¿Quién puede matar a un niño? Los datos que rodean a la violencia de las bandas juveniles
Los barrios donde se da este tipo de violencia tienen mayores tasas de paro y abandono escolar. Los vecinos piden un "plan de choque" que aleje a sus jóvenes de la violencia.
15 años, dos meses y cuatro días. Esa es la cuenta vital de William Bonilla, que se detuvo sin remedio el pasado cuatro de diciembre a causa de dos balazos. Ocurrió en Villaverde, un distrito al sur de Madrid. Los vecinos reclaman un “plan de choque” para acabar con la exposición violencia que vive su juventud.
Todo apunta a que el verdugo del chico también es muy joven y miembro de una banda violenta. Sin embargo, fuentes de la Policia Nacional consultadas por El HuffPost ni confirman ni desmienten este dato, y se limitan a comunicar que el caso se sigue investigando.
La sangría no se detiene. En la noche de este domingo al lunes otro joven de 21 años ha resultado herido grave tras recibir un disparo. También en el distrito de Villaverde, esta vez en el barrio de San Cristóbal.
En una esquina de la plaza donde segaron la vida de William hace dos semanas, sus vecinos, amigos y familiares han levantado un altar improvisado con velas, notas, chupachups, cáscaras de pipas y latas de refresco vacías... Señas de identidad del ocio de cualquier chaval en cualquier parque de España.
Tras disparar al joven, el asesino huyó por la calle Villastar, que une la parada de Metro de Villaverde Alto, la última de la línea 3, con la plaza donde tuvieron lugar los hechos. Otro chico de 21 años que salió tras él recibió un disparo en el abdomen.
Sobre Villastar, y pegadas a la plaza, se sitúan la Comunidad Infantil de Villaverde, donde estudiaba el chico, y el colegio de primaria e infantil San Carlos. Desde la esquina donde se recuerda a William, a la hora del recreo, se pueden escuchar los gritos y pelotazos de los críos.
Juventud sin perspectivas
Las asociaciones de vecinos de Villaverde han iniciado una campaña que pretende poner el foco en las carencias que sufren los jóvenes de sus barrios. Se quejan de que faltan recursos para hacer frente a la situación actual.
La portavoz de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos (FRAVM) y vecina de Villaverde, Silvia González, señala que la falta de actividades de ocio, el alto absentismo y la masificación de las aulas son los principales lastres: “Hay un problema de educación y de falta de recursos donde vive población vulnerable”.
Al mismo tiempo, González lanza una pregunta al aire: ”¿A qué se dedica un chaval que no tiene dinero para ir al centro o al cine? Pues a estar en los parques, en la calle y es ahí donde los captan las bandas violentas?”.
La portavoz apunta, para reforzar su tesis, que existe una enorme diferencia entre el resto de distritos y otros como “Villaverde o Usera”, donde la actividad de las bandas se concentra especialmente. “Este no es un problema que se dé en Chamartín o en el barrio de Salamanca”, concluye.
Y lo cierto es que los datos le dan la razón. Tomando como referencia esos cuatro distritos (Chamartín, Salamanca, Usera y Villaverde) los contrastes son cristalinos. Mientras que entre Chamartín y Salamanca no acumulan ni el 2% de los casos trabajados de absentismo por el Ayuntamiento de Madrid, Usera y Villarverde suman el 19,4%, 51 y 32 casos frente a 513 y 517.
La distancia social entre estos cuatro distritos también son relevantes tanto en nivel de estudios como en las tasas de paro que registran. El desempleo apenas superó el 4% en estos dos distritos privilegiados de Madrid, mientras que en Usera y Villaverde esa tasa escaló por encima del 8% en noviembre. La media de Madrid fue del 6,42%.
En cuanto a los niveles de estudios, la población que no sabe leer ni escribir o que tiene la primara incompleta es colosalmente mayor en los barrios del sur, una estadística que se da la vuelta cuando se observan los porcentajes de personas con estudios superiores.
Estos problemas no son nuevos, afirma González, pero también asegura que con las crisis se han extendido y potenciado, primero en la financiera de “2007 y ahora con esta” de la pandemia. Las bandas violentas son el último síntoma: “Estos problemas afloran en los lugares donde hay mayores tasas de desempleo... si no inviertes ahí te encuentras con estas cosas”.
