Radiografía de la España despoblada
Más de la mitad de los municipios, en riesgo de desaparición
Más de la mitad de los municipios de España están en riesgo de extinción: 4.955 (de los 8.125 que hay en total) tienen menos de mil habitantes. Esta es la radiografía de un país que languidece principalmente en su interior, una realidad que ahora salta a la primera línea política. La sangría demográfica ha herido duramente al mundo rural, que siente el peligro de la desaparición, bajo cuyas tierras hay milenios de historia y cultura.
Durante décadas se ha obviado el problema, una cuestión de segundo plano, tratada solo en comisiones que no acaparaban los focos. Pero se ha convertido en uno de los grandes retos. Ahora o nunca, se plantean políticos, docentes y economistas. El primer paso se dio en la pasada Conferencia de Presidentes, donde Mariano Rajoy y los líderes territoriales acordaron hacer frente a este problema y elaborar una estrategia demográfica teniendo en cuenta el envejecimiento y la despoblación de las zonas rurales.
Los datos que tienen sobre la mesa las autoridades son alarmantes. En 2015 hubo más defunciones que nacimientos y son ya diez las comunidades con un saldo vegetativo negativo. Los cálculos del Gobierno son que España seguirá perdiendo habitantes en los próximos años y el descenso será de medio millón en 2031. Las cifras aterran más si miramos los pronósticos del Ejecutivo: se habrán perdido cinco millones de españoles en 2066 (el 11% de la población actual).
Un cambio demográfico que pondrá a prueba la propia sostenibilidad del Estado del Bienestar, por su incidencia principalmente en los sistemas de pensiones, de salud y de servicios sociales (atención a mayores, dependientes...). Pero este fenómeno se ve ya con toda su crudeza en el mundo rural, en la España de los pueblos y en la que se debe actuar de forma urgente a tenor del acuerdo político.
Es ya para muchos una cuestión de Estado. Si en el año 2000 solo había 928 municipios con menos de cien habitantes, hoy ese número asciende a 1.286, según datos del Instituto Nacional de Estadística y de la Federación Española de Municipios y Provincias (Femp). La tendencia es una España con menos habitantes y cada vez más concentrados en las grandes ciudades.
Luego se contabilizan 2.653 localidades con entre 100 y 500 habitantes y 1.017, con entre 500 y 1000 habitantes. Sumados estos tres peldaños: se aglutinan 4.955 pueblos de España con menos de un millar de vecinos. Entre todos ellos apenas aglutinan un millón y medio de personas. Es lo que se conoce como la gran brecha poblacional de España.
Estos desiertos demográficos no son fruto del capricho. El origen principal está en aquellas historias de maletas de finales de los cincuenta y los sesenta: el éxodo rural. Miles de habitantes de los pueblos cogieron trenes y autobuses hacia las grandes ciudades en busca de un futuro mejor, buscando salir de la miseria de la España rural.
Javier Esparcia, catedrático de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Valencia, explica que en ese momento se dieron dos elementos. Uno fue de "expulsión" originado por la propia "agricultura tradicional", que llevaba funcionando casi desde el siglo XVI. Perdió competitividad y productividad. Y luego estaba el de "atracción" de las grandes ciudades y zonas urbanas, con nuevos trabajos, mejores perspectivas económicas, salarios más dignos y esperanza de mayor bienestar para las familias.
Este catedrático dice que el 90% del territorio español es rural y que dos tercios de esas zonas están desfavorecidas. Una sensación que se extiende entre sus moradores. Esparcia comenta, tras llevar años recorriendo el país y estudiando este problema, que "cuando vas a los pueblos, te dicen 'como somos pocos y hay pocos votos, no nos hacen caso". "No quiero pensar que sea así, pero los hechos a veces les dan la razón", sostiene.
¿Cómo será España dentro de treinta años? ¿Grandes ciudades y kilométricos territorios vacíos? El catedrático dice: "Se me ocurre el término museización del campo". Ahora, explica, se han conseguido revalorizar algunas pocas actividades "vinculadas a la demanda externa y a los visitantes", relacionadas con el turismo rural y el agroturismo. Su visión es que, de seguir la actual tendencia, irá la gente de las urbes -que ya no tendrán vínculos personales- "a disfrutar del paisaje". "Esto ya lo he visto en zonas de Europa y de Canadá, donde las zonas rurales se perciben como una especie de pequeño museo en el que se consume", añade. Habría que mirar más a Alemania y, sobre todo, a Francia. Nuestros vecinos galos son un ejemplo, añade, y apunta a sus experiencias en las que los municipios han perdido competencias en favor de órganos de cooperación al estilo de las mancomunidades.
