Respeto por los demócratas, no por Franco
El dictador, que fue enterrado con las manos llenas de sangre y oprimió a gran parte de un país durante cuatro largas décadas, no merece ningún tipo de miramiento.
Franco ya no descansará una noche más en el Valle de los Caídos. Un pequeño paso para la historia de España pero un gran salto para la demócratas. Porque su salida de la feísima mole granítica representa no una victoria, sino una decisión lógica para cualquier persona —sea de la ideología que sea— que sienta un mínimo de respeto hacia la democracia, reniegue de las dictaduras y defienda la justicia.
Dejados de lado todos aquellos a los que el traslado directamente les irrita o indigna (con su pan se lo coman), generan más preocupación todos aquellos —Rivera, Casado y Abascal, sin ir más lejos, o centenares de personas en la redes sociales— que hacen encomiables ejercicios de contención para no decir lo que aparentemente piensan: que rechazan la exhumación del dictador. Se acogen invariablemente a fórmulas tan sobadas y gastadas que ya han dejado de ser creíbles. Ya saben: que no se deben reabrir las heridas o que todo lo que concierne a Franco es cosa del pasado y hay que dirigir las preocupaciones al presente y al futuro. El problema es que la Justicia, con mayúsculas, no entiende ni de años ni de décadas. La Justicia es o no es.
Más desasosiego genera que estos adalides del constitucionalismo y la democracia se pongan de soslayo cuando de lo que se trata es de trasladar los restos de un dictador. Insisto: de un dictador. Palabras gruesas que, en el caso del PP, Ciudadanos o Vox sólo generan críticas cuando se refieren a la URSS, Cuba o Venezuela. En fin, se podría deducir de su relato que existen dictadores de primera y de segunda. Franco debe ser, para ellos, de tercera regional.
La cuestión clave de la decisión adoptada por el Gobierno socialista de Pedro Sánchez es, con todo, dilucidar si se trata de un ejercicio de puro revanchismo o de mera dignidad. Y, rizando aún más el rizo, si es una medida de carácter puramente electoralista.
¿Revancha contra quién? Afortunadamente Franco murió hace 44 años y poca disputa puedes tener con una momia, según le definió un miembro de su familia. ¿Revancha contra los vencidos? Poco sospechoso de buscarla puede ser un partido como el PSOE que, en 1975, se erigió como una de las principales fuerzas política en tejer la complejísima red que conformó la Transición a la democracia y fue principal actor en el nacimiento y consolidación del sistema político en el que vivimos hoy.
El PSOE no sólo es que renunciase a la revancha, es que ni siquiera emitió el más mínimo reproche hacia la vieja guardia franquista que aún se sentó durante varios años en el Congreso de los Diputados. No es revancha, es Justicia y Dignidad para todos aquellos que sufrieron la opresión del dictador, que aún buscan a los suyos en las cunetas de toda España y aspiran, simple y llanamente, a localizar los restos de sus allegados. Tampoco es pedir demasiado.
Más retorcido es, si cabe, el argumento de que Pedro Sánchez busca ganar votos de cara a las elecciones del 10-N. Argumentan desde PP, Ciudadanos y Vox que lo tenía todo atado y bien atado para que la exhumación se produjese en plena campaña electoral y, por tanto, la medida propiciase una lluvia de votos hacia los socialistas. Sin embargo el argumento hace aguas por todos lados: en primer lugar porque esos mismos que defienden la idea del rédito electoral sostienen al mismo tiempo que la exhumación no le interesa a nadie, que las preocupaciones actuales van por otro lado. Poco beneficio encontraría entonces el presidente del Gobierno si intentase utilizar como baza electoral una cuestión que deja indiferente a la mayoría de la sociedad.
Pero la defensa de esa tesis cae por su propio peso cuando se recuerda que el proceso de exhumación ha cumplido de forma exquisita todos los trámites legales que requiere una actuación de este tipo. Nadie, por muy astuto que sea, es capaz de adelantar cuánto tiempo tardará la Justicia en tramitar un recurso y en decidir sobre él, si los familiares presentan otro recurso al recurso, cuánto tarda el tribunal correspondiente en dilucidar ese recurso del recurso del recurso. La justicia tiene sus propios tiempos.
Hay, con todo, un tercer punto menos político pero más sociológico relacionado con el respeto que los familiares de Franco exigen no sólo al dictador, sino a ellos mismos. No es revancha, ni ganas de reabrir heridas, pero Franco, que fue enterrado con las manos llenas de sangre y oprimió a gran parte de un país durante cuatro largas décadas, no merece respeto. Ni él ni dictador alguno que haya pisado alguna vez la tierra.
Los familiares sí: al fin y al cabo ellos no son culpables de que les haya tocado en desgracia un personaje como el que a partir de hoy descansará en el cementerio de Mingorrubio. Un lugar, por cierto, mucho más apacible, respetuoso y tranquilo que cualquiera de las cunetas en las que, todavía en 2019, se hacinan miles y miles de víctimas de una guerra civil que lideró Franco mediante un golpe militar.
Lo de hoy, en fin, no es una victoria de la democracia. Es simple y llanamente Democracia. Que no es poco.