia de la familia real en el Reino Unido publicó Isabel II. Vida de una reina, la última biografía de la monarca que rápidamente se convirtió en superventas.

El 9 de octubre, sólo un día después de su fallecimiento, Hardman escribió las últimas líneas del epílogo de una nueva edición, con las que se despedía de su reina. El resultado es un libro de 826 páginas en el que el autor recupera conversaciones y entrevistas, artículos y reportajes periodísticos, así como una buen repertorio de anécdotas para recorrer la larga vida de la reina y la mujer, y ofrecer “un retrato único de una líder que sigue siendo tan intrigante hoy como el día en que ascendió al trono a los veinticinco años de edad”.

  Robert Hardman, autor de 'Isabel II. Vida de una reina'.GEMA CHECA

Las últimas líneas del libro, del epílogo, las escribe el día después del fallecimiento de Isabel II, el 9 de septiembre. Con el paso de las semanas ¿hubiese añadido algo más dado lo ocurrido después?

No, yo quería acabar el libro con ese sentir del fallecimiento, con el adiós de un gigante. A mí me gusta el hecho de que ella nació en las mismas semanas que se inventó la televisión y su despedida fue uno de los grandes espectáculos televisivos de todas nuestras vidas. Ella nació en una corona muy tradicional, pero era una monarca muy moderna.

Son tiempos convulsos en Reino Unido: la primera ministra ha dimitido después de muchas semanas de polémicas y crisis de gobierno. Carlos III acaba de asumir la corona, ¿cuál debe ser su papel en este momento?

El papel del monarca es crear una sensación de continuidad y de estabilidad. Es decir, por muy mala que sea la situación política, el estado continúa, la policía, el ejército, el poder judicial… todo continúa. Estos no rinden pleitesía a los políticos. Ellos rinden pleitesía a la corona y eso no va a cambiar. Pienso que en tiempos convulsos es importante que la monarquía no intente solucionar la crisis, no es su función. No es el rey el que tiene que hacerlo, pero sí dar la sensación de que hay un marco sólido. Los políticos están metidos en problemas y la monarquía tiene que dar la sensación de que la casa no se cae abajo. Yo creo que es muy interesante que George Bush, por ejemplo, al que entrevisté unos días después del asalto al Capitolio, me dijo ‘eso no podría pasar en tu país porque tenéis una separación de poderes’.  Es fascinante pensar que cambiamos de primera ministra y de monarca en tres días y no hubo manifestaciones, ni disparos, sigue funcionando la luz y la gente va a trabajar. Esta crisis tiene muchas facetas y probablemente vaya a durar mucho. Esto es un problema para los políticos en los que el rey no se tiene que meter.

  Portada del libro 'Isabel II. Vida de una reina', con la foto de Isabel II el día la coronación.PLANETA

Después de 25 años trabajando con la reina, con la institución, aún reconoce que tiene una duda fundamental. ¿Cómo era Isabel II?

Una de sus principales fortalezas y activos es que supo mantener ese misterio durante toda su vida y su reinado. Eso significa que cada uno la podía ver como quisiera pero, a la vez, ella era un ser humano y entre bambalinas se encontraba la Isabel real. Hay una Isabel pública y una Isabel privada, y la privada es optimista, vive el presente, quiere a los suyos, sabe perdonar, es muy cristiana y no es muy formal. Y aunque es reina, al mismo tiempo tenía mucho sentido del humor y disfrutaba cuando las cosas no le salían bien porque, si tienes tu vida organizada según un guión, cuando pasa algo en una ceremonia o se estropea el coche, puedes llegar a ver divertidas este tipo de situaciones.

Por ejemplo, a finales de los 60, el presidente de Finlandia realizó una visita oficial con su esposa, Silvia. Ésta se había liado con la medicación y en vez de las pastillas del corazón se trajo las de dormir.  En una procesión en carruaje, la reina y el presidente iban en el primer carruaje, y la primera dama de Finlandia y el príncipe Felipe, en el segundo. El consorte la tenía que estar incorporando todo el rato porque se dormía, y la reina se moría de la risa. Y siempre contaba esta anécdota a todo el mundo.

Hay una tendencia a verla tan formal y tan perfecta... Ella, cuando más feliz era, era cuando estaba en las Highlands de Escocia caminando con sus perros por el campo o cuando estaba de vacaciones en Balmoral. Allí, cuando tenía invitados, el príncipe Felipe cocinaba y ella fregaba. Margaret Thatcher no lo podía soportar y la quería ayudar, y la reina no la dejaba. Por eso, cuando Thatcher escribió sus cartas de agradecimiento, metió en ellas unos guantes de fregar para la reina.