El álbum de esta España incluye otra fotografía que capta lo que sucede: 36 provincias españolas han perdido población en 2016 respecto a 2015. En algunos casos, este descenso supera el 1% de su población. Un peculiar listado que encabezan Zamora (-1,57%), Ávila (-1,24%), Cuenca (-1,24%) y Ourense (-1,22%).
"El drama de nuestra España rural es que en décadas no hemos sido capaces de establecer estructuras de población, gestión y explotación que extrajera el valor enorme del territorio, los paisajes, el patrimonio cultural o la calidad de vida que hoy sabemos apreciar", reflexiona José Antonio Herce, profesor de Economía de la Universidad Complutense y responsable de Economía Aplicada y Territorial de Analistas Financieros Internacionales (Afi).
En este tema también hay que actuar de cara al futuro. Y Herce pone el acento: "Hay una revolución tecnológica en marcha, que permite dotar a los lugares más recónditos de tecnología, de banda ancha. Hoy es un pecado no tener todo el territorio cubierto por banda ancha, es baratísima. Convenzamos a las grandes empresas que lo patrocinen o que sea un servicio público". En este sentido, proclama: "Más vale banda ancha que vía estrecha".
Esto sería un "factor de atracción" para que miles de personas pudieran trasladarse a estas zonas, explica. Todo ello sumado a las posibilidades que ofrece la "economía colaborativa y el transporte colaborativo". "El mundo rural necesita desesperadamente un repoblamiento, no que vuelvan las diásporas soriana y turolense, sino nuevos pobladores, gente que está convencida de que su vida y su proyecto como personas está ahí. Los neorrurales, que quieren irse a vivir allí. El 80% de los trabajos se van a a poder hacer online", manifiesta Herce.
Si no se toman medidas, avisa, quedará "un ámbito rural vacío, animado solo los fines de semana por los circuitos del lechazo o del botellón. Una decepción, una invasión monstrenca de un espacio vacío el resto de los días del año. Esos circuitos estarán a la orden del día, pero los pueblos estarán languidenciendo y se habrá perdido la oportunidad de hacer algo noble y bueno". "El campo no necesita grandes empresas, sino pequeñas start up. Hay que olvidarse de las empresas tradicionales y del Ibex 35, hay a que atraer a jóvenes neorrurales que vayan con espíritu emprendedor", agrega.
Durante los pasados años hubo un espejismo en la España rural con la llegada de inmigrantes, principalmente con el boom económico entre el año 2000 y 2008. Pero la crisis frenó este fenómeno y hoy los problemas vuelven a ser igual que antes de ese periodo.
La pérdida de esa España tendría además efectos en nuestra sociedad, según advierten los expertos. Entre ellos, comenta Vicente Pinilla, catedrático de Historia Económica de la Universidad de Zaragoza, se encuentra la desaparición de los "valores" que representan esas zonas y hasta problemas medioambientales -un vaciamiento de esas áreas puede llevar a más incendios forestales-.
Ha habido, relata, "diversas y variadas" experiencias para intentar revitalizar estas zonas, pero "las zonas rurales no son homogéneas, son desiguales". Añade, en este sentido, que depende de los lugares porque algunos tienen valor turístico, otros tiene patrimonio interesante, otros pueden aprovechar entornos para practicar esquí... Y recuerda que, además, es un fenómeno que también pasa en el resto de Europa, además de en Estados Unidos, Canadá y Australia.
Sobre este punto, añade Esparcia, que están en riesgo "una gran cantidad de valores sociales y culturales, que serían irrecuperables". "No es una cuestión de que podamos ir o no a ver pueblos bonitos. Nos arrepentiríamos si todo eso se perdiese, es un valor cultural que nos hace diferentes e, incluso, mejores". Además, se perderían hasta "valores de tipo emocional". "No me gustaría que mis hijos no tuvieran la oportunidad de tener eso ahí, forma parte de la esencia de nuestros país", comenta en esta cuestión en la que no solo hay que hablar de cifras.
Esta es la radiografía de la España despoblada.