Recuerdo y olvido en EEUU: el Partido Republicano y su peligrosa guerra contra la verdad
El Senado se ha negado a aprobar la creación de una comisión para estudiar los eventos del 6 de enero, cuando una turba tomó el Capitolio alentada por Trump.
El último lunes del mes de mayo se celebra en Estados Unidos la fiesta conocida como Memorial Day o Día del Recuerdo, cuando se conmemora a todos aquellos que murieron en las guerras defendiendo a la patria y, por extensión, a los valores de libertad e igualdad que se entiende que ésta representa como la primera república democrática del mundo, en funcionamiento ininterrumpido desde 1787. Se trata de una de las fiestas más importantes del año, un fin de semana de tres días que marca el comienzo del verano y que se celebra con comidas al aire libre en las que se reúnen familiares y amigos. Este año las conversaciones en torno a la barbacoa se han centrado en la crisis del sistema político y el gran peligro en el que se encuentra el país en estos momentos.
Lo más comentado ha sido la guerra contra la verdad declarada por el Partido Republicano. En efecto, el viernes 28 de mayo, invocando por primera vez desde la llegada de Joe Biden a la presidencia, el procedimiento obstruccionista llamado filibuster, el Senado se negó a aprobar la creación de una comisión independiente y bipartidista para estudiar a fondo los eventos del día 6 de enero, cuando una turba tomó el Capitolio alentada por el entonces presidente Donald Trump.
Este tipo de comisiones suelen crearse para estudiar episodios traumáticos, como se hizo, por ejemplo, tras los ataques del 11 de septiembre de 2001. Con 54 votos a favor y 35 en contra, la moción para crear una comisión para averiguar la verdad de lo que sucedió el 6 de enero fue derrotada porque, cuando se invoca este procedimiento obstruccionista, se necesitan 60 votos de un total de 100 y los demócratas solamente cuentan con 50, más el voto de desempate que tiene la vicepresidenta del país en su papel como presidenta del Senado.
Según su propia confesión, los senadores republicanos, que en principio participaron activamente en las negociaciones para crear esta comisión, acabaron decidiendo bloquearla a pesar de que contaba con el apoyo del público y de que la madre de un policía muerto como consecuencia de los disturbios y varios compañeros de éste fueron a implorarles que votasen a favor. Estos senadores consideraron que los hallazgos de la comisión podían enfurecer a Trump, a quien temen por el poder que sigue teniendo sobre los votantes, cuyo apoyo necesitan para las elecciones de medio mandato de 2022, en las que se renueva el congreso y parte del senado.
De modo que no habrá comisión de la verdad. Aunque hay abiertas diversas investigaciones sobre asuntos puntuales y podrían abrirse más, no habrá un estudio general que determine qué papel tuvieron Trump y otros políticos republicanos en la gestación y desarrollo de la revuelta, por qué fallaron las fuerzas de seguridad en la defensa del Capitolio y qué pasos debe seguir el país para evitar que se produzcan episodios semejantes en el futuro. Sobre todo, no habrá una versión de los hechos sancionada por una comisión independiente y bipartidista.
Los republicanos creen que la ausencia de una historia oficial de estos luctuosos sucesos les permitirá tildar de sectarios los resultados de las otras investigaciones que se lleven a cabo y seguir con sus perniciosas ficciones.
En estos momentos entre los republicanos no solamente impera la gran mentira del fraude electoral, de acuerdo con la cual Trump ganó las elecciones presidenciales, sino también una versión falsa de los hechos del 6 de enero. Solamente han pasado unos meses desde el asalto al Capitolio, que el país contempló con horror en tiempo real, y ya hay políticos republicanos que, negando la evidencia, dicen que los que entraron en ese augusto edificio no eran violentos, comparándolos con turistas. Otros políticos republicanos sencillamente les quitan importancia a los hechos.
Según encuestas recientes, para casi tres cuartas partes de los votantes republicanos lo que sucedió no fue tan serio y hay que pasar página. Muchos comentaristas han señalado que, si un asalto así hubiese sido cometido por personas de color, la reacción habría sido muy diferente. Pero, como el asalto fue cometido por blancos, hay un deseo de olvidarlo lo antes posible.
No es la primera vez en la historia de EEUU que las atrocidades cometidas por blancos se ocultan. De hecho, hay una larga tradición de silenciarlas. Precisamente este fin de semana se cumplieron 100 años de la masacre de Tulsa, ciudad de Oklahoma en la que los blancos destruyeron Greenwood, el barrio afroamericano más próspero del país en aquellos momentos, conocido como el Wall Street negro. Tras matar y herir a cientos de negros, los blancos redujeron sus casas y sus negocios a cenizas después de saquearlos.
No solamente no se castigó a los culpables ni se indemnizó a las víctimas, sino que este episodio se encubrió, no siendo mencionado ni en la historia local ni en la nacional. Mientras que la comunidad negra mantuvo el recuerdo de estos hechos, la mayoría de los blancos nunca había oído hablar de ellos hasta ahora, cuando con el movimiento Black Lives Matter (las vidas de los negros importan) se está sacando a la luz el pasado que se había barrido debajo de la alfombra.
El ciclo de noticias del fin de semana del Día del Recuerdo juntó dos cosas en apariencia diferentes pero que muchos percibieron como conectadas, a saber, el silenciamiento de la masacre de Tulsa, delito cometido por blancos, y la negativa del Partido Republicano a permitir que se forme una comisión independiente y bipartidista para estudiar el asalto al Capitolio, lo que constituye un intento de silenciamiento de otro delito cometido por blancos.
Para los muchos americanos que vieron una conexión entre estos dos episodios, la fiesta del fin de semana pasado ocasionó una reflexión sobre la importancia del recuerdo y el peligro del olvido. La guerra contra la verdad es causa de enorme preocupación, ya que es una amenaza para la convivencia. Según encuestas recientes, más de una cuarta parte de los votantes republicanos cree que va a necesitar usar la violencia para imponer sus ideas y se sabe que en los últimos meses la venta de armas ha aumentado extraordinariamente.
Aunque la llegada de Biden al poder ha sido reconfortante y hay gran optimismo respecto a la pandemia y a la economía, sigue habiendo una fuerte ansiedad en el ambiente, ya que el sistema democrático se encuentra en una situación extremadamente frágil. La guerra contra la verdad en la que se ha embarcado el Partido Republicano se contempla como una bomba de relojería.