Qué es la reduflación: la práctica "legal pero engañosa" que sufres en la cesta de la compra
No es algo nuevo pero se ha vuelto a generalizar. Las asociaciones de consumidores alertan de sus efectos y ofrecen 'trucos' para no caer en la trampa.
Acostúmbrate a oír este término. Suena raro, la RAE aún no lo incluye, pero lo llevas notando desde que comenzó la guerra en Ucrania... y mucho antes, aunque de tapadillo. Se llama reduflación y, como indica la OCU “es tan legal como engañoso”. Tanto, que toca tu bolsillo sin que te enteres. El término proviene de Reino Unido, donde desde hace más de una década se denuncia lo que ellos llaman shrinkflation.
Básicamente, explica a El HuffPost el profesor del OBS Business School Eduardo Irastorza, es “ofrecer menos al mismo precio” y se corresponde a “prácticas poco éticas de productos con envasados opacos que hasta que no los abres no te das cuenta que hay menos cantidad”.
Abres y... sorpresa. Hay un producto que viene a la cabeza inmediatamente, las bolsas de patatas fritas con cada vez más aire y menos patatas. Pero afecta también a la pasta, yogures, conservas, congelados y productos de droguería como suavizantes, champús o detergentes.
La rebaja de cantidad se mueve entre el 5% y el 10%, señalan desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que incluso analiza otro fenómeno asociado, el de las falsas bajadas de precio que camuflan otra quita en el total de producto vendido. Citan como ejemplo el de unos paquetes de lomo de merluza de Pescanova que marcaban una bajada del 5,6% en su PVP pero que reducían su peso en un 10%, por lo que en la realidad ‘subían’ de precio algo más del 3%.
“Es una práctica muy extendida”, añade la OCU, que deja clara la legalidad de la reduflación porque el paquete, por reducido que sea, recoge siempre su peso total. Otra cosa es que se mire.
¿Una solución de urgencia?
Insisten las fuentes consultadas por El HuffPost que no es un invento de última hora, pero la suma de la guerra, el paro de los transportistas, el desabastecimiento y el alza de los precios han agitado este cóctel fatal para la economía familiar. Las asociaciones de usuarios trabajan para dar respuesta a las quejas.
“Es un proceso asociado a la subida de más del 7% del IPC, el dato más preocupante en los últimos 37 años y en este contexto una reducción del contenido podría tener su justificación, pero es necesario que las empresas lo expliquen”, continúa el profesor Irastorza.
Lo deja muy claro: “Les recomendaría eso de que es mejor ponerse una vez colorado que ciento amarillo”. Para el consultor y docente, la clave es hacer “una política de transparencia, advertir a los consumidores de que se puede ofrecer menos, porque las empresas no cambian el packaging (envasado) y eso genera indignación”.
“Esto debería preocupar a las marcas, porque un cliente enfadado es 10 veces más activo que un defensor de la marca, un riesgo que no puedes asumir en un momento tan crítico”, prosigue. “Antes esto mismo podía llevar semanas, pero en los tiempos actuales, una mala praxis corre como la pólvora en las redes sociales”.
Por el momento, “no hay datos contrastados” de una bajada en las ventas de empresas que efectúan estas prácticas, comenta Rubén Sánchez, portavoz de FACUA, que únicamente cita una “histórica” sanción de Competencia a numerosas marcas de gel y champú por su pacto. Sin embargo, el profesor Irastorza apunta que las malas campañas reputacionales pueden dañar a estas entidades a medio plazo.
¿Hay algún truco para no caer en la trampa legal de la reduflación?
Rubén Sánchez asume que no todos saben ver esta práctica, porque “solamente la puede verificar un consumidor acostumbrado a comprar determinados productos”. Por ello da un consejo clave: “Lo que hay que hacer siempre es mirar el precio por kilo o por litro, algo que la ley obliga a poner a los establecimientos comerciales, y comparar en el mercado valorando cómo evoluciona, si tenemos memoria o con alguna anotación”.
Se trata, en la práctica, es hacer un cambio en la manera de comprar, explica el profesor Irastorza. “Tendremos que ser más listos para ver en qué gastamos el dinero. Por ejemplo, hay que acudir a las apps de comparación de precios”.
“Necesitamos una educación a la hora de comprar que cuando ha habido bonanza no nos hemos preocupado en tener. La solución no es para hoy ni mañana, esto nos va a durar hasta final de año, por lo menos”, remata el docente de OBS.
La OCU, que apunta que esta práctica “no cuela”, recomienda huir de ofertas como los 3x2, los “ahora con X gramos más gratis”, porque pueden esconder ese engaño, y mirar siempre las etiquetas.
La crisis aprieta y ya no basta, únicamente, con buscar los precios más baratos; ahora toca comparar y mirar con detalle cualquier producto de la cesta de la compra.