En cuanto a educación, desde la FRAVM apuntan que cuando los alumnos no terminan de rendir en la secundaria, muchos son orientados a los estudios de Formación Profesional, pero al mismo tiempo no hay plazas suficientes. Este hecho lo denunció CCOO en agosto de este año, cuando 33.275 estudiantes que aspiraban a la FP se quedaron sin plaza.
Las asociaciones de vecinos se quejan del abandono que sufre el distrito, aseguran que la Comunidad de Madrid, que es la que tiene las competencias en Educación, está “desaparecida”, y que desde hace años solamente se ponen “parches”.
Tampoco consideran que pueda esperarse una solución policial a la situación. ”¿Más policía en las calles? Vale, sí, perfecto. Pero cuando se detiene a un chaval de una banda significa que ya ha sido captado y ya ha delinquido, la reinserción social en esos casos es mucho más difícil”, sostiene González, que insiste en que lo que se necesita es un “plan” integral coordinado entre todas las administraciones.
La falta de opciones de ocio contrasta, apuntan desde la FRAVM, con la proliferación de las casas de apuestas, que se conjugan con otras adicciones. “Tenemos problemas de adicción al juego y a otras sustancias, si sumas eso a todo lo demás, tienes un caldo de cultivo perfecto para la captación de los chavales en las bandas juveniles”, asevera González.
“Este no es un mal barrio, es un barrio obrero”
Alberto Pinel tiene una tienda de materiales de obra a dos calles del lugar donde mataron a William, lleva en el barrio “desde que nació” hace 57 años. No describe el lugar como “inseguro”.
“Este no es un mal barrio, tiene sus cosas, pero es un barrio obrero de toda la vida. Yo paseo al perro todas las noches y sí es verdad que ves a gente un poco marrullera, pero nunca me ha pasado nada”, asegura Pinel.
Este comerciante admite que el ambiente ha cambiado en las últimas décadas con la llegada de inmigrantes de otros países, al tiempo que se apresura a aclarar que no lo ve como algo “malo”, ya que la mayoría “viene aquí a trabajar y buscarse la vida”: “Los que hacen las cosas mal también están, claro, pero con eso me refiero también a los españoles”.
Las bandas juveniles violentas, de un tiempo a esta parte, están integradas en su mayor parte por jóvenes de nacionalidad española, ya que la gran mayoría han nacido ya en España. Algo que Isabel Díaz Ayuso recordó a Vox en la asamblea de Madrid y que arrancó los aplausos de la izquierda.
Pinel tiene un hijo de 17 años y afirma que hay más “inquietud” desde que las bandas iniciaron su actividad. “Aunque no tengas nada que ver con esas cosas igual por una mala mirada o lo que sea y te llevas un navajazo”, opina Pinel.
La relación entre William Bonilla y las bandas violentas no se ha esclarecido del todo. En un principio se llegó a decir que podría ser un miembro de los Dominican Don’t Play, también que en realidad solo conocía a miembros o a exmiembros... Su familia y el entorno han desmentido tajantemente que formara parte de ese ni de ningún otro grupo, al tiempo que la Policía pide prudencia.
Lo que sí tiene claro Ignacio, un dominicano de 46 años que regenta un locutorio junto al Mercado de Villaverde Alto, es que el chico no parecía ningún “maleante”: “Hay chavales que los ves que pueden parecer malvados, aunque sea por pura apariencia, pero no era el caso, ni por actitud ni por aspecto físico parecía tal cosa... Era un niño”.
Ignacio no conocía personalmente ni al chico ni a su familia, pero en el barrio todos comentan que la familia está “completamente destrozada”. Afirma que, según le han contado, se ha escuchado a la madre de William llamar al niño para que vuelva a casa “como si aún siguiera vivo”. Este punto también ha sido reseñado por otros medios en sus crónicas, como esta de El País.
Con la lluvia, muchas de las velas que conforman la esquina en recuerdo del niño asesinado se han apagado, pero otras resisten encendidas. Hay una cajita de cerillas abierta que los que se acercan usan para volver a encenderlas.
Una nota recuerda algunos detalles: “Eras un chico muy feliz, siempre sonreías”. La hora del recreo se termina y los niños del colegio San Carlos le devuelven el espacio al silencio. Hay una familia en Villaverde destrozada que clama un imposible: que William vuelva a casa.