En el libro describe la relación de la reina con sus hijos cuando eran pequeños como un poco distante. Ella no parecía querer ser la madre perfecta, ¿era más reina que madre?

Quería ser las dos cosas, en realidad. A veces nos olvidamos que cuando nacieron sus hijos, era una época muy diferente al presente. Era la posguerra de la Segunda Guerra Mundial, muchos niños habían perdido a sus padres o a alguno de los dos, y en aquel momento nadie pensaba que hubiera nada raro por abandonar a sus hijos durante semanas o meses… Yo analicé la cobertura mediática de cuando Carlos era pequeño y la reina se perdió su primer cumpleaños porque se fue a Malta donde estaba destinado su marido. Si lo piensas hoy, si un monarca se pierde el primer cumpleaños de su hijo, todo el mundo se preguntaría por qué. En ese tiempo nadie se cuestionó nada. Pero yo he hablado con el príncipe Carlos y la princesa Ana y ellos dicen haber tenido una infancia muy feliz.

El punto más bajo de la corona fueron los años 92 y 93, cuando todos los matrimonios se estaban deshaciendo. Y no solo había ataques personales, sino también por cuestiones financieras

¿Qué desestabilizó más a Isabel II, que le resultó más difícil de afrontar, los problemas de la familia y los escándalos o el ocaso del Imperio británico y los cambios sociales y políticos?

La parte privada, el ámbito privado era más difícil para ella y lo sentía de manera más intensa y personal. Es verdad que en la primera parte del reinado tuvo una situación totalmente nueva, que no la había tenido ningún monarca, cuando acabó el imperio y se esperaba que ella devolviese esos territorios que habían sido colonias. En esos países, la corona había sido poderosa y de autoridad, y ahí mostraba su grandeza. Fue la primera monarca que dio un giro de 180º y que dijo: ’Ellos tienen la independencia. Esto va de que hagan las cosas a su manera y que nosotros no mandemos ”. Gestionar ese proceso de manera amistosa y constructiva fue un gran desafío, pero eso no es como una crisis personal como las que tuvo que afrontar en los 90 con su familia.

El punto más bajo de la corona fueron los años 92 y 93, cuando todos los matrimonios se estaban deshaciendo. Y no solo había ataques personales, sino también por cuestiones financieras de la monarquía. Para ella fue muy doloroso y consiguió superarlo porque era muy optimista y positiva.

¿Fue la muerte de Lady Di la mayor crisis de imagen que tuvo que enfrentar Isabel II?

Se podría decir que fue una larga crisis de cinco años la que tuvo que afrontar, del 92 al 97. La mayor concentración de problemas se produjo entre el 92 y 93, pero claro, la muerte de Diana en el 97 fue muy traumática. En aquel momento había entrado el gobierno de Tony Blair, un gobierno totalmente nuevo, con una agenda política muy radical, que quería cambiar muchas cosas que podían afectar a la monarquía y también al reparto de poder con Gales y Escocia. 

En un momento en el que la monarquía era impopular, de repente sucedió esta tragedia. Durante muchos días, la corona sufrió muchos ataques por parte de los medios y de las multitudes. Había una sensación de separación, de alejamiento de la reina, que estaba en las Highlands. Y ella lo hizo aquí porque pensaba que su prioridad era ser abuela y proteger a sus nietos. En realidad lo estaba controlando todo y no es cierta la imagen que ha dado Helen Mirren en la película de The Queen de que ella estaba completamente distanciada de lo que estaba ocurriendo. Cuando días después llegó a Londres todo cambió; el ambiente y la percepción del público cambió. Isabel II seguía siendo más popular que la alternativa: se hizo una encuesta sobre si se quería una monarquía o un presidente, y la gran mayoría dijo querer la monarquía.

Esto del Megxit es un problema serio pero no es una crisis de primer orden

Usted dice que la experiencia de gestionar el fallecimiento de Diana le sirvió para gestionar el Megxit después.

