¿Qué está pasando en Zaporiyia? ¿Hay o no hay retirada rusa?
Kiev cree que Moscú se está "preparando" para abandonar la central nuclear, pero el Kremlin lo niega, mientras arrecian los ataques en los alrededores del recinto.
La seguridad de la central nuclear de Zaporiyia, la mayor de Europa, preocupa nuevamente por la cercanía de los ataques cruzados entre las tropas ucranianas y rusas en los alrededores de la ciudad de Enerhogar, donde se ubica. El fuego arrecia mientras crece la incertidumbre sobre lo que ocurre dentro del recinto, intervenido desde el 4 de marzo por la fuerza invasora, operado aún por equipos de trabajadores ucranianos conectados a Moscú y propiedad rusa por decreto desde octubre.
Y es que el pasado domingo, las autoridades de Kiev sugirieron que los rusos se estaban “preparando” para abandonar la central en manos del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). El Kremlin lo niega tajantemente. Las autoridades prorrusas de Energodar, bajo dominio ruso, han desmentido estos supuestos planes. “Recientemente, los medios controlados por Kiev han estado difundiendo activamente falsedades de que Rusia supuestamente planea retirarse de Energodar y abandonar la central nuclear de Zaporiyia. Esta información no es cierta”, afirmó la administración militar-civil de la ciudad impuesta por Rusia en su canal de Telegram. “La central nuclear de Zaporiyia permanece bajo el control de Rusia”, añadió, al tiempo que indicó que “la seguridad operativa de la planta está garantizada por completo”.
En la misma comunicación, se afirmó que la transferencia de personal de la empresa nacional de generación de energía nuclear de Ucrania, Energoatom, al control de Rosatom “se está llevando a cabo según lo planeado”. “Los empleados, incluido el personal operativo, firmaron acuerdos laborales con el nuevo empleador. El personal recibe tarjetas de salario de Promsvyazbank (un banco ruso controlada por el Estado) y, en consecuencia, un salario superior al de sus contratos anteriores con Energoatom”, escribió.
Estos gestores prorrusos han aprovechado las nuevas especulaciones -que Kiev insiste en que no lo son-, para destacar las supuestas bondades del nuevo control del emplazamiento. Han señalado que los empleados de la central nuclear están recibiendo pasaportes de la Federación Rusa, que se anexionó ilegalmente la región en el sur de Ucrania el pasado 30 de septiembre junto a Donetsk, Lugansk y Jersón, zonas que tampoco domina en su totalidad en este momento.
Fue el presidente de Energoatom, el ucraniano Petró Kotín, quien había levantado la liebre el pasado domingo, al señalar que publicaciones en medios rusos apuntan a una posible transferencia del control de planta al OIEA. No obstante, recalcó que actualmente no hay señales de que los rusos abandonen la estación. Son preparativos, insistía.
El asesor de la Oficina del Presidente de Ucrania Mykhailo Podolyak afirmó de seguido que el Ejército ruso no podrá mantener la planta nuclear bajo su control, ya que sus líneas de defensa se desplazan gradualmente hacia las fronteras de Rusia. “El personal militar de la Federación Rusa abandonará la central nuclear de Zaporiyia, ya que su línea de defensa se está moviendo gradualmente hacia las fronteras de la Federación Rusa”, recalcó. Insiste en que no tiene “dudas” de que “tarde o temprano”, Kiev recuperará el pleno dominio de la zona.
Tanto revuelo han generado estas declaraciones que hasta llegó una respuesta del Kremlin, ayer. Su portavoz, Dmitry Peskov, también negó estas afirmaciones negó las afirmaciones y afirmó que el plan de Rosatom de construir una fuente de energía alternativa para la central es un indicador de ocupación a largo plazo. “Tales respuestas tanto de la administración de la ocupación como del propio Kremlin indican la omnipresencia de la narrativa (sobre Zaporiyia) y el valor que el Kremlin le otorga a contrarrestarla”, valoran los expertos del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés) en su informe más reciente. Y es que su suministro es esencial para la península de Crimea y la región del Donbás; la primera, fue anexionada unilateralmente por Rusia en 2014 y la segunda, está desde entonces parcialmente en manos de una administración prorrusa.
El peligro de las explosiones
Este cruce de declaraciones por ahora no es más que eso, porque la prensa internacional no puede acceder a la zona y conocer de primera mano lo que está ocurriendo. Se queda en los alrededores y lo que sucede tras las vallas hiperprotegidas es una incógnita. Lo que sí es de dominio público es que la urbe en la que se sitúa la central ha vivido al menos una docena de explosiones en la última semana, de las que ucranianos y rusos se han acusado mutuamente.
El OIEA ha mostrado de nuevo su “preocupación” por la cercanía de los combates, por lo que indican que deben “parar inmediatamente”, en palabras de Rafael Grossi, su director general. El organismo de Naciones Unidas plantea de nuevo el establecimiento de una zona de protección de seguridad nuclear alrededor de Zaporiyia.
“Las noticias de nuestro equipo son extremadamente preocupantes”, insiste Grossi, cuyo personal sobre el terreno dijo que había habido daños en algunos edificios, sistemas y equipos de la planta.
Olli Heinonen, exdirector general adjunto del OIEA, ha afirmado en declaraciones a la BBC que dispararse de una trinchera a otra con la central de por medio es “jugar a la ruleta rusa”. “Un solo proyectil en el lugar equivocado y en el momento equivocado tendrá consecuencias de gran alcance”, alerta. No obstante, reconoce que es “improbable” que este armamento dañe el reactor de la central, la que está resguardado por hormigón y metal, como indican las normas internacionales.
Lo que sí puede pasar, detalla, es que se libere parte de su carga radiactiva, porque un bombardeo interrumpa el suministro de electricidad al sistema de refrigeración, lo que significaría que el reactor o el combustible gastado se calentarían demasiado, provocando la fusión del combustible y un escape de radiactividad. Lo que es lo mismo, descarta por ahora un Chernobil, pero no un Fukushima. Heinonen añade que, más allá de los ataques, la central puede tener problemas humanos, fallos de un personal que está sometido a una terrible presión. Se calcula que el 60% de los empleados, casi 11.000 en tiempos de paz, siguen yendo a trabajar; los demás se marcharon ante la violencia de los combates, buscando zonas con más recursos y calma.
Ya entre octubre y noviembre, la conexión exterior de alta tensión se cortó varias veces, estuvo fuera de servicio, por culpa de los ataques. Sólo quedaron, por primera vez en su historia, exclusivamente sus generadores diésel de emergencia para refrigerar sus reactores y el combustible gastado, con una clara pérdida de seguridad. La necesidad de que se proteja Zaporiyia es total, lo mismo que otras centrales como Rivne, Yuzhznoukrainsk y Khmelnitski, atacadas de forma simultánea el 23 de este mes y que dependieron exclusivamente durante un día de sus generadores diésel de emergencia.
Esta mañana, el ministro de Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, ha coincidido en Rumanía con Grossi, en el marco de la reunión de ministros del ramo de la OTAN; el ucraniano ha insistido en que Rusia debe retirarse de la planta “para restaurar la seguridad nuclear”.