La risa de mi hija frente al televisor
"Tengo claro que sin las narraciones de ficción ya no podríamos explicar el mundo".
Si tuviera que escoger un sonido, el último que querría escuchar antes de morirme sería la risa franca, llamativa, cantarina, perfecta de mi hija Carlota, de 16 años. Su risa en general y en particular la risa que comparte conmigo cuando, juntas, vemos un producto audiovisual que, encima, he propuesto yo. De pronto, un gag, una escena, una mueca, un chiste, desata la carcajada de ambas al unísono y el mundo rueda y encaja perfectamente.
Dice la protagonista de Hacks, la actriz Jean Smart, en boca de su personaje Deborah Vance, una legendaria monologuista, que cuando encuentras a alguien con quien coincides en el humor, en el sentido del humor, cuando te ríes de las mismas cosas a la vez, ya está todo hecho para bien entre los dos. Parece un tópico, quizá lo sea, pero es real. REAL. Luego pasan más cosas, claro, que lo pueden opacar todo, pero de momento, la risa te ha salvado.
Tengo que decir que Carlota está muy bien educada audiovisualmente por razones obvias: se tragaba todo lo que yo le ofrecía sin rechistar hasta que tuvo uso de razón y pasó de mí y se puso a elegir. Durante un tiempo no prestó atención a mis sugerencias, pero ahora vemos juntas muchísima ficción, muchísimos contenidos televisivos de todo tipo y yo me atrevo a decir que son los mejores momentos del día.
Hace unos días la encontré viendo por primera vez Girls (gracias, gracias, gracias Lena Dunham. Por mí, por todas mis compañeras y ahora por toda la generación de mi hija) que ha cumplido diez años con una salud perfecta. La oí reír desde la cocina, me acerqué y ahí estaba, disfrutando con una escena del episodio Welcome to Bushwick, de la primera temporada. Las chicas van a una fiesta en un barrio de moda y una de ellas está colocada de crack… Revisad la escena, que es hilarante. Mi hija la disfrutaba, entre sorprendida y divertida, y yo me senté con ella a charlar del asunto, entendiendo su mirada jacarandosa.
Hay una escena en Venga Juan, la serie de Diego San José con la que nos divertimos las dos de lo lindo, en la que el actor Javier Cámara que interpreta a ese político mediocre y patético que es Juan Carrasco, tiene que decidir si sale de casa con la capucha del chándal puesta o no al ser detenido. La disyuntiva es si con capucha parece un hacker o un violador. Meses después, estábamos viendo el documental ¿Dónde está Marta? sobre Marta del Castillo y de pronto hay una imagen de Miguel Carcaño, que era el asesino, con la capucha puesta, encorvado y escoltado por la policía. Una imagen dura. Y veo que Carlota empieza a reírse
-Carlota, ¿de qué te ríes?, le pregunto yo entre asustada y sorprendida por su falta de empatía con lo que está viendo en imagen
-Ay, mamá, es de que pronto me he acordado de esa escena Venga Juan, cuando se están planteando si se pone capucha o no... jajajajaja
De pronto nos pusimos a recordar algunas de las frases de esa serie, donde Juan Carrasco usa mal las frases hechas, los tópicos, los latiguillos, confunde los sinónimos, los conceptos:
-Antes pido asilo político en una embajada extranjera, como el inventor de la Wikipedia.
Recuerdo que le tuve que explicar lo que era Wikileaks, y todo el tema del creador y se le desató la risa de inmediato.
Seguimos viendo después el documental durísimo y muy bien hecho por cierto. Aproveché para contarle que la realizadora, Paula Cons había dicho que se podía contar el momento de un país a través de un crimen concreto, que la serie se concibió para aportar algo nuevo, que era una buena crónica negra, que no era sensacionalista, que tenía perspectiva de género, que los detalles, las anécdotas, la manera de contar era especial…
Recuerdo cómo empatizó con Maricón perdido, cómo le gustó, le entristeció, le conmovió la historia que cuenta Bob Pop. Cómo se rió con esa madre paradigmática interpretada por Candela Peña, cómo descubrió matices en el relato, cómo se preguntó, me preguntó cosas. Recuerdo que la reñí por ver Euphoria sin mí, preocupada como estaba por la dureza de la serie. Ya ves tú, qué tontería. Como si la niña no estuviera ya de vuelta.
A veces ve pelis malas, o series malas y entonces me pregunta:
-¿Has visto la última de Élite?
-No, aún no, respondo yo
-No hace falta. Y si tienes que hablar de ella en la radio, o escribir de ella, puedes decir que es un bodrio
Trabajo que me quito, la verdad.
Gozamos mucho viendo Red, la peli de Pixar maravillosa. Le conté todo lo que incels varios habían dicho sobre ella y no daba crédito. Noté que se crecía como adolescente, que se ponía chula, que asimilaba lo que cuenta la peli y se lo quedaba para usarlo con cualquier cretino con el que se cruzada.
Otros momentos culmen con la niña: cuando vimos Patria (HBO), La línea invisible, (Movistar Plus) o cualquiera de los documentales sobre ETA de Jon Sistiaga, de los últimos tiempos (Movistar Plus). O las piezas audiovisuales sobre los atentados del 11 M estrenadas este año en Netflix y en Prime Video. O 800 metros, el documental de Bambú (por Elías León y Nacho Carretero) sobre el atentado de las Ramblas en 2017, en Netflix.
En marzo de 2021 senté frente a la tele a ella y a su amiga Hikari y les puse Nevenka, ese documento excepcional producido por Ana Pastor y dirigido por Maribel Sánchez Maroto, para Netflix. Las estuve observando mientras veían los capítulos, que yo había ya visto, conmovida, en la copia para prensa y supe que aquello era una enseñanza fabulosa. Estaba contenta de que el audiovisual me estuviera dando eras armas poderosas para contarle a mi hija, a su generación, la vida entera, el mundo entero.
¿Por qué cuento todo eso, os preguntareis? Bueno, porque tengo claro que sin las narraciones de ficción ya no podríamos explicar el mundo, costaría mucho condensar lo que sucede en todas partes, hacerlo llegar a todos los lugares. Mi hija sale más lista de esos visionados, con más recursos para enfrentarse a la vida, con temas de conversación, con conocimientos…
Por eso estoy escribiendo un llamamiento a los responsables de las plataformas, de las cadenas generalistas (Y DE LA PÚBLICA, OTRA VEZ) para que por favor dejen que los guionistas aborden, presenten, construyan temas de enjundia, más allá de comedias ligeras, o disparatadas, más allá de thrillers, más allá de asuntillos de instituto, de cuitas adolescentes. Déjenles hablar a quemarropa de:
-La casa real y TODO LO QUE HA PASADO en los últimos años
-La pederastia en la iglesia católica
-La Guerra Civil
-Las corrupciones grandes y pequeñas con nombres y apellidos
-La vida de los que se atreven a denunciar la corrupción y no son luego protegidos ni apoyados
-El caso Villarejo
-El terrorismo de extrema derecha durante la transición
-Sobre cualquier tema importante que se puede leer en un periódico y que, ignoro la razón, nunca se traslada a una serie
Seguimos mañana…