Sí, desde luego que condicionó la manera en la que ella se comportó con este tema. En los 90, con las cuestión de Carlos y Diana, su posición fue olvidarse del tema y que se solucionase por sí solo. Con el Megxit lo pensó todo bien,  porque ella no tomaba decisiones de forma impulsiva, pero las decisiones se tomaron de manera más rápida comparado con lo de los 90, cuando ella intentaba que el tiempo solucionase las cosas y veía que nada se resolvía. Ella tomaba de ejemplo a su padre y lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial. Era irte a la cama pensando ‘igual mañana invaden mi país y a mí me van a ejecutar’. Cuando has visto eso en tu infancia, esto del Megxit es un problema serio pero no es una crisis de primer orden.

La boda de Harry y Meghan fue un ejemplo de modernidad de la corona inglesa. Según pasaron los meses, la actitud de Harry y Meghan fue el punto de mira de la sociedad y los medios. ¿Qué pensaba ella de esa huída de su nieto preferido?

Creo que le entristecía que se hubieran ido. Ella pensaba que hizo todo lo que pudo. Antes de que se casaran, se hicieron cosas que no se habrían hecho en generaciones anteriores. Por ejemplo, se invitaba a Meghan a visitas oficiales cuando aún no estaban casados y tuvo un papel muy importante en una cumbre de la Commonwealth en Londres en 2018. No se habían casado todavía y a la reina le pareció buena idea que participasen juntos en ese acto. Todo se fue al garete muy rápido. Ella se entristecía pero no se desesperaba. Y justo después de esto tuvimos la pandemia. 

Isabel II jugó un papel muy importante durante la pandemia. Si presides una institución que depende de la interacción del público y, de repente, estás encerrada en un castillo, cómo lo vas a hacer. Pues ella empezó a utilizar Zoom y apareció como una reina mayor en la pandemia, y la veíamos tener todas esas reuniones que normalmente no se veían. Además, dio un discurso muy importante cuando el primer ministro estaba en la UCI y todos pensábamos que iba a morir. Y esto es lo que hace un buen monarca: salir y decir que todo va a estar bien.

¿Cómo vio la sociedad británica que la reina pusiese el dinero para cerrar las denuncias de abuso a una menor que acorralaron a Andrés?

No sabemos si ella puso el dinero. Andrés tenía un dinero que había heredado de la reina madre y unos activos. El público podía entender que quisiera a Andrés pero no toleraría que volviese a la escena pública. Ella lo entendía, pero le entristecía muchísimo. La reina tenía mucha simpatía por su hijo menor porque su padre había sido también el hijo menor y su hermana, Margaret, era la pequeña y vio que tuvo una vida poco feliz, y también Harry… Ser el segundo no es fácil y empatizaba con eso. 

Cuando Andrés la llevó del brazo al funeral del príncipe Felipe la gente no lo entendía pero sí entendían que quisiera a su hijo.

¿Cómo está la relación entre Guillermo y Harry? ¿Se va a poder resolver, porque Guillermo sufrió mucho con todo esto?

Ahora mismo es difícil, pero creo que se está reconduciendo en la relación correcta, hacia un acercamiento más que a una separación. El que se les viera juntos los días después del fallecimiento… Pero creo que va a pasar mucho tiempo hasta que sea una relación natural, y quizá lo consigan o quizá no. Creo que está mejorando pero queda mucho.

El hecho de que falleciera en Escocia es justicia poética porque le encantaba ese país

¿Cómo fueron los últimos meses de la reina y especialmente tras la muerte de su marido?

Le afectó, obviamente, pero no de una manera tan grave como se dice o se piensa porque él ya llevaba un tiempo mal. Después de la presión de la pandemia, se tuvo que preocupar por la salud de él. Y ella es una persona muy cristiana, que tenía mucha fe, y en los días después del fallecimiento ella volvió a sus funciones y se fue a la cumbre del G7, se subió a un tren para ir a la cumbre. A finales del año pasado su salud empezó a decaer, estaba en tratamiento. Ella se solía tomar una ginebra al día y tuvo que parar de hacerlo. Estaba más débil pero de cabeza estaba perfectamente. Y le encantaba estar con su familia y este verano en Balmoral estaba encantada con sus hijos y su nietos. El hecho de que falleciera en Escocia es justicia poética porque le encantaba ese país y ningún monarca británico había fallecido allí y de esta manera hace que Escocia participe de la historia. 

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Mila Fernández es redactora de LIFE en 'El HuffPost' y editora de branded content. Antes, fue redactora de estilo de vida y gente en revistas femeninas —AR, LOVE y SMODA—, dirigió la revista Turismo Rural y trabajó delante del micro en Radio España. Puedes contactar con ella en mila.fernandez@huffpost.es